EL NACIONALISMO EN EL PAIS VASCO

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En esta aportación queremos dar unos pasos más, a sabiendas de que se trata de un problema complejo, que afecta al campo de la antropología, la historia, la cultura, la sociedad, la política, la economía, la religión,…Los acontecimientos de hoy no los podremos comprender si no es desde una mirada objetiva hacia atrás. Por eso en una segunda parte revisaremos la historia del Pueblo Vasco desde la segunda mitad del siglo XIX…

EL NACIONALISMO EN EL PAIS VASCO

1.- INTRODUCCIÓN:

En el Centro Cultural que celebramos hace dos meses dimos los primeros pasos en nuestro equipo en el análisis sobre la situación sociopolítica en el País Vasco. Hicimos un repaso histórico a lo que ha supuesto el Nacionalismo en la Historia y llegamos a sus víctimas hoy en el País Vasco.

En esta aportación queremos dar unos pasos más, a sabiendas de que se trata de un problema complejo, que afecta al campo de la antropología, la historia, la cultura, la sociedad, la política, la economía, la religión,… y tendremos que seguir en otros cursos o jornadas.

En una primera parte vamos a sostener que el nacionalismo, y el vasco en particular, tiene una dimensión ideológica y cultural fuertemente arraigada en la conciencia del Pueblo Vasco desde donde podremos empezar a entender lo que está ocurriendo hoy. Sólo así podremos buscar soluciones.
No es tampoco un problema nuevo. Los acontecimientos de hoy no los podremos comprender si no es desde una mirada objetiva hacia atrás. Por eso en una segunda parte revisaremos la historia del Pueblo Vasco desde la segunda mitad del siglo XIX.

2. EL PROBLEMA DEL NACIONALISMO:

Muchos pensadores e historiadores contemporáneos consideran que el nacionalismo es la ideología principal y dominante de nuestros tiempos y ponen de relieve su destructora agresividad. Ryszard Kapuscinski (último premio príncipe de Asturias) llega a afirmar, que «el nacionalismo es la patología, la enfermedad de los tiempos modernos». Nosotros sostenemos, al igual que Bonhoeffer que «el nacionalismo conduce inevitablemente a la guerra» (contraportadas de AG, IyE).

También el Papa ha hecho un llamamiento a los jóvenes, en su reciente viaje a España, sobre el peligro que entrañan «los nacionalismos exacerbados» para la vida humana. Nadie mejor que Juan Pablo II puede recordarnos las consecuencias dramáticas que han tenido para el hombre en el siglo XX. El sufrió en su propia infancia y juventud dos formas de totalitarismos, nacidos del nacionalismo, como son el nazismo y el comunismo que asesinaron a más de 100 millones de personas.

3. – FUNDAMENTO IDEOLÓGICO DEL NACIONALISMO:

El nacionalismo ofrece una cosmovisión absoluta del mundo, que explica los diferentes aspectos de la realidad, proporcionando una oferta de salvación: qué es Euskadi, por qué se encuentra en una situación de ocupación, quiénes son los enemigos de la causa vasca a combatir, cómo conseguir su liberación, quiénes son los héroes-mártires…

Construye la identidad personal sobre una identidad y conciencia nacional. Para ser verdadero vasco es necesario no sólo amar el euskera sino considerarse a sí mismo nacionalista vasco. El que no utiliza el euskera o no es nacionalista es por tanto acusado de enemigo del pueblo vasco.

Esta identidad se construye utilizando elementos como la raza, la lengua, la historia, el territorio y la religión.

La raza se utiliza como elementos de identificación de lo vasco. No es de extrañar por tanto que se haya utilizado el RH o el número de apellidos vascos como elementos de exclusión.
Abizen fue un concepto inventado por Arana para significar que el vasco era quien poseía sangre de linaje vasco y ello podía verse en el apellido.

Tanto el abertzale más pacífico como el más radical hablará en nombre de toda la sociedad; cree conocer los intereses de «nosotros, los vascos», pese a que el 50 % de los votantes vascos no vota a partidos nacionalistas.

