ALGUNOS PENSAMIENTOS SOBRE LA EDUCACIÓN LIBERADORA

2845

«Cada alumno es él solo un universo misterioso…¿Quién es capaz de prever las aventuras de un espíritu, quién puede escrutar el transfondo de una personalidad todavía oscura para si misma?.Einstein que pensaba despacio pero con profundidad y que, a los once años, para distraerse, leía a Kant y tocaba a Beethoven, fue descrito por uno de sus profesores como retrasado mental. A Cézanne no le aceptaron en la escuela de Bellas Artes por dibujo deficiente. Proust coleccionaba malas notas por sus composiciones mal redactadas y Zola obtuvo un cero redondo en literatura francesa. » Michel Barlow. Diario de un profesor novato…
«Los alumnos de nuestros institutos-cuarteles se aglutinan unos tras otros en clases que caricaturescamente se parecen a teatros : prisioneros en la caverna , condenados con grilletes y anteojeras a mirar fijamente el encerado o la nariz oracular del profesor, hasta que el sueño les domina; condenados a escuchar en silencio , condenados a repetir y quizás a comprender … Lo que verdaderamente importa no son mis discursos, por elocuentes y bien documentados que puedan estar, sino el misterioso despertar de las almas que se opera a través de caminos muy lentos y siempre imprevistos…. »

Michel Barlow. Diario de un profesor novato. pag 38

«Cada alumno es él solo un universo misterioso…¿Quién es capaz de prever las aventuras de un espíritu, quién puede escrutar el transfondo de una personalidad todavía oscura para si misma?.Einstein que pensaba despacio pero con profundidad y que, a los once años, para distraerse, leía a Kant y tocaba a Beethoven, fue descrito por uno de sus profesores como retrasado mental. A Cézanne no le aceptaron en la escuela de Bellas Artes por dibujo deficiente. Proust coleccionaba malas notas por sus composiciones mal redactadas y Zola obtuvo un cero redondo en literatura francesa. »

Michel Barlow. Diario de un profesor novato. pag 50

«Por mi parte no quiero dar una enseñanza de vida y no de muerte. Me acusarán sin duda de ser demasiado apasionado .¡Que me importa!. Mi papel no consiste en formar académicos provincianos, sino hombres de nuestro tiempo. Como decía Rebelais, el discípulo no es un vaso que se llena sino un fuego que se enciende .Quiero que mis alumnos topen con la profunda angustia de los hombres de hoy, hacer saltar el caparazón de los prejuicios moralizantes y pequeño-burgueses en los que se hunde lastimosamente, hacerles permeables, vulnerables a su época, despertad en ellos la inquietud, una de las mas valiosas virtudes, quizá para hombres actuales que quieran ser conscientes…».

Michel Barlow. Diario de un profesor novato. pag 80.

» La escuela deja de ser el territorio del saber , sabido de antemano, y los maestros, al pie de la tarima, buscan también afanosamente el nombre verdadero de las cosas y de las situaciones para tomar postura razonable y personal . A la escuela, en efecto, habrá que ir cada mañana entero, con la vida en las manos, y no sólo a instruirse la cabeza dejando el resto de la vida atrás. Y por la escuela se verán desfilar y no sólo las que tu vieron tiempo de ser esueltas y archivadas en los libros de texto .Desfilarán la información del día y los informadores, que nombran a diario la realidad sin contar con nosotros. »

José Luis Corzo . Educarnos en tiempo de crisis. pag. 61

«porque dado que la educación es un medio eficaz de promoción social y económica para el individuo, si al escuela católica la impartiera exclusiva o preferentemente a elementos de una clase ya privilegiada, contriburía a robustecerla en una posición de ventaja sobre la otra , fomentando así un orden social injusto.»

Concilio Vaticano II. G.E,9

«Los educadores creen vanidosamente que son ellos los que dan forma al sistema educativo de acuerdo con sus preferencias. Es posible que no carezcan totalmante de influencia, pero la fuerza decisiva es el sistema económico. Lo que el educador considera posibilidad suya de decidir es en la mayoría de los casos sólo el margen dentro del cual puede dar respuesta a las necesidades del sistema económico.»

J.K.Galbraith . El nuevo Estado Industrial. pag 298.

