ECONOMÍA INVISIBLE. Conversaciones con Noam Chomsky

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En los años cincuenta, el Gobierno de Estados Unidos puso en marcha uno de los programas de ingeniería social más ambiciosos de todos los tiempos. Consistía en desmantelar la red de transporte público en beneficio de la carretera y los aviones. Hasta entonces habíamos tenido un sistema de transporte ferroviario muy eficaz. En los años cuarenta, Los Ángeles disponía de una red electrificada muy bien organizada y que no contaminaba. La compraron tres compañías: la General Motors, la Firestone Rubber Company y la Standard Oil. Y estas tres empresas desmantelaron la red ferroviaria para favorecer el transporte por carretera (en autocar y automóvil), con el que podían ganar mucho dinero. Tras ser acusadas de asociación ilícita, fueron juzgadas y condenadas a una multa ridícula, de unos cinco mil dólares.Luego, amparándose en los intereses de la Defensa Nacional, entró en escena el Gobierno norteamericano y construyó una red de autopistas de la que forman parte todas las vías importantes que existen hoy en día en Estados Unidos. Al mismo tiempo, el Gobierno destruyó la red ferroviaria y se dedicó a construir aeropuertos. Como resultado, se creó un sistema de transporte que no está basado en la lógica del servicio público, sino en la lógica industrial.
-Al lado de la economía oficial está el dinero de la Mafia, la droga y la corrupción. Da la sensación de que la economía invisible se ha vuelto más importante que la visible…
– Chomsky Es cierto, pero solo en parte. La economista británica Susan Strange, en su último libro, demuestra que el dinero generado por la corrupción y la droga es muy poco si se compara con otra forma de corrupción, a saber, todas las técnicas utilizadas por las multinacionales para librarse de pagar impuestos.» Por ejemplo, si una empresa instala la sede social en las Islas Vírgenes británicas, eso no está considerado corrupción. Una multinacional puede elegir el país donde repatriará sus beneficios, pero esto se llama «optimización fiscal». La multinacional se organiza administrativamente para pagar los impuestos en el país donde las cargas fiscales son más bajas. Es corrupción, pero legal.

-Es probable que esta corrupción legal tenga repercusiones mucho más importantes que la ilegal…
-Chomsky-La corrupción legal constituye un tema de estudio muy interesante, pero muy poca gente se ha dedicado a investigarla porque llega hasta el centro mismo del poder. Se calcula que aproximadamente la mitad del dinero de la droga circula a través de bancos norteamericanos. Es decir: los bancos norteamericanos blanquean la mitad del dinero del narcotráfico. Hay medios para erradicar esta práctica, y, de hecho, a principios de los años ochenta se hizo algún intento.
En Estados Unidos, cuando se deposita una cantidad elevada de dólares en un banco, hay que declarar el ingreso ante las autoridades federales. Por lo tanto, queda una constatación por escrito. Hacia 1980, los fiscales de Miami observaron que se estaba produciendo una gran afluencia de dinero hacia los bancos de la ciudad. Entonces pusieron en marcha la operación greenback (término de argot para `dinero´), una investigación policial que pretendía descubrir qué bancos hacían circular dinero ilegalmente. George Bush, quien durante la Administración Reagan ascendió al rango de «zar de la droga», acabó rápidamente con esta operación.2

-¿Difundieron esta información los periodistas norteamericanos?
Un periodista muy conocido, como mínimo, habló de ello: Jefferson Morley. Pero los políticos no quieren enfrentarse a los bancos.

-¿A qué se podría comparar la Mafia en la actualidad?
La Mafia estadounidense está anticuada. La mayoría de los delincuentes actuales son hombres de negocios corrientes. Y la justicia ha ido dejando poco a poco fuera de juego a los antiguos capos mafiosos. Ahora que la sociedad obedece a reglas más estrictas y racionales, la Mafia copia el mundo de la empresa.

