CUENTOS AFRICANOS (I)

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Ofrecemos cuatro cuentos africanos publicados en el boletín «Selva y Sabana» de la Sociedad de Misiones Africanas : El Ogro y Ale, Un cascote y un collar , El amor que atraviesa el fuego, El origen de los Gandó



EL OGRO Y ALE

El Ogro, al que también llamaban el Astuto, y Ale eran muy amigos. Se querían de verdad y se confiaban todos los secretos. Ambos solían ir juntos de caza y colocaban sus cepos en el bosque, cada uno los suyos, y cada uno los recogía por la tarde con las piezas que habían caído durante el día. La suerte era incierta, unas veces ganaba Ale y otras el Ogro. Ambos gozaban de una suerte cambiante, pero eso nunca creó entre ellos ni celos ni desconfianzas Los dos se daban una vuelta por la tarde para recoger el botín del día. Aquella tarde, la pieza de Ale era mayor y de mejores carnes que la del Ogro, la diferencia era notable y es así como nació la envidia en el corazón del Ogro contra su amigo Ale, hasta el punto que no paraba de darle vueltas a la cabeza buscando un medio para sustraer la caza de Ale, hasta que no pudiendo más, dijo a su amigo:

– Querido amigo, creo que lo mejor que podemos hacer es comernos aquí mismo la caza del día. Llevarlas hasta nuestras guaridas me parece una tarea poco menos que imposible, perderemos el tiempo y nos cansaremos en vano. Lo mejor es que nos sentemos en este lugar que parece acogedor y demos buena cuenta de lo que hemos cazado. Para eso somos amigos, para compartir todo lo que tenemos. Venga, trae lo que tú has cogido, vamos a empezar por tu pieza, que es la mejor, y luego seguiremos con la mía. El Ogro pensaba comerse la caza de su amigo y conservar la suya. Pero su amigo Ale no era tan tonto como se creía el Ogro, la verdad es que le había sorprendido mucho su actitud, nunca había actuado así, pero enseguida comprendió cuales eran las intenciones de su amigo y respondió:

– Amigo mío y querido. Estoy de acuerdo con que nos detengamos aquí para comer y no tener que arrastrar la caza hasta nuestros hogares que están lejos, pero creo que es mejor que nos comamos la tuya que es más flaca y poca cosa y conservemos la mía que es mayor.

Ale quería conservar su animal y llevárselo a casa vivo, tal como lo conservaba hasta el instante. El Ogro aceptó la idea de su amigo y se comió de forma egoísta y glotona su caza dando solamente a su compañero de aventuras la lengua de su animal..Éste la metió en la boca pero no se la tragó.. Poco después, una fuerte discusión surgió entre los dos amigos preparada por el Ogro; y cuando más fuerte se discutía el Ogro reclamó la lengua de su animal pensando que Ale se la había comido ya, pero Ale la sacó de su boca y se la entregó sin ninguna protesta ni enojo. El Ogro, no pudiendo llevar a efecto sus planes, se excusó e invitó a su amigo a tragarse la parte que le correspondía de su pieza , pero Alè no le hizo caso y cada vez que el Ogro se volvía a enfadar y a exigir la devolución de su lengua, Ale se la presentaba hasta que Ale creyó que la discusión había terminado y se comió definitivamente la carne.. El Ogro, buen observador, se dió cuenta de que por fin su amigo se había tragado la lengua de su animal y volvió a reclamársela. Ale, no sabiendo cómo reaccionar, confesó que se la había comido. ¿Qué va a decir? No lo podía negar.

– Si es así, vamos a matar a tu animal y nos lo vamos a comer ahora mismo; argumentó el Ogro lleno de cólera fingida y dispuesto a realizar sus deseos.

El Ogro mató la caza de Ale y a éste le entregó la cabeza guardándose el resto del animal. Ale se calló, no quiso discutir, era inutil. Así es que, sin decir nada marchó camino adelante fingiendo una humillación que le era difícil soportar. Abandonó a su amigo en el bosque y se adelantó un buen trecho. Cavó un agujero profundo y se metió dentro sosteniendo con sus manos la cabeza que le había dado su amigo. Nadie se podía imaginar que alguien sostenía esa cabeza desde el interior del agujero. Era una trampa que había preparado para vengarse del Ogro.

Al poco rato apareció su ilustre amigo feliz y orgulloso de haber vencido a su compañero sustrayéndole con su ingenio la carne tan exquisita que había cazado ese día. De repente, descubrió en el suelo una cabeza misteriosa que emergía de la tierra produciendo un ruido de ultratumba. Eso no podía ser nada más que un fetiche y el Ogro, aterrorizado, cayó de rodillas. La voz decía:

– Ogro, te estás portando de manera irrespetuosa. Esta tierra es sagrada y la has profanado, dame las piernas del animal que has cazado.

El Ogro se las dio, pero el fetiche no se contentó con ello y pidió las costillas, el lomo, toda la carne que el Ogro había sustraído a su amigo Ale.

– ¡Y ahora quiero que me des una de tus piernas!, gritó el fetiche.