«Es una universidad triste, de gente preocupada egoístamente por el futuro, que va calculando ya las posibilidades de empleo y que con frecuencia considera a sus compañeros como la competencia para encontrar empleo el día de mañana. Por eso, cada vez es más raro pasar copias o apuntes. En la universidad, los jóvenes no arreglan el mundo tres veces al día, como hacían en los sesenta; arreglarlo no les importa nada, aunque tengan 18 o 19 años ; lo que les importa es la profesión (…) .A los alumnos se les puede se les pueden decir las cosas más dispares , extrañas o provocativas sin encontrar contestación , sin que sepamos si están de acuerdo o no con nuestras ideas. Para ellos lo único importante parece ser tomar apuntes y aprobar.»

Luis de Sebastián. La seguridad ante la ofensiva…

«Nuestro defecto es aprender más por la escuela que por la vida».
«Lo que de raíz se aprende nunca del todo se olvida»
Séneca

«De los maestros depende que haya en la humanidad un conjunto de esclavos o una asociación de hombres libres».
Sarmiento

«El que repite lo que no comprende no es superior a un asno cargado de libros.»
J.Gibran

«La mayor parte de la gente confunde la educación con la instrucción»
Severo Catalina

«Hay que gente que tiene en el lenguaje costumbres de loro y en la vida costumbres de mono.Sólo dicen lo que han oido a otros y sólo hacen lo que han visto hacer.»
Maurice Baring

» Mucho de lo que hagamos al salir de esta sala hoy va a depender de cómo eduquemos a los jóvenes en las escuelas. ¿Para qué estamos preparando a nuestros jóvenes? En mi país, cada escuela está instalando computadoras y telecomunicaciones para preparar a los jóvenes para los habilidades del mercado en el lenguaje del nuevo siglo del ciberespacio y la biotecnología. Estoy seguro que Ustedes también lo están haciendo en sus escuelas. Pero ahora, nuestros educadores en Estados Unidos están empezando a preocuparse de que estamos poniendo demasiados huevos en la misma canasta. ¿Para qué estamos preparando a toda una generación para el ciberespacio y la economía de la información y las ciencias de la vida si no vamos a necesitar a toda esta gente? Podemos estar formando a toda una generación para el cinismo y la desesperación porque no van a tener empleo. Eso puede crear las condiciones para una reacción política extrema. En mi país tenemos graduados universitarios que tienen todas las habilidades del conocimiento y que están trabajando pero ya están subempleados. En otras palabras, los empleos en los que trabajan requieren menos habilidades de las que tienen basadas en su educación. Imagínense qué va a suceder en diez, quince o veinte años.

Sin embargo, existe otra revolución que está ocurriendo en el sistema educativo americano de la cual me gustaría hablar. Se encuentra en el origen, en cada escuela, no ha sido orquestada por el gobierno pero podría ser la revolución más grande en la educación desde que pasamos del sistema de aprendices al sistema escolar en aulas en los albores de la revolución industrial. Se llama la educación civil. A veces la llamamos el aprendizaje de servicios, la educación de los ciudadanos, la reforma educativa democrática pero el nuevo término es educación civil. ¿Qué es? Estamos empezando a entender que los alumnos de cualquier edad aprenden mejor si su educación es experimental y está basada directamente en la resolución de problemas en el tercer sector, en la comunidad. Estamos borrando las fronteras entre la clase y el barrio. Estamos invitando a los educadores informales y a las organizaciones con base en la sociedad para que junto con los maestros, los alumnos y los padres creen una pedagogía y una currícula basadas en la educación directa en la comunidad. ¿Qué significa esto? Si su hijo de 12 años está aprendiendo los principios de la zoología, tal vez los aprenda participando en un programa de rehabilitación de la fauna o en una protectora de animales. Los alumnos aprenden al resolver problemas, creando un capital social e insertándose en las relaciones con la comunidad en la que viven, incluido la comunidad biótica. Esto se aplica también a los idiomas, las ciencias naturales, las ciencias sociales, la humanística. Es curioso, cuando uno se detiene a pensarlo, que eduquemos a nuestros alumnos en clases estériles y abstractas que no tienen absolutamente ninguna relación con las comunidades y culturas en las que viven. La comunidad es la verdadera clase. Es ahí donde viven y respiran los seres humanos. Es ahí donde coexisten con nosotros las otras criaturas. De modo que estamos empezando a decir en Estados Unidos: «Derribemos las paredes de las clases y compartamos las responsabilidades de la educación entre el tercer sector y el sector educativo». A partir del año próximo, y esto no es solamente académico, voy a co-presidir la Iniciativa de la Asociación Nacional sobre Educación y la Sociedad Civil en Estados Unidos. Está formada por los Directores Generales de las 71 asociaciones educativas principales en mi país desde las Juntas Directivas Nacionales hasta las Asociaciones de Directores y los Sindicatos de Maestros y Profesores. Está formada por los principales grupos de la comunidad, desde la Cruz Roja Nacional hasta «Big Brothers Big Sisters». Hemos negociado un programa de siete puntos para que la educación civil sea el centro de la currícula en miles de distritos escolares empezando en el año 2000. Vamos a transformar y revolucionar la educación en Estados Unidos. »