-Y sobre todo el de las multinacionales, ya que para la Mafia han desaparecido las fronteras: la policía de cada país no puede traspasar las fronteras, pero las Mafias sí…
-Los países más poderosos ya no necesitan las fronteras.
Cuando Estados Unidos quiere destruir la mitad de la producción farmacéutica de Sudán, no vacila en hacerlo. ¡Y no olvidemos lo que está pasando en los Andes! Estados Unidos ha obligado a los países andinos a aceptar su política de destrucción de los cultivos de coca. Estos países son contrarios a la medida, pues saben que quien padecerá las consecuencias será la población local: los campesinos. Cuando se fumigan los cultivos con productos tóxicos, al mismo tiempo se destruyen muchas otras cosas. Y, según la mayoría de los expertos, tampoco se ha logrado acabar con la producción de cocaína. Por otro lado, todo el mundo sabe que el problema tiene más que ver con la «demanda» que con la «oferta». El problema está en Estados Unidos, no en Colombia.
También se sabe que aplicar medidas preventivas sería mucho más eficaz que criminalizar, prohibir o destruir cultivos en el extranjero. Pero, normalmente, las medidas preventivas no encuentran financiación. Y aparte de eso, ¿qué derecho tiene Estados Unidos a emprender un ataque militar y una guerra biológica contra un país cuya producción agrícola no le gusta, sin tener en cuenta siquiera que los campesinos se ven obligados a cultivar estos productos a causa de la política neoliberal que se les ha impuesto? En Asia mueren miles de personas cada año debido a sustancias mortales fabricadas en Estados Unidos. ¿Va a tener derecho China a bombardear en represalia las plantaciones de tabaco de Carolina del Norte?

-En cualquier caso, en Estados Unidos la corrupción política ha aumentado mucho en los últimos años. ¿Se han tomado medidas en contra?
-Todo depende de lo que se entienda por corrupción. Por ejemplo, en las elecciones de 1998, el 95 por l00 de los candidatos que resultaron elegidos habían invertido más dinero que sus adversarios en la campaña electoral. Y casi todo este dinero procedía del mundo empresarial. Es decir: el sector privado ha comprado, por decirlo así, al 95 por l00 del Congreso3. Pero esto no se considera corrupción.
El New York Times publicó un interesante artículo sobre este asunto. El Congreso acababa de concluir el debate sobre el presupuesto y se habían empezado a repartir los denominados «suplementos de carne», es decir, las «medidas diversas» de interés local que se votan in extremis para contentar a determinados congresistas. Es evidente que los congresistas más influyentes son los que más reciben. En 1999 batieron su propio récord y repartieron una cantidad considerable de dinero entre sus amigos y sus electores ricos. ¡Y era dinero público! Los peores, con diferencia, son los que recortan los programas sociales o proponen que las madres pobres reciban vales de comida en lugar de un subsidio para que aprendan a no depender de las ayudas sociales. Todos los años, Newt Gingrich,4 el más chanchullero de todos, se las arreglaba para enviar la máxima cantidad posible de dinero público a sus electores ricos de Georgia. Y la prensa está al corriente de todo, por supuesto.

-¿No cree usted que el talón de Aquiles del liberalismo radica en los paraísos fiscales y en la aceleración de la circulación de dinero?
-Es cierto que, sin las telecomunicaciones, no existirían los mercados financieros tal como los conocemos. Sin embargo, en el pasado ha habido otras revoluciones aún mayores, y, además, una misma tecnología puede utilizarse con finalidades totalmente distintas. La técnica es neutral. Por ejemplo, pensemos en la lira italiana o en cualquier otra moneda. Solo tiene valor porque la sociedad decide atribuirle uno, pero una lira no vale nada por sí misma. No es más que un trozo de metal o de papel. La moneda es el resultado de una decisión colectiva, lo mismo que el dinero electrónico. Da igual que hablemos de papel moneda, de moneda escritural o de dinero electrónico: se trata fundamentalmente de lo mismo.
Las nuevas tecnologías no se inventaron para favorecer la especulación, y de hecho podrían estar al servicio de las personas, ayudándonos a organizar mejor nuestra existencia y difundiendo información en tiempo real.