La lengua se utiliza como elemento de unión, de identidad y de continuidad de un pueblo que le separa del extranjero. Hoy en el País vasco el idioma se utiliza como vía de exclusión para los castellano hablantes (euskera frente a erdera), supuestos subyugadores y opresores históricos del euskera, agresores y exterminadores de sus costumbres. Se fomentan así a través de la lengua los sentimientos antiespañoles y el odio a lo de fuera y se propaga el secesionismo.

«El euskera es la expresión primera e indispensable del carácter vasco, el que da identidad y unidad a Euskal Herría. Sin euskera no hay Euskal Herría, se ha dicho una y otra vez. El euskera es un tesoro vivo que ha llegado hoy a través de los milenios, y si algún día desapareciera, más que un tesoro cultural mundial desaparecería el corazón de Euskal Herría, se convertiría en una región española o francesa con un folklore diferenciado. El euskera, además de ser expresión del carácter vasco, también es un elemento integrador del pueblo vasco, el modo más efectivo de ser y de sentirse históricamente parte del pueblo vasco a pesar de haber nacido fuera de él. Hablarlo es esencial para llegar a ser ciudadanos vascos completos. Quienes desean una Euskal Herría sometida lo tienen bien asumido y por eso despliegan, siglo tras siglo, una ofensiva continuada contra el euskera.». «Por eso hay que preservarlo y combatir a sus enemigos. Ninguno de ellos tiene derecho a vivir en nuestro pueblo. Hay que responder sin complejos a los que lo atacan».

La Historia se utiliza para dar sentido al pasado y fomentar así el desarrollo de la identidad nacional. La lectura de la historia es arbitraria y mítica. Se seleccionan aquellos aspectos que mejor se adaptan a la conciencia nacionalista. No tiene que ser fiel a la realidad. La movilización puede conseguirse utilizando una historia y tradición inventadas.

El pasado Domingo de Resurrección (18/4/03), fecha en que los nacionalistas celebran el Aberri Eguna (fiesta de la patria vasca), el ejecutivo del PNV hizo público un manifiesto donde califica al pueblo vasco como «único monumento vivo del neolítico» y afirmaba que «nuestra mera conservación como pueblo es un milagro de la Historia»

El territorio. Por medio de la historia se reproduce el apego a la tierra de los antepasados, despertando el recuerdo de la grandeza y de las glorias pasadas a la vez que se promete un futuro mejor. A la vez se utiliza el mensaje de pueblo ocupado y oprimido y se fomenta el antiespañolismo. Hace unos días Arzallus decía que los vascos están «casi en guerra con Madrid».

«Sintamos profundamente la alegría de la pertenencia a este pueblo ancestral y noble, a esta tierra verde de mar y montañas, y sintamos la ilusión de hacerla libre y dueña de sí misma, por encima de la persecución de quienes quieren imponernos otra patria» continuaba el manifiesto.

La religión. En un proceso de secularización propio de la modernidad, se produce un desplazamiento de los contenidos del culto, que ya no son Dios y las verdades de fe, sino en nuestro caso el Pueblo Vasco y sus derechos.
La idea de fondo es que «el nacionalismo se ha convertido en el equivalente de la religión, en una religión cuyo Dios es la nación». Identifica la comunidad religiosa con la comunidad nacional, resumido en la frase de Sabino Arana :»Nosotros para Euskadi y Euskadi para Dios».
En esta nueva religión es importante la simbología. Reforzado el ritual, el grupo se siente unido por una fe común, una fe que requiere una iglesia; puede decirse que la nación cumple esa misión y que los intelectuales y los políticos se equiparan a los sacerdotes (Arzallus). La capacidad de sacrificio y entrega hasta sus últimas consecuencias, como es dar la vida por la nación es clave. Los mártires de la patria constituyen parte imprescindible del santoral.
«Hoy es Aberri Eguna. Tiempo de Resurrección. Tiempo de renovar nuestro ideal y nuestra fe en nuestra única patria, no compartida con ninguna otra. Quien la lleva dentro no teme al trabajo ni a la persecución», continuaba el manifiesto.

3.- RECORRIDO HISTÓRICO DEL NACIONALISMO VASCO.

a) Antecedentes históricos al nacionalismo vasco.