El Ogro, temblando de miedo, inició una veloz carrera a través de la sabana que desapareció en un instante y no se le volvió a ver más, temeroso de la voracidad de aquel fetiche. Mientras tanto, Ale salió de su agujero y recogió la carne que el Ogro había abandonado.

Así es que, en la amistad, es mejor confiar enteramente en el amigo y no ocultarle nada con la precaución de que uno se puede encontrar en la vida con alguien más astuto que uno mismo, por muy inteligente que se crea.

Cuento recogido por Rafael Marco SMA


UN CASCOTE Y UN COLLAR

En un pueblecito yoruba vivían dos agricultores. Un día, uno de ellos fue a visitar al otro y le pidió prestado el cuello de un cántaro roto que había visto en el patio de su vecino. Este se lo dio y aquel lo puso como rotección de un arbol de kola jovencito que las gallinas impedían su desarrollo. El arbol creció y se desarrollaron sus ramas que emezaron a dar fruto. Cuando recogió las primeras nueces de Kola, fue a ver a su vecino y le entregó un buen puñado como prueba de agradecimiento. El vecino, sorprendido, reaccionó de forma insospechada, fue a ver a su congénere y le exigió que devolviese su cuello de cántaro.

– Es imposible, el arbol ha crecido dentro del anillo de la vasija de barro.

– Me da lo mismo, yo quiero mi cascote de arcilla.

Nadie pudo convencerle de lo irracional de su conducta, ni siquiera el rey del lugar, y el dueño del colatero tuvo que cortar el arbol para devolverle su boca de cántaro.
Un tiempo después los dos hombres se convirtieron en padres de familia, los dos tuvieron una hija que con el paso del tiempo se convirtieron en buenas amigas. La hija del propietario del cascote se casó y tuvo a su vez una hija. Un día fue a ver a su vecina y le dijo:

– Nuestra familia celebra una fiesta y quiero que mi hija sea la que lleve las mejores y más bellas ropas. Tengo ya todo lo necesario. Sólome falta un collar y quería pedirte el tuyo, aquel tan bonito que llevabas cuando tenías su edad.

La muchacha aceptó. Fue a buscar el collar y lo puso al cuello de la niña. Cuando volvió a su casa, le dijo a su padre lo que había sucedido. El padre le respondió:

– Has hecho muy bien, pero te ruego que no lo aceptes cuando te lo devuelvan si no es tal y como tú lo anudaste a la niña.
Cuando terminó la fiesta, la madre de la niña quiso devolver el collar a la dueña pero esta la detuvo diciendo:

– No, no no. Devuélvemelo tal y como se lo dejé a la niña. La madre trató de soltarlo pero le fue totalmente imposible mientras su amiga le decía:

– – No lo sueltes porque yo no te lo dejé así, dámelo tal como te lo dí. Sácaselo por encima de la cabeza.

– Eso es imposible.

– Pero me tienes que dar el collar.

No había manera de resolver el problema hasta que el rey propuso que los ancianos del reino estudiasen la cuestión. Entonces recordaron que el monarca anterior había dictado una sentencia que tendría funestas consecuencias para el juicio que debía dictar al día siguiente y entonces recordaron el enfrentamiento que hubo entre el propietario del collar y el de el cuello del cántaro y cómo aquel tuvo que cortar su arbol por el capricho de su vecino.

Entonces, concluyeron diciendo:

– Majestad, la sentencia que tendreis que dar mañana os será dictada por vuestro propio padre; si hubo que cortar el arbolito de kola para devolver un viejo trozo de arcilla, habrá tambien que cortar la cabeza de la jovencita para devolver el collar.

Cuento fon


EL AMOR QUE ATRAVIESA EL FUEGO

(Cuento Fon)

Erase una vez un joven cuyos padres habían ido a consultar a Fa cuando nació y Fa les respondió diciendo que el muchacho no debía casarse jamás. El muchacho creció y un día que se paseaba por el mercado, una joven que se encontraba vendiendo en un tenderete próximo le dijo repentinamente:

-Joven, quiero casarme contigo. El joven le respondió diciendo:

– Lo siento pero no me puedo casar contigo. La muchacha no se quedó convencida por la respuesta del joven y le contestó diciendo que sería su mujer por encima de todo y nada ni nadie me lo podrá impedir.

Un día que la joven vendedora se enteró de que su amor estaba en los alrededores, fue a verle y le habló de tal manera que el joven la aceptó por su mujer. Fa se lo había prohibido y el enamorado no tardó en morir.

Los padres, cuando se enteraron de lo que había pasado, fueron a ver a la joven viuda y le reprocharon su conducta y le pidieron que les devolviese a su hijo sano y salvo. Consultaron a Fa y Fa les dijo:

– Vuestro hijo puede volver a la vida pero antes tenéis que cavar una fosa, la llenaréis de leña, le prenderéis fuego y el joven volverá a la vida

El sacerdote, ayudado por la familia, cavó la fosa, la llenó de leña, le prendió fuego y echó aceite por encima, pero ni el padre ni la madre se atrevieron a pasar a través de las llamas. La joven, viendo el comportamiento de la familia, por amor al que había tomado por marido y sintiéndose culpable de su muerte, se colocó delante del fuego y cantó así:

Sería una vergüenza si no atravesara el fuego.