-El problema radica más bien en los paraísos fiscales. Actualmente, tienden a proliferar los lugares libres de impuestos…
-Los paraísos fiscales están muy concentrados geográficamente. Por ejemplo, veamos el caso de los acuerdos comerciales con China que aprobó el Congreso en noviembre de 1999. Si todo funciona como desea Estados Unidos, gracias a estos acuerdos las entidades financieras norteamericanas acabarán controlando los mercados financieros chinos, los bancos chinos y las sociedades de inversión chinas. El objetivo es ese. Es lo que ocurrió en Corea del Sur, cuando Estados Unidos obligó al país a abrir su mercado. El resultado fue un crack bursátil, evidentemente, y ahora las instituciones financieras norteamericanas han empezado a perder el control sobre los bancos surcoreanos.

-Volvamos a la cuestión de la circulación de capitales. Según usted, ¿cómo se distribuye el dinero?
-Diariamente circulan unos dos mil millones de dólares en formato electrónico. Este dinero no crea activos nuevos, sino que se limita a cambiar de propietario.
La mayor parte de estos capitales sirven para financiar adquisiciones empresariales. Una pequeña parte se destina a inversiones directas en el extranjero, y otra pequeña parte sirve para crear algo nuevo: por ejemplo, cuando Volkswagen instala una fábrica en Brasil. Pero gran parte del dinero invertido en el extranjero corresponde a adquisiciones empresariales. La privatización no es más que el paso de los activos de una empresa pública a otra privada o a una multinacional extranjera. En general, estos activos se ceden porque hay corrupción. Y se está siguiendo el mismo proceso en todas partes, desde México hasta Rusia.

-No se conoce bien el alcance de los distintos movimientos de capitales, ya que la mayoría de los países no difunden cifras concretas…
-En cambio, el Departamento de Comercio norteamericano publica un informe detallado sobre lo que denomina «inversiones directas en el extranjero». A mediados de los años noventa, en la época de los «nuevos mercados emergentes»,5 pasé dos o tres años observando las cifras publicadas. Y comprobé que en el hemisferio occidental (exceptuando Canadá), en la época en la que los mercados emergentes generaban una gran euforia, aproximadamente el 25 por loo de las inversiones directas en el extranjero fue a parar a las Bermudas; aproximadamente el 10 por 100, a las Islas Vírgenes británicas, y otro 10 por 100, a Panamá. Así pues, la mitad del dinero invertido en el extranjero acaba en paraísos fiscales, y es probable que una pequeña parte provenga, ilegalmente, del dinero de la droga.
Los paraísos fiscales existen solamente porque les conviene a los países ricos. Y si les conviene su existencia, es porque, así, las grandes empresas pueden robar impunemente a los ciudadanos. Ese es el papel del Estado: conseguir que los ricos se enriquezcan todavía más.
Está claro: si las empresas pueden robar a los ciudadanos instalando su sede en un paraíso fiscal y dejando de pagar impuestos, ¿por qué vamos a impedírselo?

-¿Cómo se puede luchar contra este fenómeno?
-Bastaría con que Estados Unidos dijera a las Islas Caimán o a las Islas Vírgenes que se ha cansado de la historia. Seamos serios: ¡si Estados Unidos quiere acabar con esta práctica, puede hacerlo de inmediato!
En otro orden de cosas, pensemos en lo que ocurrió con Indonesia. Estados Unidos y Gran Bretaña apoyaron claramente a este país. Durante todo el año 1999, cuando Timor Oriental6 fue escenario de atrocidades terribles, peores aún que las de Kosovo, Estados Unidos y Gran Bretaña se negaron a intervenir.
Finalmente, en septiembre de 1999, cuando casi toda la población había tenido que salir de Timor Oriental y el país estaba totalmente devastado, Clinton fue sometido a tales presiones, tanto en Estados Unidos como en Australia, que se vio obligado a hacer un gesto y criticó a los generales de Yakarta. Cuarenta y ocho horas después, el Gobierno terminaba con las matanzas y autorizaba la entrada de una fuerza multinacional.