Jeremy Rifkin

La denuncia de Mounier es tajante: «se ha podido decir de nuestra educación que es, en grandes líneas: «una matanza de inocentes»: desconoce la personalidad del niño como tal, al que impone un concentrado de las perspectivas del adulto. » La meta de la educación, según Mounier, no es hacer, sino despertar personas. Un persona se suscita por invocación, no se fabrica por domesticación.

Adolfo Hitler se dio cuenta que la debilidad de espíritu era tan evidente entre sus seguidores que llegó a decir:
» Me valgo de la emoción para la mayoría y reservo la razón para la minoría» y afirmaba: por medio de hábiles mentiras, repetidas hasta la saciedad, es posible hacer creer a la gente que el cielo es el infierno… y el infierno es el cielo… Cuanto más grande es la mentira, más la creen».

PEDAGOGÍA DE LA ESPERANZA. POR PAULO FREIRE

Al terminar, un hombre joven todavía, de unos 40 años, pero ya gastado, pidió la palabra y me dio tal vez la lección mas clara y contundente que he recibido en mi vida de educador.

En aquella época yo daba largas charlas sobre los temas escogidos. Repitiendo el camino tradicional del discurso sobre, que se hace a los oyentes, pasé al debate, a la discusión, al diálogo en torno a un tema con los participantes. Ya aun cuando me preocupaba el ordenamiento, el desarrollo de las ideas, hacía casi como si estuviera hablando a los alumnos de la universidad…

Por otra parte, a pesar de algunos años de experiencia como educador, con trabajadores urbanos y rurales, yo todavía partía casi siempre de mi mundo, sin más explicación, como si éste tuviera que ser el «sur» que los orientase…

Un momento podría decir solemne, entre otros, de ese aprendizaje, ocurrió durante la mencionada gira de charlas en que examiné la cuestión de la autoridad, la libertad, el castigo y el premio en la educación…

Hablé largamente sobre el tema, citando al propio Piaget y defendiendo una relación dialógica, amorosa, entre padres, madres, hijas, hijos, que fuera sustituyendo el uso de castigos violentos…

Mi error estaba, primero, en el uso de mi lenguaje, de mi sintaxis, sin mayor esfuerzo de aproximación a los de los presentes. Segundo, en la casi nula atención prestada a la dura realidad del enorme público que tenía frente a mí.

Al terminar, un hombre joven todavía, de unos 40 años, pero ya gastado, pidió la palabra y me dio tal vez la lección mas clara y contundente que he recibido en mi vida de educador.

No sé su nombre… No sé si vive todavía. Posiblemente no. La malignidad de las estructuras socioeconómicas del país, que adquiere colores aún más fuertes en el Nordeste brasileño, el dolor, el hambre, la indiferencia de los poderosos, todo eso debe de haberlo tragado hace mucho.

Pidió la palabra y pronunció un discurso que jamás pude olvidar, que me ha acompañado vivo en la memoria de mi cuerpo durante todo ese tiempo y que ejerció sobre mí una influencia enorme…

Casi siempre, en las ceremonias académicas, lo veo de pie, en uno de los costados del salón grande, la cabeza erguida, los ojos vivos, la voz fuerte, clara, seguro de sí mismo, hablando su habla lúcida.

«Acabamos de escuchar -empezó- unas palabras bonitas del doctor Paulo Freire. Palabras bonitas de veras. Bien dichas. Algunas incluso simples, que uno entiende fácil. Otras más complicadas, pero pudimos entender las cosas más importantes que todas juntas dicen.