Durante el Antiguo Régimen, el caserío representa la unidad básica de producción y de obtención de rentas, el centro de la vida social. Dominado por una sociedad rural de familias extensas y habla en euskera, sus creencias religiosas arraigan con los valores de la Iglesia que surge tras la Contrarreforma. La sociedad y la cultura tradicionales se encarnan en el sistema foral. En el medievo, gran parte de las provincias, ciudades y villas peninsulares está regidas por fueros y cartas jurídicas muy similares, que son privilegios concedidos por la autoridad real a una población determinada, dotándole de cierta autonomía. Es a partir del siglo XVIII cuando esta fórmula sólo se conserva en el País Vasco. Las Juntas Generales son los órganos de gobierno en materia política y económica.

En el siglo XIX comienza a darse posturas contrapuestas en la sociedad vasca con respecto al valor de los fueros, entre la ciudad y el campo. A favor se sitúa la nobleza rural, ya que le asegura su hegemonía económica y política, además de campesinos y pescadores para quienes equivale a menos impuestos, exención del servicio militar y un mercado de bienes de consumo relativamente baratos; y el clero, el cual, mención aparte de los beneficios económicos que le proporciona, identifica su defensa con la lucha por las creencias religiosas y modos de vida ancestrales. En contra, la alta burguesía urbana naciente, comerciantes e industriales, que buscan participar del mercado español para lo que reclaman la supresión de aduanas interiores. Políticamente, los conflictos desembocan en enfrentamientos armados.

Para justificar los derechos históricos de los territorios forales y su capacidad de autogobierno, se desarrolla un compendio doctrinal mítico y simbólico. Se construye toda una mitología , que incluye a la lengua del euskera como la primera lengua universal hablada en España, idioma del Paraiso y de los ángeles, cuyas cualidades, antigüedad, armonía, naturalidad, pureza y nobleza resultan aplicables a la sociedad que la conserva. Durante el siglo XVIII las obras de los sacerdotes Larramendi, Astarloa y Moguel, establecen una identidad entre lengua y religión, imputando el carácter vivo del euskera a la energía creadora de Dios: «.. es preciso que se me conceda que dicha lengua estuviese instituida en los primitivos tiempos del Diluvio Universal y que la poseyó el mismo Noé». (Larramendi).

Las dos guerras carlistas ejemplifican en el Pais Vasco, la lucha de estos dos mundos: mundo rural, tradicional y euskaldun (que habla euskera), en el que terminan identificándose religión y fueros; y mundo urbano, capitalista y liberal. El clero, en especial el cura de parroquia, es uno de los mejores aliados del bando carlista.

En el período entreguerras prolifera la literatura fuerista que se radicalizará tras la definitiva abolición de los fueros tras la última guerra carlista (1876). Algunos autores importantes son Chaho (es el primero que define al Pais Vasco como nación oprimida, con una lucha constante por su independencia frente a España), Francisco Navarro Villoslada, Atonio de Trueba y Araquistain.

Desde el punto de vista económico, la segunda mitad del siglo XIX se inaugura en el País Vasco con un colapso de los mecanismos tradicionales de subsistencia. En el último cuarto de siglo se produce una vigorosa industrialización que genera graves fracturas territoriales: el protagonismo corresponde a Vizcaya, seguida a bastante distancia por Guipúzcoa, mientras que Álava y Navarra permanecen agrarias y atrasadas. Se desarrolla una importante industria de la siderometalurgia con la creación de grandes empresas dedicadas a la extracción de mineral de hierro y a su exportación a Inglaterra. Simultáneamente, crecen otros frentes de negocio como la construcción naval y la banca.

La industrialización introduce profundos cambios en la estructura social: una amplia clase baja compuesta en gran parte por trabajadores industriales (obreros) y campesinos; una clase media integrada por grupos antiguos y nuevos (artesanos, pequeños comerciantes, obreros especializados, profesiones liberales); y una pequeña clase alta constituida por empresarios industriales y representantes de la banca. Junto al proceso de urbanización que multiplica los trasvases de población del campo a la ciudad, el bienestar de la zona, superior al promedio de España, y las abundantes posibilidades de encontrar trabajo, la convierte en meta de las migraciones interiores españolas.