-Habría bastado con aprobar una ley…
-No es necesaria una ley específica. Yo creo en la ley, me parece algo bueno, pero si no se respeta no sirve de nada. Y esta gente no respeta el derecho internacional. Cuando las fuerzas de la OTAN bombardearon Kosovo, ¿se preocuparon por si infringían la Carta de las Naciones Unidas? No.

-¿No subestima usted el poder de los jueces en la lucha contra la corrupción?
-Sin apoyo exterior, los jueces no tienen ningún poder. El Gobierno les para los pies por un motivo muy sencillo: ni las grandes empresas ni los Estados quieren ser sometidos a una investigación judicial.
Las empresas generan más víctimas que la delincuencia en la vía pública. Sin embargo, casi nunca se las persigue. En 1988 se llevó a cabo un juicio muy poco habitual. Dos de las más importantes compañías farmacéuticas norteamericanas, la Lilly y la Smithkline, fueron acusadas de provocar la muerte de ochenta personas tras poner a la venta medicamentos acompañados de prospectos confusos. Recibieron una multa de ochenta mil dólares por causar la muerte de ochenta personas. En cambio, si alguien mata a ochenta personas por la calle, va directamente al corredor de la muerte.

-En Italia, por ejemplo, donde la corrupción se había generalizado, la operación Manos Limpias cambió la situación. La independencia de la justicia permite que los jueces entorpezcan el proceso…
-Pero hay una dificultad. Cuando los jueces intentan actuar con independencia, el Gobierno les para los pies. Los jueces no pueden actuar nunca por iniciativa propia.
En Estados Unidos, cuando los fiscales, que desempeñan el mismo papel que los jueces en Europa, empezaron a investigar sobre el dinero del narcotráfico que estaba entrando en los bancos de Florida, el vicepresidente George Bush, quien por entonces era el responsable de la lucha contra la droga, les paró los pies enseguida. Como la opinión pública no sabía nada del asunto, no pudo ejercer ningún tipo de presión.

-Sin embargo, visto desde Europa, da la impresión de que Estados Unidos tiene un sistema judicial eficaz.
-¿Se castigan los crímenes cometidos por las empresas? No. Y, sin embargo, este tipo de delitos causa muchas más víctimas que la delincuencia común; eso es algo en lo que coinciden todos los criminólogos y los juristas. Ocurre lo mismo en Inglaterra. Recientemente he escrito el prefacio para un libro del jurista británico Gary Slapper, Blood in the Bank,7 sobre los crímenes y los delitos que han cometido las grandes empresas en Inglaterra.
El aparato jurídico existe y la justicia funciona, pero no se puede utilizar contra los poderosos, a menos que se ejerza una presión muy fuerte.
Veamos un ejemplo especialmente esclarecedor. En los años cincuenta, el Gobierno de Estados Unidos puso en marcha uno de los programas de ingeniería social más ambiciosos de todos los tiempos. Consistía en desmantelar la red de transporte público en beneficio de la carretera y los aviones. Hasta entonces habíamos tenido un sistema de transporte ferroviario muy eficaz. En los años cuarenta, Los Ángeles disponía de una red electrificada muy bien organizada y que no contaminaba. La compraron tres compañías: la General Motors, la Firestone Rubber Company y la Standard Oil. Y estas tres empresas desmantelaron la red ferroviaria para favorecer el transporte por carretera (en autocar y automóvil), con el que podían ganar mucho dinero. Tras ser acusadas de asociación ilícita, fueron juzgadas y condenadas a una multa ridícula, de unos cinco mil dólares.
Luego, amparándose en los intereses de la Defensa Nacional, entró en escena el Gobierno norteamericano y construyó una red de autopistas de la que forman parte todas las vías importantes que existen hoy en día en Estados Unidos. Al mismo tiempo, el Gobierno destruyó la red ferroviaria y se dedicó a construir aeropuertos. Como resultado, se creó un sistema de transporte que no está basado en la lógica del servicio público, sino en la lógica industrial.

