El aborto ha hecho lo que el Ku-Klux-Klan no logró alcanzar

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El exterminio de 14 millones de niños afro-americanos. Así se explicaba la sobrina de Martin L. King en el Congreso Mundial de las Familias en Madrid

Alveda C. King ha asegurado que «la cultura de la muerte se basa en las mismas mentiras que sustentaban la segregación y discriminación racial en Estados Unidos».

En su intervención, King ha recordado los arduos tiempos de predicación en defensa de los derechos civiles de su padre y de su tío, que lo llevaron a la muerte.

 “La cultura de la muerte se basa en las mismas mentiras que sustentaban la segregación y discriminación racial en Estados Unidos, que llevan a valorar unas vidas y despreciar otras. Entonces se sostenía la opresión y violencia racial indicando que algunos eran menos humanos que otros en función de su color de piel, y ello justificaba la violencia de los linchamientos, apaleamientos, arrojo a los perros… de los que yo mima fui testigo; Hoy son otros los mártires violentados y oprimidos, pero justificándose en la misma falsedad de que unos seres humanos son superiores a otros”.

Es por ello, añadía la militante, por lo que la falsa cultura de la muerte se niega en banda ante la verdad:

Antes y ahora la cultura de la muerte intenta que sus víctimas no sean visibles. Hasta que no se lograron proteger y difundir las primeras fotos de violencia racial en Estados Unidos y mostrar esa realidad, se negaba lo que estaba ocurriendo: el ver la realidad hizo a la gente reaccionar; ahora,  vemos como los promotores del aborto se cierran en banda, por ejemplo, a que se muestren ecografías a la mujer embarazada antes de abortar.  Como ocurrió con la cuestión racial. América no rechazará el aborto hasta que lo vea. La industria de la muerte lo sabe y por eso trata de ocultar la trágica e inhumana realidad del aborto, escondiendo su negocio sin escrúpulos de forma farisea con un lenguaje mentiroso y manipulador que habla de los derechos humanos y de la salud de la mujer”.

Y denunciaba:

“El aborto legal ha hecho en EEUU lo que el Ku-Klux-Klan no logró ni soñar alcanzar: el exterminio desde 1962 de 14 millones de niños afroamericanos, un tercio de la población negra actual. También yo, durante casi 40 años, y tras dos abortos, llegué a creerme las mentiras que me contaron sobre que aquello que crecía en mi vientre no era un bebé sino un trozo de carne sin vida; o que el aborto vendría a paliar la violencia o el sufrimiento de los niños: pero yo nunca he visto un niño no deseado que luego deseara haber sido abortado. Yo fui perpetradora del aborto y seguí siéndolo, hasta que Dios cambió todo eso. Y le doy las gracias al Señor por toda esa gente que, con sus campañas, nos iluminan. El aborto hace daño al bebé, a la mujer, a las naciones, y mata el futuro”.

Recordando a su tío Martin Luther King, quien desde la cárcel seguía predicando que “si la injusticia se instala en un lugar del mundo, es todo el mundo el que está amenazado”, la activista próvida exhortaba a todos a compartir sin fronteras la apasionante batalla en defensa de la vida, sabiéndonos vencedores: “la cultura de la muerte no tiene futuro. Puede poseer el dinero y medios, pero nosotros tenemos la verdad en Jesús. Es el momento de defender esa verdad del amor, que nunca falla”.