En la última década del siglo XIX: nos encontramos por un lado con la gran oligarquía vizcaína, uno de los grupos de presión más poderosos del Estado español, opuesta al nacionalismo vasco y al socialismo, a la que el fervor monárquico le lleva en ocasiones a un manifiesto desprecio hacia el sistema parlamentario. Por otro lado el fuerismo intransigente sostenido por la clase media burguesa y parte del campesinado, que reacciona contra los efectos de la industrialización, constituye el núcleo fundante del nacionalismo vasco. Y finalmente la clase obrera, sobre todo inmigrante, que sobrevive en condiciones infrahumanas, representa el sustrato del movimiento obrero y de la doctrina socialista, que dará lugar a un núcleo sólido del movimiento obrero socialista (las juventudes socialista nacen en Bilbao en 1907 con Tomás Meabe al frente), contra los que se dirigirá el futuro nacionalismo vasco de forma despectiva (maketos). Los socialistas mantienen un claro enfrentamiento con el nacionalismo vasco al que acusa de racismo antimaketo, de retrógrado, de clerical y de estar al servicio de la clase dominante. Resta mencionar la presencia del carlismo en el mundo campesino, que entra en crisis y que sólo tiene un peso claro en Navarra.

El fuerismo intransigente atribuye un papel muy importante a la cultura y a la recuperación de la propia lengua. Recure a la historia, a la leyenda romántica y a la poesía. Divulga sus ideas mediante periódicos, revistas, producción literaria, fiestas,…

b) Tesis de Sabino Arana: ideólogo principal del nacionalismo vasco.

Arana, formulador de la idea nacionalista, nace y se socializa en un ambiente profundamente carlista y vive durante su niñez las consecuencias de una derrota en la guerra civil al compás de un fuerte proceso industrializador.
Sabino Arana entiende la nación vasca como una entidad natural y objetiva, viva, orgánica, creada por la mano de Dios y a su servicio, anterior y superior a los hombres, que trasciende a éstos sin que pueda ser desmantelada o cambiada a propia voluntad. El objetivo del nacionalismo vasco (católico por doctrina, alcance y fundamento) consiste en el cumplimiento de un deber religioso: la salvación de sus hermanos de raza para ponerlos al servicio de la Providencia: «Nosotros para Euzkadi y Euzkadi para Dios». El verdadero patriota vasco es aquel que asume el carácter sacral de la nación y el que, desde un imperativo ético sin exigencias de reconocimiento, se sacrifica e incluso muere por ella. Sabino afirma que el sacrificio y la ofrenda que él va a hacer se centra en el impulso al estudio de la lengua, de la historia y de las leyes propias, en la socialización nacional de sus compatriotas por medio de escuelas, de periódicos, de revistas y de asociaciones culturales, políticas y recreativas, y en intentar en definitiva, unir a todos los vascos bajo una misma bandera. En muy pocos años, semejante pretensión termina por convertir al nacionalismo vasco en un amplio movimiento social y cultural, sobre todo con la creación del Partido Nacionalista Vasco en 1895, sostenido por la clase media urbana y parte del campesinado vasco.

Arana recupera los mitos y símbolos subyacente a la literatura fuerista. La historia de la patria es historia sagrada, con su edad de oro, hasta la actualidad en el que un pueblo racial y religiosamente impuro como es el español los ha sometido por la fuerza. La resurrección sólo depende de los vascos de la época. Su interpretación de la íntima relación entre religión y nación conduce al nacionalcatolicismo vasco: en el plano doctrinal antes que la patria se encuentra Dios, pero en la práctica, en Vizcaya y en Euzkadi, para amar a Dios es condición indispensable ser patriota. Su acentuado catolicismo le lleva a reclamar la construcción de una Iglesia nacional que hable y actúe pastoralmente en euskera, a diferencia de la existente, favorecedora a su juicio de la dominación española.