-¿Cuáles han sido las consecuencias?
– Han sido enormes, empezando por el deterioro de los centros históricos de las ciudades y el desplazamiento de los habitantes hacia la periferia. Las ciudades ya no tienen centro, la gente vive en las afueras, donde hay grandes superficies comerciales. En resumen, se podría decir que hoy en día la gente vive en los centros comerciales.
Este gigantesco programa de ingeniería social, diseñado para enriquecer a los fabricantes de automóviles y de neumáticos y a las petroleras, ha tenido también un enorme impacto en la sociedad, en los hábitos de consumo y las relaciones personales. Ha comportado el aislamiento y la ruptura de las comunidades. ¿Y acaso se ha juzgado y condenado a alguien? No. Sin embargo, hay leyes que permitirían hacerlo. Pero el hecho es que casi nadie es consciente de lo que ocurre.8

-Escuchándole hablar, da la sensación de que se trata de tendencias ineludibles e implacables…
-Para que la gente reaccionara, tendría que disponer de información. Por eso soy un firme partidario de la educación popular, entendida como algo muy distinto de los medios de comunicación, la escuela o la cultura intelectual dominante. En segundo lugar, sería menester una movilización como la que condujo a la instauración de los derechos humanos, o la que preconizaba la igualdad entre hombres y mujeres.

-En Suiza se apreció un cambio a principios de los años noventa, cuando en el cantón de Ginebra salió elegido como fiscal Bernard Bertossa, un hombre partidario de la cooperación judicial, y además se adoptó una ley que obliga a las empresas que transfieren dinero a otros países a identificar las compañías con sedes en paraísos fiscales.
-Cuando el pueblo presiona, pueden conseguirse cosas. Los mecanismos jurídicos no faltan, ya que la mayoría de las leyes que se requieren ya existen.
Suiza es un caso aparte: ni siquiera está garantizada la libertad de expresión. Por ejemplo, la última vez que estuve en Suiza fue porque la Liga Internacional de Mujeres por la Paz y la Libertad, una importante ONG, me invitó a pronunciar una conferencia en la Universidad de Ginebra. Unas dos semanas antes de mi llegada, me llamó por teléfono la presidenta de la Liga para decirme que la policía suiza quería ver el texto de mi conferencia antes de que la pronunciara, y además quería que me atuviese exactamente al texto escrito. Naturalmente me negué a aceptar esta imposición, y la Liga Internacional de Mujeres también se opuso. Finalmente, la conferencia se celebró en el Centro Europeo de Investigación Nuclear, que está situado en la acera opuesta, en territorio internacional.
¿Quién entiende que en un país civilizado no se pueda pronunciar una conferencia en una universidad sin que la policía lea el texto antes? En Suiza pasan cosas así.En realidad, Suiza no tiene un verdadero Gobierno, es un país regido por los bancos. El Gobierno se hace cargo de la educación, de las carreteras, de todo lo que es competencia de una Administración local. En Suiza, un historiador de la diplomacia no puede trabajar con documentos oficiales porque no hay un archivo nacional digno de este nombre. Pero, incluso en un país así, cuando la opinión pública se despierta, las cosas pueden cambiar.