Ahora yo quería decirle al doctor algunas cosas en que creo que mis compañeros están de acuerdo -me contempló con ojos mansos pero penetrantes y preguntó-: Doctor Paulo, ¿usted sabe dónde vivimos nosotros? ¿Usted ya ha estado en la casa de alguno de nosotros?» Comenzó entonces a describir la geograía precaria de sus casas. La escasez de cuartos, los límites ínfimos de los espacios donde los cuerpos se codean. Habló de la falta de recursos para las más mínimas necesidades. Habló del cansancio del cuerpo, de la imposibilidad de soñar con un mañana mejor. De la prohibición que se les imponía de ser felices. De tener esperanza.

Siguiendo su discurso yo adivinaba lo que vendría, sentado como si fuera realmente hundiéndome en la silla, que en la necesidad de mi imaginación y en el deseo de mi cuerpo se iba convirtiendo en un hoyo para esconderme. Después guardó silencio por algunos segundos, paseó los ojos por el público entero, me miró de nuevo y dijo:

«Doctor, yo nunca fui a su casa, pero le voy a decir cómo es. ¿Cuántos hijos tiene? ¿Son todos varones?»

«Cinco -dije yo hundiéndome aún más en la silla-. Tres niñas y dos niños.»

«Pues bien, doctor. Su casa debe ser una casa rodeada de jardín… Debe tener un cuarto sólo para usted y su mujer. Otro cuarto grande para las tres niñas. Hay otro tipo de doctor que tiene un cuarto para cada hijo o hija, pero usted no es de ese tipo, no. Hay otro cuarto para los dos niños. Baño con agua caliente… Un cuarto para la sirvienta, mucho más chico que los de los hijos y del lado de afuera de la casa. Un jardincito con césped… Usted debe de tener además un cuarto grande donde pone los libros, su biblioteca de estudio. Por cómo habla se ve que usted es hombre de muchas lecturas, de buena memoria.»

No había nada que agregar ni que quitar: aquella era mi casa. Un mundo diferente, espacioso, confortable.

«Ahora fíjese, doctor, en la diferencia. Usted llega a su casa cansado. Hasta le puede doler la cabeza con el trabajo que usted hace. Pensar, escribir, leer, hablar, el tipo de plática que usted nos acaba de dar. Todo eso cansa también. Pero -continuó- una cosa es llegar a su casa, incluso cansado, y encontrar a los niños bañados, vestiditos, limpiecitos, bien comidos, sin hambre, y otra es encontrar a los niños sucios, con hambre, gritando, haciendo barullo. Y uno se tiene que despertar al otro día a las cuatro de la mañana para empezar todo de nuevo, en el dolor, en la tristeza, en la falta de esperanza. Si uno le pega a los hijos y hasta se sale de los límites no es porque uno no les ame. Es porque la dureza de lavida no deja mucho para elegir.»

Esto es saber de clase, digo yo ahora. Ese discurso fue pronunciado hace cerca de 32 años. Jamás lo olvidé. Me dijo, aunque yo no lo haya percibido en el momento en que fue pronunciado, mucho más de lo que inmediatamente comunicaba…

El hecho de que no haya olvidado nunca la trama en que se dio ese discurso es significativo. El discurso de aquella noche lehana se aparece frente a mí como si fuese un texto escrito, un ensayo que tuviese que revisitar constantemente. En realidad fue el punto culminante de un aprendizaje iniciado mucho antes -el de que el educador o la educadora, aun cuando a veces tenga que hablarle al pueblo, debe ir transformando ese al en con el pueblo. Y eso implica respeto al «saber de experiencia hecho» del que siempre hablo, a partir del cual únicamente es posible superarlo.

Aquella noche, ya dentro del carro que nos llevaría de vuelta a casa, hablé un poco amargado con Elza, que raramente no me acompañaba a las reuniones y hacía excelentes observaciones que me ayudaban siempre.

«Pensé que había sido tan claro -dije-. Parece que no me entendieron.»

«¿No habrás sido tú, Paulo, quien no los entendió? -preguntó Elza, y continuó-: Creo que entendieron lo fundamental de tu plática. El discurso del obrero fue claro sobre eso. Ellos te entendieron a ti, pero necesitaban que tú les entendieras a ellos. Esa es la cuestión.»

– Paulo Freire – Autogestión