El invierno demográfico de España y en Europa

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Según la OCDE España será el tercer país más envejecido del mundo en el año 2050: el 34,5% de la población tendrá más de 65 años. Solo Japón y Corea del Sur nos superarán

El aumento en la expectativa de vida ha venido acompañado de un problema creciente y dramático: estamos a la cola de natalidad de Europa con 1,3 hijos/mujer de media, muy lejos de la tasa de reposición (2,1). Desde que comenzó el regreso masivo de inmigrantes a sus países de origen, el descenso en el número de nacimientos se ha acentuado.

Este invierno demográfico, que no permite garantizar el reemplazo generacional, compromete el crecimiento económico y las prestaciones del estado de bienestar en el futuro,… tiene que ver con profundos cambios sociales, económicos y, en el plano cultural, con la llamada «revolución reproductiva». En definitiva, a menos hijos, menos tiempo y dinero dedicado a su cuidado. Se publicita que así se ha librado a la mujer del cuidado familiar como el principal objetivo vital, y ha permitido su incorporación al mundo laboral. Pero entre los múltiples factores, menos publicitados, que han contribuido a este gélido panorama demográfico no es menos importante la tasa de paro y el empleo precario entre los más jóvenes, que se ha disparado hasta niveles insostenibles. Si además sumamos los ataques a la familia, que afectan a su estabilidad y permanencia, observamos como resultado que se ha generalizado el uso de anticonceptivos y se provocan más de 100.000 abortos cada año… Unas generaciones que han crecido en el confort, fruto de un crecimiento económico criminal para la inmensa mayoría de la población mundial, están bloqueadas ante la dureza del futuro que les aguarda y que destruye las expectativas en las que fueron educadas. Y es que esta economía mata, sólo privilegia a pocos y poco tiempo. Además este privilegio lleva consigo un reduccionismo antropológico materialista que constituye, en sí mismo, otra forma de muerte.

La historia ha demostrado que la verdadera riqueza de los pueblos es su población. La Revolución Industrial del s. XIX, por ejemplo, resultaría inexplicable sin el crecimiento demográfico durante ese período. Las familias pobres saben que el número de hijos es su sostén económico y social, la cultura de los pobres siempre supo que su prole era un elemento crucial de riqueza para liberarse de la opresión a la que estaban sometidos. Esto mismo vale hoy para que los países empobrecidos puedan liberarse del robo y la opresión. Resulta lógico que la ONU, apoyada y financiada por potentes fundaciones y conglomerados internacionales, se haya volcado en el control demográfico del planeta promoviendo la «salud sexual y reproductiva» y la «ideología de género», atacando el papel fundamental de la familia y desenfocando el de la mujer; pero, eso sí, respetando la vaca sagrada que es esta economía criminal.

Frente a la formación de una familia como núcleo fundamental de la sociedad, como “piedra angular del edificio social” que decían los luchadores pobres del siglo XIX, y el reconocimiento de los hijos como una bendición, se han potenciado otros modelos que unidos a la cultura consumista y hedonista, los pocos incentivos públicos a la natalidad a las familias numerosas, las políticas abortistas y antinatalistas, las elevadas tasas de paro, la crisis financiera… han generado una realidad social que cuestiona la acogida de los hijos frente a otras prioridades

Editorial de la revista Autogestión