A LA BUSCA DE LA PALABRA: JUAN GELMAN

3222

Juan Gelman, poeta argentino-poeta judío. O correr hasta el desierto tras la palabra, para contemplar que la Poesía es imposible, arena entre los dedos… O cómo habitar en el exilio, y llegar a rozar apenas «Lo Imposible»…
A LA BUSCA DE LA PALABRA: JUAN GELMAN
eris
mi única avla /
no sé
tu nombri /
( de Dibaxu)

Juan Gelman, poeta argentino-poeta judío. O correr hasta el desierto tras la palabra, para contemplar que la Poesía es imposible, arena entre los dedos… O cómo habitar en el exilio, y llegar a rozar apenas «Lo Imposible»…

Buenos Aires, 1930. Su padre, obrero ferroviario, huido de la Rusia zarista en 1905, recayó en la Argentina, volviendo más tarde a su país con el triunfo de la Revolución del 17; pero, decepcionado con el régimen soviético, y alertado por el destierro de León Trotsky, regresó de nuevo. La madre era hija de un rabino que había sido juez de paz en Odesa, Ucrania:

Recuerdo el retrato de mi abuelo, al que nunca conocí, colgado en la pared del dormitorio de mis padres: barbado, quieto en la foto finisecular, con ojos que iban más allá de lo mirado. Y sé que me marcó, mas no sé cómo. Mi madre decía que su padre era más guapo que yo, y que el que se le parecía era mi hijo. Misterios de la herencia.

El Juan Gelman niño creció en tres lenguas, junto a al español, su lengua materna, aquellas extrañas palabras, rusas y hebreas. Por eso, su infancia está hecha de trocitos de lenguaje, y la palabra, más tarde, se convierte en llave contra el olvido, ranura de la memoria… Su poesía es testimonio, un recordar atravesando la palabra, y reflejo también de toda su experiencia vital, obra al compás del existir.

Oponente a cualquier tiranía, muy pronto se introdujo en los movimientos políticos y sociales de su país. En su juventud formó parte del Partido Comunista, del que más tarde se alejaría, lo que no significó renunciar a su posición, de hecho, su compromiso contra la dictadura de Videla le forzó al exilio.

Dentro de su trayectoria poética se distinguen dos grandes etapas. El primer Gelman, el joven poeta y militante del PC, tradicionalmente se ha ubicado en la que se ha denominado «Generación del 55 o de la ruptura», dentro de la tendencia neohumanista, por su declarado compromiso humano. Aquí se inscribe su primera gran obra, Gotán, y explica: …el único tema de la Poesía es la Poesía; y por eso la Poesía puede hablar de todo, inclusive de la política o de la sociedad.

El lenguaje de este período es, ante todo, comunicación. Una poesía que se acerca a la de Paul Eluard, «social» (entre comillas), que mira también a Vallejo, e introduce con fuerza la irracionalidad y el quebrantamiento del idioma: Hundir las palabras en la realidad hasta hacerlas delirar con ella. Asombra la economía verbal alcanzada y el uso de palabras tan sencillas, que parecen transparentes. El resultado es una poesía «social» peculiarísima, que nace de la mano de un fino cirujano del idioma, pero que opera sobre la mesa de la realidad.

«Oración de un desocupado»

Padre,
desde los cielos bájate, he olvidado
las oraciones que me enseñó la abuela,
pobrecita, ella reposa ahora,
no tiene que lavar, limpiar, no tiene
que preocuparse andando el día por la ropa,
no tiene que velar la noche, pena y pena,
rezar, pedirte cosas, rezongarte dulcemente.

