Comunicado ante la situación política en Cataluña

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Este sistema de injusticia no se combate con nacionalismo, sino con el internacionalismo solidario. Desde la caída del Muro de Berlín se ha multiplicado la creación de estados. Y esto no es casualidad. Precisamente, el nacionalismo es uno de los instrumentos políticos predilectos para someter a la mayoría de la humanidad utilizando la vieja técnica de «divide y vencerás»

COMUNICADO ANTE LA SITUACIÓN POLÍTICA EN CATALUÑA

El Movimiento Cultural Cristiano (MCC), asociación católica que tiene sus raíces en la lucha por la justicia y en la militancia del apostolado obrero nacido en los años 40, con Guillermo Rovirosa, para la promoción de una cultura solidaria y autogestionaria como bien universal y accesible a todos, a raíz de la situación política que atraviesa la comunidad de Cataluña en los últimos años, incluida la convocatoria de una consulta por la independencia, el MCC en Cataluña comunica:

Primero

El primer problema político, a gran distancia de los demás, es el hambre, fruto de un sistema político y económico mundial radicalmente injusto. Solo los niños muertos por diarrea en la última década son muchos más que todas las víctimas de todas las guerras desde la Segunda Guerra Mundial.

Los catalanes formamos parte, territorial, política, económica, cultural y socialmente de la Unión Europea, uno de los pilares del actual sistema político imperialista causante del hambre, el paro, la esclavitud infantil y la cultura de muerte que sostiene estos crímenes contra la humanidad.

Este sistema de injusticia no se combate con nacionalismo, sino con el internacionalismo solidario. Desde la caída del Muro de Berlín se ha multiplicado la creación de estados. Y esto no es casualidad. Precisamente, el nacionalismo es uno de los instrumentos políticos predilectos para someter a la mayoría de la humanidad utilizando la vieja técnica de «divide y vencerás». No hay que olvidar que la Primera Guerra Mundial, de la que se cumplen 100 años, se hace con partidos socialdemócratas que votan los créditos para la guerra, traicionando el internacionalismo proletario que hizo temblar al capitalismo.

Para los empobrecidos de la Tierra, para los que la solidaridad es cosa de vida o muerte, el nacionalismo es sinónimo de insolidaridad, y por tanto de muerte.

Segundo

El enriquecimiento de algunas regiones españolas, como Madrid, País Vasco y Cataluña, no es independiente del empobrecimiento de otras regiones de España y de otros continentes. En estos momentos lo honrado es plantear el enriquecimiento de Cataluña, que no el falso empobrecimiento. Debemos, por tanto, exigir el reconocimiento de la aportación que el resto de pueblos de España y del mundo han hecho al pueblo catalán a lo largo de los siglos y, lógicamente, exigir también su restitución. No hacerlo es inmoral.

La deriva que el nacionalismo catalán ha encontrado en el «9-N» es la excusa para hinchar las velas del soberanismo insolidario. Que una parte muy significativa de los catalanes confundan la libertad con «el derecho a decidir» es una muestra más de nuestro egoísmo colectivo, que prioriza, legislatura tras legislatura, nuestros privilegios frente al bien común de la humanidad.

El principal ataque que sufre la democracia en Cataluña son los innumerables casos de corrupción, los apaños en los juzgados, en las fiscalías generales, los indultos y la impunidad del “oasis catalán”, con que las élites enriquecidas catalanas acaparan beneficios, posición social y poder, tal como lo hicieron en tiempos de Franco. La corrupción política es un atentado a la democracia, que sólo erradicaremos con un cambio moral profundo en la sociedad.

Nacionalismo y Solidaridad son incompatibles. Dos actitudes contrapuestas, dos sistemas de valores contradictorios, dos culturas políticas antagónicas, dos visiones del mundo enfrentadas. La búsqueda de la identidad, por encima de la equidad; nuestra particularidad, como superior a la solidaridad con los últimos; la superposición de la nación, por encima de las personas y del bien común; lo emotivo y visceral como más importante que lo racional y el sentido común…es una dialéctica autodestructiva para el pueblo catalán.

Tercero

La Iglesia Católica siempre ha rechazado todas aquellas formas de estado e ideologías basadas en la absolutización de la nación, en las que la comunidad nacional o la identidad nacional se convierten en ídolos. Y esto porque todos los ídolos terminan exigiendo sacrificios humanos. Sin ignorar la nación como entidad cultural, la Iglesia Católica siempre ha primado la dignidad de la persona humana, el bien común del pueblo y como consecuencia, la unidad fraternal de todos los pueblos.

En Cataluña, la centralidad política no la ocupa el Bien Común, y eso es lo que debería preocupar de verdad a los cristianos. El deterioro de las raíces culturales supone un debilitamiento del sentido del pecado social y una oposición a principios morales objetivos. Cuando lo universal se subordina a lo particular siempre se acaba sacrificando la identidad cristiana, dividiendo a la Iglesia y al pueblo.

El anhelo de Paz, fruto de la Justicia entre todos los pueblos de la Tierra es para el Catolicismo sinónimo de Solidaridad.

Guillem Rovirosa, catalán, actualmente en proceso de beatificación, proclamaba:

«¡Ni banderas ni fronteras!»

Firmado: Movimiento Cultural Cristiano (Cataluña)