El atributo fundamental de su nacionalismo viene protagonizado por una raza vasca pura, aislada en el universo y dotada de una aptitud religioso-moral. Según Arana, el pueblo sólo puede salvarse evitando «el mortal contagio», la mezcla, por medio del aislamiento respecto del maketo en todos los órdenes sociales. Los apellidos constituyen la experiencia práctica de la pureza racial ligada al principio de la limpieza de sangre infiel. Sostiene la unión de los vascos para destruir al mismo tiempo, al liberalismo y al socialismo, ideologías igualmente extranjeras y descristianizadoras; en tales afirmaciones se encuentra el germen del sindicalismo nacionalista, Solidaridad de Obreros Vascos (ELA-STV) fundada en 1910.

El idioma constituye una cuestión de gran importancia en tanto que es la expresión de la raza y puede actuar como instrumento de incomunicación con lo español. El único modo de devolverle esplendor al euskera consiste en hacerla imprescindible en las diversas dimensiones de la existencia cotidiana, nacionalizándolas.

En síntesis, el discurso sabiniano opera una asimilación entre buen vasco, patriota y buen católico, desde una visión maniquea de la realidad. Por un lado sitúa como oponente al español de origen y al españolista o traidor y formaliza un discurso totalizante que persigue despertar a la sociedad vasca de su letargo y provocar un renacimiento nacional a partir de la recuperación de la independencia política. En su interior, el militante se convierte en un creyente cuya obediencia política equivale a fidelidad ética y religiosa. Arana es también el creador de una amplia simbología: desde la propia lengua, la ikurriña o bandera vasca, las fiestas y el folklore, hasta el himno de su partido (PNV).

Sin embargo, al final de su vida, en una coyuntura política difícil para el nacionalismo, Sabino plantea un cambio de estrategia, que significa sustituir el independentismo por la aceptación de la integración de la nación española y la búsqueda en su seno de prosperidad material para el pueblo vasco, fomentando el estrechamiento de lazos con otros movimientos del mismo signo en la búsqueda de un régimen autonómico. La no aplicación del nuevo programa antes del fallecimiento del fundador del PNV constituye un elemento permanente de tensiones dentro del partido entre los sectores más intransigentemente independentista que se reclaman herederos de la pureza aranista y los autonomistas, tensiones que, a lo largo de su historia, se saldan con más de una escisión.

c) El nacionalismo vasco hasta la Guerra Civil.

Tras la muerte de Sabino Arana se consolidan dentro del PNV las dos corrientes: una independentista y otra autonomista. El permanente enfrentamiento entre ambas es una constante en el devenir histórico del nacionalismo y explica sus repetidas escisiones.. Durante las tres primeras décadas del siglo XX, los ideólogos nacionalistas mantienen intacto el legado de Sabino Arana.

Un capuchino navarro, Evangelista de Ibero, declara su actitud vasquista en un sermón donde aparecen reflejadas, por su fidelidad a la concepción sabiniana original, las líneas fundamentales del catecismo nacionalista. A la pregunta:»¿Media alguna relación entre el nacionalismo y el catolicismo?», responde, «Sí, señor, y tan íntima y estrecha que en las naciones católicas no se percibe nacionalismo sin catolicismo; porque el catolicismo es parte integrante de su nacionalidad…» Mas adelante, afirma: «¿Qué pensáis de los padres que hablando la lengua de su Nación o Raza no la enseñan a sus hijos? Que son traidores a la Patria y como tales merecen ser fusilados por la espalda».

Otro de los ideólogos fundamentales hasta 1930 es Kizkitza, que tras demostrar que Euzkadi es una nación, describe el estado generalizado de postración en que se encontraba a finales del siglo XIX. Entonces, según él, la Providencia se compadece y depara a los vascos una figura salvífica, Arana, quien aporta la «Gran Idea», la nacionalidad. Estableciendo una analogía entre la obra de Sabino y la de Jesús, identifica la tarea del fundador del nacionalismo con una misión religiosa, la salvación del pueblo vasco, para así recuperar la esencia de su raza, la catolicidad, y poder dirigirse a Dios; semejante labor de redención exige como condición previa pasar por el sacrificio, el martirio y la crucifixión. Concluye que si Arana es el Mesías, los nacionalistas vascos socializados por él son «miembros de una organización religiosa».