Desde los cielos bájate, si estás, bájate entonces,
que me muero de hambre en esta esquina,
que no sé de qué sirve haber nacido,
que me miro las manos rechazadas,
que no hay trabajo, no hay,
bájate un poco, contempla
esto que soy, este zapato roto,
esta angustia, este estómago vacío,
esta ciudad sin pan para mis dientes, la fiebre
cavándome la carne,
este dormir así,
bajo la lluvia, castigado por el frío, perseguido
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
tócame el alma, mírame
el corazón,
yo no robé, no asesiné, fui niño
y en cambio me golpean y golpean,
te digo que no entiendo, Padre, bájate,
si estás, que busco
resignación en mí y no tengo y voy
a agarrarme la rabia y a afilarla
para pegar y voy
a gritar a sangre en cuello
por que no puedo más, tengo riñones
y soy un hombre,
bájate, qué han hecho
de tu criatura, Padre?
un animal furioso
que mastica la piedra de la calle?

(de Violín y otras cuestiones)

«El juego en que andamos»

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta salud de saber que estamos muy enfermos,
esta dicha de andar tan infelices.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
esta inocencia de no ser un inocente,
esta pureza en que ando por impuro.

Si me dieran a elegir, yo elegiría
este amor con que odio,
esta esperanza que come panes desesperados.

Aquí pasa, señores,
que me juego la muerte.

(de El juego en que andamos )

«Mi Buenos Aires querido»

Sentado al borde de una silla desfondada,
mareado, enfermo, casi vivo,
escribo versos previamente llorados
por la ciudad donde nací.
Hay que atraparlos, también aquí
nacieron hijos dulces míos
que entre tanto castigo te endulzan bellamente.
Hay que aprender a resistir.

Ni a irse ni a quedarse,
a resistir,
aunque es seguro
que habrá más penas y olvido.

«Opiniones»

Un hombre deseaba violentamente a una mujer,
a unas cuantas personas no les parecía bien,
un hombre deseaba locamente volar,
a unas cuantas personas les parecía mal,
un hombre deseaba ardientemente la Revolución
y contra la opinión de la gendarmería
trepó sobre muros secos de lo debido,
abrió el pecho y sacándose
los alrededores de su corazón,
agitaba violentamente a una mujer,
volaba locamente por el techo del mundo
y los pueblos ardían, las banderas.

(de Gotán)

El Gelman de la segunda etapa es «el poeta judío», mas no podemos hablar de ruptura, más bien de evolución poética. Nueva etapa que abre en el exilio, al que se vio empujado por su compromiso contra las dictaduras militares de los años setenta. Trágicamente es tocado por el dolor: tres miembros de su familia resultan «desaparecidos» (su hijo, cuyo cadáver apareció finalmente, su nuera y el hijo de ambos, que nació en prisión, y del que no sabía siquiera su sexo)… hasta despertar de una pesadilla, y encontrarse solo, muy lejos, en medio del desierto.

Pero Gelman, aun en ese desierto, se empeña en descubrir un andar hacia la palabra. Y el exilio se hace, lo hace, puerta, como escribe Cortázar:

Acaso lo más admirable en su Poesía es su casi impensable ternura allá donde más se justificaría el paroxismo del rechazo y la denuncia, su invocación de tantas sombras desde una voz que desasosiega y arrulla, una permanente caricia de palabras sobre tumbas ignotas.

En el exilio el «yo» se pierde, la salida forzosa de la tierra es desierto también de la propia identidad, y surgen las preguntas: quién soy, quién es el que escribe, de quién es la voz que habla…

quise olvidarte / pero
mi olvido no te olvida /
puse losas heladas sobre mi corazón
y él late a tu compás /
soy dos /
uno come / procura / el otro
cava mis huesos / grita
lo amado / amado está

Este poema, titulado «El ciego» , perteneciente a Citas y comentarios (1982), es, en realidad, una reelaboración de otro de Yehuda Halevi, poeta judeo-español del siglo XI-XII. Si el «yo» desaparece, la autoría también se pierde. Gelman desde el desierto emprende una busca de otras voces, para fundirse y confundirse, y se acerca a las voces judías, enlazando así con un pasado y una historia hasta entonces por él ignoradas, que son su propia memoria:

Mi encuentro de fondo con la cultura judía y hebrea se produjo después, cuando conocí el exilio. Entonces empecé a preguntarme muchas cosas acerca de por qué nos habían derrotado, de las matanzas en la Argentina, la desaparición de seres queridos, la ausencia de uno del país, la ausencia del país de uno, del habla de su gente…Ese sentimiento me llevó a leer por primera vez La Cábala. Y encontré en ella algo acorde con lo que me ocurría, es decir, una visión exiliar de la vida. Encontré esa misma visión en poetas hebreos de los siglos XII, XIII y XIV, sobre todo españoles, italianos y alemanes, y «traduje» algunos de sus textos que reuní en mi libro Con posiciones. En realidad, lo que hice fue tomar textos y reescribirlos…

En el destierro (París, Barcelona… hasta llegar a México, donde actualmente reside) el escribir se convierte en entrar cada día en «lo desconocido». Si el exilio significa hasta la pérdida del «yo», escribir le hace abandonar toda certeza, enfrentarse a esta tarea desde un no-saber, espacio vacío donde engendrar la palabra.

Y así, en su poesía ese vacío se abre; allí confluirán todas las voces: los poetas americanos (Darío, Martí, Whitman, Neruda, Vallejo, Borges, Dalton…), la poesía española (Machado), los poetas europeos (los ingleses, a quienes tradujo, Paul Celan o Pessoa)… Y como el portugués, introduce en su poesía un «juego» de apócrifos, que nace de la pregunta por la identidad: publica Los poemas de Sidney West (1968-69), heterónimo suyo, junto a otros, «Juan Galván» o «Julio Greceo», cuyos poemas aparecen en distintas obras. Pero también llega a firmar con el nombre de algunos poetas, compañeros suyos, que fueron asesinados (Rodolfo Walsh, Haroldo Conti…), en intento de recuperar esas palabras sesgadas.

Pero, sobre todo, quiere recoger la voz de los místicos, de los españoles, a quienes había leído de joven, y de quienes ahora hace una lectura nueva, y de la mística hebrea, con la que por primera vez se encuentra. En obras como Con posiciones y Citas y comentarios, reelabora la poesía de San Juan de la Cruz, de Santa Teresa o de los místicos hebreos. Recomponer, citar, comentar… dialogar, en definitiva, y poner al poema en la tensión autoría /anonimia, dentro de una concepción de la palabra poética muy cercana a la de Mallarmé y a las teorías de «la desaparición del autor», fruto de un proceso intelectual y espiritual en el que la palabra toma cuerpo más allá de cada identidad.
Superar la autodesiganación del «yo» y del lenguaje, que niegan la infinita libertad de la palabra. Pues ésta está destinada a ser infinitamente recreada, reenunciada, libre de circular…, lo que explica el propio Gelman en su texto «La casa del amor», presentado en el IV Encuentro de Escritores Judíos Latinoamericanos, celebrado en Buenos Aires, en 1982:

A comienzos del siglo XII Yehuda Halevi escribió un famoso poema titulado «La casa del amor» (…) Con excepción del último verso (una clara referencia a la redención del pueblo judío de la esclavitud de Egipto), el poema de Yehuda Halevi, en hebreo, es en realidad una adaptación de un poema de amor árabe, escrito en el siglo VIII. Hace años me atreví a reescribir ese poema de Yehuda Halevi, ya no en relación con el amor o con Jehová, sino con el exilio, el mío. (…) A veces tengo un sueño maravilloso: que alguien vuelva a partir de este poema mío, poema que prolonga la escritura de hace nueve siglos, y que es eco de otra de tres siglos antes. Porque la poesía es infinita y es dado sentir su infinitud, por la que hombre y nombres pasan con la fugacidad de un leve resplandor, sellados por el deseo de alimentarse de ella.

