Cuando los pobres se organizan. En Brasil, vecinos se asocian para construir un puente

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La lección de los vecinos que hicieron un puente 54 veces más barato que lo presupuestado por la alcaldía

Tiene 25 metros de largo, pero el puente construido por los vecinos de una ciudad del interior de Brasil le pasó por encima a enormes problemas de dinero, ineficiencia y quizá hasta de corrupción que devoran a este país.

La historia transcurre en Barra Mansa, un municipio ubicado unos 130 kilómetros al noroeste de la ciudad de Río de Janeiro, dentro del mismo estado.

Allí hay dos barrios de casas humildes, muchas de bloques a la vista: Nova Esperança y São Luiz, separados por un riachuelo de vegetación tupida, que según vecinos complicaba su día a día.

La cuestión, explican, es que apenas uno de esos barrios tiene puesto de atención médica y entrega de medicamentos. A su vez, solo en la otra orilla se detiene un autobús camino a una zona más comercial de la ciudad.

Para acceder a esos servicios sin un puente que conectara ambas comunidades, los habitantes tenían que contornear el riachuelo por cerca de dos kilómetros.

Instalaron pasajes de madera, pero cuando llovía el agua crecía y se los llevaba. Pidieron a la alcaldía un puente de verdad, pero la respuesta era que no había dinero, por la crisis económica.

Cansadas de esperar durante dos décadas, dos amas de casa que viven a ambos lados del riachuelo, Manoelina dos Santos, de 72 años, y Juracy de la Conceição, de 65, tuvieron una idea: ¿qué tal si lo hacen los vecinos?

“Si dependíamos del poder público, íbamos a esperar otros 10 años”, sostiene Adalto José Soares, un comerciante del lugar de 52 años e hijo de Manoelina. “Ahí tuvimos esta actitud, recaudamos dinero de los habitantes y lo hicimos”, agrega en diálogo con BBC Mundo.

El resultado: un puente 54 veces más barato que lo calculado por la alcaldía y levantado en apenas un mes, toda una lección en un país cuyo poder público parece en estado de descomposición.

«Variación de calidad»

Milton Avelino, presidente de la asociación de habitantes de Nova Esperança, explica en reales la diferencia de costos del puente: “Por la alcaldía era presupuestado en 270.000; nosotros lo hicimos con 5.000”.

Es decir, apenas precisaron del equivalente a 1.500 dólares para realizar una obra que según las autoridades locales costaría 81.000.

¿A qué se debe semejante disparidad?

La superintendencia de obras y servicios públicos de Barra Mansa sostuvo que existe una “variación de calidad de los proyectos”.

“Como fue hecho sin el aval de la alcaldía, no hay cómo garantizar que hubo un proyecto elaborado con un cálculo estructural eficiente, previendo, por ejemplo la variación del nivel del río”, argumentó.

Pero Soares recuerda que en abril las olas del Atlántico derrumbaron parte de una ciclovía recién inaugurada por la alcaldía de Río de Janeiro, a un costo de 12,6 millones de dólares, matando a dos personas.

“¿No hicieron con ingeniería esa ciclovía bonita en Río… y murieron dos?”, pregunta. “Nosotros hicimos una buena fundación, aunque la mano de Dios es pesada… Manda aquella lluvia fuerte y nadie puede garantizar que (al puente) no lo pueda llevar”.

La obra cuenta con tres pilares de cemento, sobre los que montaron dos vigas, que sostienen el piso de chapas de 1,10 metros de ancho, los pasamanos y tensores metálicos.

“Está capacitado para soportar hasta tres toneladas en movimiento”, calcula Antonio Carlos Moura, un vecino de 56 años que trabaja con portones eléctricos y estructuras metálicas.

El participó de la obra, al igual que albañiles, soldadores de plataformas de navíos, electricistas, pintores… Trabajaron sólo sábados y domingos, y en cuatro fines de semana lo lograron.

Sospechas de corrupción pública

Varios sospechan que la diferencia de costos del puente se debe a que en la alcaldía inflaron el presupuesto para desviar dinero, como ocurría en la petrolera estatal Petrobras hasta que estalló el escándalo de sobornos que ahora salpica a toda la clase política brasileña.

“Creo que el poder público todavía iba a hacer una obra sobrefacturada encima de una comunidad que lucha con dificultades, una ciudad pobre de un país que se encuentra quebrado”, comenta Moura a BBC Mundo.

Casualmente, este mismo mes el alcalde de Barra Mansa, Jonas Marins, fue separado del cargo de forma temporal por la justicia, acusado de irregularidadesen gastos millonarios en el área de salud, algo que él niega.

El alcalde interino, Jorge Costa, admite que le “causa mucha extrañeza” la distancia entre el valor real del puente y el calculado por la alcaldía, aunque dice que no puede afirmar o descartar que se deba a la corrupción.

“Me sentí muy avergonzado de que mi ciudad no haya construido el puente”, señala Costa a BBC Mundo y agrega que hace unos días fue personalmente a pedirle “disculpas” a los vecinos.

En los dos barrios ahora conectados por la obra, algunos ya se ilusionan con que el ejemplo sea un grano de arena que contribuya a cambiar las cosas en Brasil.

“Quién sabe si en el futuro, cuando las comunidades consigan hacer sus puentes, carreteras, viaductos y hospitales, no vamos a oír hablar más de políticos corruptos ni de corrupción”, sueña Moura.

Autor: Gerardo Lissardy