Este ideólogo se convierte en el artífice del programa y de la actuación de Comunión Nacionalista, nombre que recibe el PNV a partir de 1916. Frente al posibilismo de Comunión Nacionalista, surgen las primeras voces discrepantes entre la Juventud Vasca de Bilbao, quien acusa a la jefatura del movimiento de conservadora, pasiva y excesivamente proclive al compromiso. Los jóvenes controlan su propia publicación (Aberri-Patria) y, dirigidos por Elias De Gallastegi (Gudari), se pronuncian a favor de una política radical de activismo independentista, contemplan la fuerza como medio a utilizar ante la ineficacia de los canales políticos.

El periodo de la II República es importante para el nacionalismo vasco, ya que se gestan distintas posturas que irán madurando a partir de la segunda mitad del s. XX (nacimiento de ETA, postura del PNV en la transición española,…) Mientras el PNV desarrolla una estrategia autonómica, surge en su seno un rebrote del cisma aberriano, que apuesta por el radicalismo antiespañolista y el independentismo (más tarde, ETA los mencionará como sus orígenes ideológicos).
Durante la guerra civil, el nacionalismo vasco sólo busca sus propios intereses apuntándose al que cree que va a ser caballo ganador, Frente Popular, aportándole una justificación moral de primer orden (su catolicismo, por lo que la guerra no podía ser interpretada por los insurrectos como una cruzada religiosa). Sin embargo no duda en traicionar a la República (Pacto de Santoña) cuando ve que va perdiendo la guerra. Finalmente, se equivoca de estrategia, y vence el Bloque Nacional.

d) Mecanismos de transmisión ideológica durante estas décadas

El partido penetra en los distintos sectores del tejido civil, desde el político y el laboral, al educativo, al cultural y deportivo; prolifera una constelación de asociaciones en cuanto agentes de socialización ideológica. Para un adecuado funcionamiento del movimiento se crea un amplio sistema de comunicación, difusión y propaganda del que forman parte periódicos, revistas y editoriales.
El clero interviene mediante la divulgación hacia las masas por medio de la predicación desde el púlpito (a veces en euskera) y de la confesión; la investigación etnológica e histórica del País Vasco y el estudio y promoción de su lengua (Seminario de Vitoria); el trabajo de los sacerdotes propagandistas en el mundo obrero según la doctrina social de la Iglesia.
El movimiento juvenil, Las mujeres jelkides, la Federación de Escuelas Vascas (el movimiento de las ikastolas), los sindicatos SOV y luego STV…….
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e) Período de la Dictadura. Nacimiento de ETA.

Tras la victoria de Franco en la Guerra Civil, Vizcaya y Guipúzcoa son declaradas «provincias traidoras» y se abolen los Conciertos Económicos, últimos vestigios del sistema foral. El recurso a la fuerza pretende lograr la integración y la creación de una conciencia nacional estatal por medio de los estados de excepción y de la supresión de todo signo de la identidad vasca. Ante la represión y la invisibilidad pública a la que le obliga la dictadura, el mundo nacionalista se fragmenta y transita desde el escenario público a la esfera privada donde encuentra refugio en una serie de instituciones. Las más representativas son la familia, la Iglesia, la cuadrilla, y una red de asociaciones culturales, deportivas y gastronómicas arraigadas en la vida cotidiana. Esto en el interior; en el exilio el PNV llegará a colaborar incluso con la CIA.

Se implanta un sentimiento de genocidio que genera un doble proceso: la diferenciación entre Nosotros y los Otros y la identificación de los Otros con el enemigo.

España experimenta una intensa modernización económica en los años 50 y 60, que en el Pais Vasco implica un fuerte despegue industrial para el cual necesita mano de obra en abundancia procedente de otras regiones de España (en 1970 un 30% de la población vasca sea inmigrante y que en Vizcaya la tasa se eleve al 40%). En medio de las transformaciones sociales que semejante proceso lleva consigo la sociedad vasca modifica sus patrones culturales y los adapta a los del resto del mundo occidental envuelto en un intenso proceso de secularización que se traduce en un creciente pluralismo político.