Resulta muy interesante su libro Dibaxu, publicado en 1994, en el que recoge 29 poemas compuestos entre 1983 y 85, y escritos en sefardí, en ladino, la lengua de los judíos españoles exiliados. Poemario que de algún modo significa la culminación de su aventura hacia el mundo judío: Como si la soledad extrema del exilio me empujara a buscar raíces en la lengua, las más profundas y exiliadas de la lengua.

El descubrimiento de los textos de Clarisse Nikoïdski, novelista en francés y porta en sefardí, desvelan y despiertan en Gelman una necesidad que dice en mí dormía, sorda, dispuesta a despertar. ¿Qué necesidad? ¿Por qué dormía? ¿Por qué sorda? En cambio, sé que la sintaxis sefardí me devolvió un candor perdido, y sus diminutivos una ternura de otros tiempos que está viva, y por eso, llena de consuelo. Escribir en ladino, lengua casi perdida, idioma de no-estar, significa una busca de arraigo, perderse-encontrarse en una lengua ajena y propia: partindu di tu ladu / discuvro / il nuevu mundo / di tu ladu… Explica el poeta:

La lengua es mucho más que una cosmovisión. Tiene un inconsciente, depósito de siglos (…) matriz que aún nos contiene y contenemos, aún nos alimenta y alimentamos. (…) Pasamos del vientre materno a la lengua materna, de un matriz material a otra espiritual (…) las lenguas del exilio desembocan en el gran río del idioma de los argentinos.

Para Gelman, la memoria es uno de los pilares de la poesía: ¿No se siente acaso al hablar y sobre todo al escribir las irrigaciones de esa matriz que nos hace la boca, las oscuridades, aguas, navegaciones, su latir secreto y circular, la inminencia de otro mundo detrás de esa pared transparente de nadas, mundo que atisbamos sin tocar, cuya lejana cercanía nos toca como presente ausencia que nos habla, que nos hace hablados por «aquello» que para San Juan de la Cruz es Dios?

Y es la lengua también la memoria colectiva de los pueblos, lo que, trasladado al terreno social, lleva al poeta a decir que: Una nación que pretende construir sobre un olvido, estalla antes o después. Etimológicamente, el antónimo de la palabra «olvido» es «verdad». Lengua = memoria = verdad, por lo que actualmente lo encontramos comprometido, en lucha contra el olvido en que vive su país. Tras el espanto vivido por Argentina en los setenta y ochenta (dictadura, censura, tortura, persecución, exilio…), con todas sus consecuencias, que han podido recordar al fantasma nazi, y tras la pesadilla personal de Gelman, tan parecida a la de tantos compatriotas, se le ha hecho muchas veces aquella vieja pregunta: «¿se puede escribir poesía después de los campos de concentración», y responde:

Creo que es una pregunta mal formulada. La cuestión es si es posible escribir poesía de otro modo. Paul Celan respondió escribiendo en el idioma del enemigo. (…) A la poesía no la va a matar nadie. Hace 3.000 años los chinos empezaron a recoger una tradición oral, y hay poemas de esa tradición que son plenamente actuales. La poesía ha pervivido todas las catástrofes a lo largo de la historia, y seguirá haciéndolo.

Su trabajo y su obra es, simplemente, su respuesta. Dibaxu es acercamiento, diálogo y recreación de la mística española y judía, aunque en un misticismo no religioso. Gelman emprende un movimiento de salida de uno mismo y búsqueda, no ya de Dios, sino de «el Otro». Toma del misticismo la experiencia del éxtasis, la «salida hacia» el amor humano, la amistad, la solidaridad en el dolor…; encontrando además otro punto de contacto con la experiencia poética de los grandes místicos en la propia escritura: el éxtasis se cumple en la escritura, pues la Poesía es el Imposible (un avcla qui va dizer / una palabra que está por decir).

Por eso, «lo que puede hacerse es escribir poemas», a pesar de los nuevos campos de concentración de nuestros días, contra ellos, por la vida.

Por Nayra Pérez