Conflicto palestino-israelí: El Papa Francisco no se ha equivocado

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Recientemente la Federación de Comunidades Judías de España condenó el asesinato del joven palestino Mohamed Abu Jdeir a manos de extremistas judíos, sumándose a las condenas del Primer Ministro israelí, y de los líderes políticos y religiosos de Israel, y confiando en que el peso de la Justicia de Israel caerá sobre los responsables de este crimen.

La comunidad judía en España dejo bien claro que desea que se restablezca la normalidad en la zona, que desaparezcan el odio, el terrorismo y los actos inhumanos, y que israelíes y palestinos puedan llegar a vivir en paz y armonía en un futuro no muy lejano.

Este gesto es muy importante. Sólo si hay dos comunidades fuertes de israelíes y palestinos que quieran la paz, aunque no sean mayoritarias, se podrá terminar con un conflicto que en estos días es de estado de guerra, que lleva ya muchas décadas abierto.

Algunos piensan que, a la luz de empeoramiento de estas últimas semanas, la oración por la paz en los jardines vaticanos, convocada por el Papa Francisco, en la que se involucraron los dos grandes líderes de los dos bandos enfrentados, no sirvió para nada. Incluso algún importante eclesiástico ha llegado a decir, con tono despectivo, que se trató sólo de una oración.

Pero se equivocan. La oración, como ha recodado el Papa, es el más potente y el último “arma político” para la paz, porque eleva las voluntades al máximo de sus principios y convencimientos, y porque eleva a una estancia superior la conciencia humilde de la incapacidad humana para resolver los problemas sólo a base de estrategias y componendas. Sólo Dios es capaz de sembrar en el corazón humano las dosis de piedad y de misericordia suficientes para la paz. Más aún entre dos comunidades que justifican su antagonismo en sus convencimientos patrióticos y religiosos de modo inseparable.

Los santos papas Juan XXIII y Juan Pablo II conocieron el éxito de su mediación para impedir la guerra de los misiles el primero, que podría haber desatado una tercera guerra mundial, o la guerra entre Chile y Argentina, el segundo. Pero ninguno de los dos pudo ver el resultado de su mediación en el conflicto palestino-israelí. No perdamos la fe en que ahora pueda ser Francisco el nuevo enviado por el Príncipe de la paz.

Autor: Manuel Bru