En momentos de fuertes cambios que socavan el universo simbólico dominante, un sector de jóvenes estudiantes universitarios vizcainos, de tradición familiar creyente y nacionalista, reacciona ante la permanencia del régimen que se consolida en la esfera internacional. Critican lo que juzgan inmovilismo y pasividad de sus mayores (PNV). Forman el grupo EKIN (Hacer), un movimiento ideológico cerrado centrado en el estudio de la historia y del euskera en el que influyen las lecturas de Arana y los movimientos europeos de vanguardia. Tanto EKIN como luego ETA buscan generar su propia cultura tratando de romper con las convenciones sociales y creando nuevas normas y valores. Desde el principio se desmarcan de la Iglesia por la frustración que les genera la actitud complaciente de la jerarquía para con el régimen y su falta de compromiso político. En 1959 se crea ETA, que se autoproclama continuadora de la resistencia de los gudaris vascos del 36 por la libertad de su pueblo, heredera de una misión histórica incompleta.

La organización considera ya en sus primeros escritos que el elemento que identifica la esencia étnica vasca no es la raza sino la lengua, cuya difusión y fortaleza es requisito imprescindible para la supervivencia nacional. ETA se declara aconfesional y partidaria de un Estado vasco laico, separando el quehacer patriótico del religioso. Para ser defensor de la causa vasca no es condición sine qua non tener o no creencias religiosas. En sus planteamientos considera, al igual que el aranismo, a Euskadi como nación ocupada por los imperialismos español y francés. ETA considera que la regeneración nacional sólo puede provenir de la independencia y no de la recuperación de los sistemas de autogobierno utilizados hasta 1936, rechazando así la postura mantenida por el PNV y el Gobierno Vasco en el exilio. Defiende la constitución de un Frente Nacional que aglutine a todos los vascos al margen de sus concepciones políticas.

En pleno régimen franquista, el uso de las armas se reviste de dosis de legitimidad en la medida en que se subraya la necesidad de la violencia como respuesta a la violencia estructural del Estado, como reacción frente a una situación de esclavitud que amenaza la existencia del pueblo. ETA cree que la patria está siendo objeto de una inmigración masiva fruto de la demanda de mano de obra industrial y que, dada la falta de instituciones político-culturales propias, resulta devastadora y representa una de las fórmulas más eficaces promovidas por un Estado opresor para lograr la asimilación definitiva de la nación colonizada. Tras una valoración de conjunto, declara que respetará únicamente a quienes hagan lo mismo con el pueblo vasco: «Reconoceremos sus derechos sólo a los inmigrantes que reconozcan los nuestros. A los otros los consideraremos como maketos al servicio del genocidio español».

ETA se autodefine como movimiento y no como partido, ya que su objetivo no es meramente político sino que encierra algo más profundo y global, cual es la reconstrucción nacional siendo la independencia política de Euskadi Sur y de Euskadi Norte un medio para alcanzar tal fin.

Un momento clave en la historia de ETA es el que tiene lugar con la publicación en 1962 de Vasconia, obra escrita por Krutwig. Su importancia ideológico-práctica hace que sea considerada por algunos como la «Biblia» de ETA. Vasconia y ETA modifican los rasgos identificativos del ser vasco: buen vasco equivale a euskaldun, revolucionario y anticlerical. Su oponente o adversario sigue siendo España y el discurso totalizante en torno a la nación y a su independencia. El desmarque respecto del nacionalismo tradicional de caracteres pequeño-burgueses. Sostienen que el nuevo modelo de construcción nacional tiene que tener una naturaleza socialista y no demócrata cristiana. La violencia y la revolución total son los únicos métodos para la restitución de la nación al pueblo oprimido, para su liberación nacional y social; se concibe como una violencia de autodefensa. En los distintos casos, se critica el reformismo de los partidos nacionalistas, su tendencia a buscar puentes de acuerdo y a hacer transacciones que les pliegan al dictado del opresor. La estrategia que se defiende, y que será aplicada posteriormente por ETA, es la de la espiral Acción-Represión-Acción: en un proceso de diferenciación, el oprimido identifica al Otro, su enemigo, contra quien dirige actos de violencia los cuales provocan, a su vez, la adopción de fuertes medidas represivas que facilitan el progreso de la conciencia nacional y que confirma que entre opresores y oprimidos todo se resuelve por la fuerza.