El padre que trabajó para educar a sus hijos no quiere.

La madre que veló y cuidó de él no quiere

Los tíos y tías de la familia no quieren. Yo pasaré a través de las llamas, si no lo hiciese me cubriría de vergüenza.

Avanzó hacia las llamas y se cayó encima. Todos gritaron:»¡Se está quemando! ¡ha muerto!». Los allí reunidos lanzaron leña al fuego y aceite desde el amanecer hasta la noche y cuando estaba amaneciendo vieron llegar a los dos jóvenes cogidos de la mano, el muchacho cantaba:

Si mi padre que trabajó y que sufrió para criarme no quiso atravesar el fuego.

Si mi madre que veló y pasó noches enteras junto a mí no quiso atravesar el fuego. Esta muchacha me ha salvado me ha dado la libertad. Ahora soy como los demás El amor es más fuerte que la muerte.

Cuento fon


EL ORIGEN DE LOS GANDÓ

Erase una vez un bariba que tuvo cuatro hijos. La familia constituía un pueblo. Entonces existía la esclavitud: los hijos de los nobles salían por los pueblos en busca de muchachos que prendían y luego vendían en los mercados, generalmente a los peul (tribu de pastores nómadas). Cuando los niños que encontraban en sus correrías eran ya mayores y eran capaces de defenderse, los amenazaban con la lanza diciendo:

– ¿Quieres que la lanza beba tu sangre o prefieres majar el grano en el campamento?.

Si la víctima respondía: «Que la lanza beba la sangre», lo atravesaban con el arma y moría. Si respondía: «De acuerdo. Iré a majar el grano al campamento», entonces se le prendía, se le llevaba al campamento y se le vendía a un peul.. Todos los esclavos que estaban allí eran de la misma raza, eran de origen, no eran peul. Esa fue la suerte que corrieron los cuatro hijos de nuestro bariba.

El peul, además, compró una mujer y un hombre que también tuvieron varios hijos que automáticamente se convertían en servidores de su señor. Así pues, todos los esclavos que se habían concentrado en aquel campamento ¿no se iban a concertar y organizar entre ellos una vida social y resolver juntos sus asuntos? Efectivamente, constituían un grupo diferenciado, vivían entre ellos, se casaban, se reproducían y se daban sus leyes y normas. Todos los que habían sido apresados por los wasangari (nobles bariba) y que habían sido vendidos a los peul formaban parte de esa nueva sociedad.

Junto a estos que habían sido reducidos a la esclavitud por la fuerza, se añadían otra clase de siervos. Por ejemplo, había una vez un bariba que tuvo un hijo y cuando llegó el momento de la dentición, en vez de empezar a salir los dientes del maxilar inferior, como suele pasar casi siempre, le salieron primero los dientes de arriba. El padre tuvo miedo, aquello era una maldición y se sentía incapaz de guardar un hijo en tales condiciones; entonces, se acordó de que en tales casos se llevan los niños a los peul. Tomó al recién nacido y se lo llevó al peul diciendo:

– Guarda este muchacho. Es signo de desgracia para la familia. No lo puedo guardar en casa ni tampoco soy capaz de darle muerte.

En ese preciso momento, llegaron varios nobles con muchachos que habían apresado en sus correrías y que vendieron al mismo señor. Todos ellos se habían convertido en siervos. Crecieron y trabajaron en la casa del pastor nómada hasta su muerte. Cuando llegaron a ser adultos y habían creado su propia familia, ya no recordaban sus pueblos de origen. Se habían criado juntos. Se habían casado y habían tenido muchos hijos. ¿Qué podían hacer a la muerte de su señor?.

Se pusieron de acuerdo y fundaron una nueva tribu. Construyeron sus casas y dieron un nombre al nuevo pueblo que habían levantado. Ya no vivían en el campamento peul, ahora estaban instalados en un pueblo que era el que habían construido y que era el suyo. El nombre que pusieron a su poblado fue: «Que este lugar sea dulce». Esa era su tierra, aquellas eran sus casas y juntos habían creado una nueva tribu. Aquel era su pueblo; y si salían fuera y se encontraban con un extranjero que les preguntaba : «¿De dónde eres? ¿cuál es tu pueblo?». Ellos respondían:

– Somos del pueblo: «El lugar dulce».

Por este método nacieron a causa de la esclavitud. Al principio eran esclavos pero luego, cuando su dueño desaparecía, se convertían en hombres libres que construían sus propias casas y fundaban nuevas poblaciones que solían tener siempre el mismo nombre: «Que el lugar sea dulce». Es decir «Gam n do», en lengua bariba (de allí la palabra «gando»). Y cuando un bariba les decía: «Pero, si sois igual que nosotros, tenéis el mismo físico ¿cómo es posible que forméis una tribu diferente». Entonces ellos les explicaban su historia y cómo se habían convertido en «gando». En realidad son bariba que habían sido esclavizados y que después habían recobrado la libertad.

Este es el origen de la etnia «gando», que habían vivido hace muchísimos años al servicio de los peul y que ahora habían recobrado su dignidad e independencia