-Volvemos a la cuestión del poder de las organizaciones populares…
-Cierto. A veces, por ejemplo, estas organizaciones han conseguido que el Gobierno inicie investigaciones sobre la actuación de grandes empresas.
En los años sesenta estos movimientos eran muy fuertes y consiguieron avances nada desdeñables. Por ejemplo, en cuanto la ley lo autorizó, el Congreso empezó a solicitar la documentación a ciertas multinacionales y se llevaron a cabo varias auditorías muy importantes. Los informes sobre las multinacionales, redactados por comisiones senatoriales que descubrieron un montón de cosas, ocupan volúmenes enteros.
Los poderes públicos tienen recursos para saber lo que hacen las empresas. Durante un breve período, y tras ceder a la presión popular, utilizaron el poder que les confiere la ley. Pero después dejaron de actuar.
Algunos activistas de los años sesenta (defensores de los derechos civiles y pacifistas) han llegado a ocupar cargos en la administración del Congreso y han impulsado la aprobación de leyes que obligan al ejecutivo a respetar ciertos requisitos en relación con los derechos humanos. Jimmy Carter intentó oponerse, pero tuvo que ceder ante las presiones del Congreso, presiones que muchas veces se debieron a la actuación de estos antiguos activistas.
Como la opinión pública estaba más sensibilizada, Ronald Reagan no pudo actuar con tanta impunidad como John Fitzgerald Kennedy,9 por ejemplo. Kennedy pudo enviar tranquilamente el Ejército del Aire a Vietnam, pero Reagan no pudo hacer lo mismo en Nicaragua y tuvo que buscar métodos indirectos para intervenir. Este tipo de activismo podría desarrollarse también en Europa.

1. Susan Strange, Mad Money: When Markets Outgrozo Governments, University of Michigan Press, 1998. [Hay trad. cast.: Dinero loco: El descontrol del sistema financiero global, trad. de Caterina García Segura y Josep Maria Ibáñez, Barcelona, Paidós, 2000]
2. George Bush, que no logró ser elegido candidato del Partido Republicano para las elecciones presidenciales de I980, fue elegido vicepresidente por Ronald Reagan, su adversario durante las primarias. Mientras ocupaba este cargo se responsabilizó de diversos ámbitos, como la política de liberalización federal o la lucha contra la droga. Después de ser elegido presidente de Estados Unidos en 1988, George Bush retomó los grandes principios de la «guerra contra la droga» decretada por Ronald Reagan.
3. Esta información procede del Center for Responsive Politics, una institución independiente que analiza los resultados electorales.
4. Newt Gingrich, ferviente partidario de la revolución conservadora, fue elegido presidente de la Cámara de Representantes tras la victoria de los republicanos en las elecciones legislativas de 1994. Su tono provocador y la radicalidad de sus posturas morales convirtieron al hombre que ocupaba el tercer cargo en importancia de la Administración en uno de los líderes republicanos más populares. Tras salir reelegido en enero de 1998, se vio obligado a dimitir después de ser condenado por fraude fiscal.
5. Se habla de «mercados emergentes» para calificar a los países que experimentan un fuerte crecimiento económico y un gran potencial de desarrollo, pero que no pertenecen aún al círculo de los países industrializados más ricos del mundo. Es el caso, concretamente, de Argentina, Brasil, Corea del Sur y Singapur.
6. Timor Oriental, colonia portuguesa desde 1642, se independizó en noviembre de 1975, pero Indonesia, su poderosa vecina, invadió el archipiélago en julio de 1976 y se lo anexionó. La duración de la ocupación indonesia no mermó la resolución de los independentistas, que consiguieron que la ONU organizara un referéndum, celebrado el 30 de agosto de 1999. El 78,5 por 100 de los electores votaron a favor de la independencia, en un clima de extrema tensión. La ONU instaurará una Administración provisional para proteger a la población.
7. Ashgate, 1999
8. Véase Richard DuBoff, Accumulation and Power; ME Sharpe, I989; véase también World Orders Old and New, capítulo II.
9. Los republicanos apoyaron al demócrata John F. Kennedy (1917-1963) cuando autorizó, en 1961, una intervención decisiva del Ejército norteamericano en Vietnam.

Denis Robert y Weronika Zarachowicz