La lucha armada señala un punto de no retorno, pero se reviste de caracteres positivos y formativos. La militancia se entiende al estilo de una liberación, de un proceso de conversión y de iluminación marcado por la autenticidad de la verdad que profesan. Al resaltar sus experiencias vitales, varios de los exmilitantes de ETA señalan cómo el iniciarse en la militancia marca el fin de la práctica e incluso de las creencias religiosas, especialmente cuando se empieza a participar en acciones violentas. Surge entonces un nuevo centro jerarquizador de valores y de normas de conducta que engendra su correspondiente universo simbólico sagrado donde la donación de sentido la ejerce la nación y/o la revolución y uno Dios. En 1968 se produce el primer atentado con víctima de ETA, donde mueren el policía Melitón Manzanas y el dirigente de ETA Txabi Etxebarrieta.

A principios de la década de los 70 se intensifica el descrédito del régimen franquista muy afectado por las críticas internacionales al conocido como Juicio de Burgos (contra los colaboradores del atentado) del que ETA resulta sumamente favorecida al obtener una importante victoria política sobre la dictadura, el apoyo del pueblo vasco e incluso la solidaridad de la oposición antifranquista del resto del Estado. En estas fechas, ETA lleva a cabo una serie de acciones y de ataque directos contra la oligarquía industrial y financiera mediante los cuales pretende demostrar la importancia de la relación entre lucha armada y lucha de masas. Pero sin duda alguna, el atentado más destacado fue el que acabó con la vida del Almirante Carrero Blanco en 1973, convertido en presidente del gobierno desde 1967 y considerado sucesor natural de Franco.

Desde el punto de vista organizativo, ETA decide dividirse en cuatro frentes: cultural, político, económico y militar. Pero surgen las diferencias en su interior de cómo coordinar la lucha armada y la lucha de masas en el nuevo contexto que se avecina en vísperas de la muerte de Franco. Esto acaba con la división interna en dos grupos: ETA militar, grupo minoritario que mantiene una postura de independencia absoluta respecto a la organización, incluida la Dirección; y ETA político-militar, corriente mayoritaria, que sostiene que los organismos políticos y militares deben actuar bajo una misma dirección y unidad orgánica, pues de lo contrario corre el riesgo de que el grupo militar adquiera una dinámica propia y caiga en el puro y duro militarismo (como así ocurriría más tarde). Finalmente, en 1981 triunfará la postura de ETA militar quedándose como único grupo de la organización. Es en este sector donde se intensifica el culto a la acción militar desde una perspectiva mesiánica y liberadora: «Tampoco podemos jugarnos todas las cartas a la democracia porque ello significa liquidar el único elemento verdaderamente inasimilable por la burguesía, la única garantia de conseguir nuestros objetivos finales: la lucha armada».

A nivel de masas se crea el Movimiento de Liberación Nacional Vasco (MLNV), que aglutinará a la izquierda abertxale a nivel político (con distintos partidos), social, cultural y económico.

La mayoría de los vascos, sin ser abertzale, ha consentido hasta ahora en asumir cargas y obligaciones impuestos por los abertzales. Los no abertzales comprendieron en la transición que el nacionalismo vasco había crecido en medio de graves carencias de libertad y democracia durante el franquismo. También la izquierda de entonces participaba de esa visión idealista de una supuesta colaboración en la caída del franquismo. Por ello buscando la convivencia pacífica y por qué no en base a un verdadero amor a la tierra, asumieron buena parte de los objetivos abertzales.

Así por ejemplo han escolarizado casi por completo a sus hijos en un modelo educativo en euskera donde el castellano es un idioma más (modelo D). Si a comienzos de la transición existían siete dialectos distintos del euskera y sólo lo conocía el 12 % de la población (el 6 % en Álava), en el curso 2001/02 el 98 % de los padres piden que sus hijos sean escolarizados en el modelo D.

Se ha permitido así mismo que signos y símbolos nacionalistas (bandera, himnos, fiestas,etc) las adopte el conjunto de la población. Ha sido posible una gravosa discriminación positiva para la creación literaria y artística en euskera. Se han subvencionado revistas y periódicos por el hecho de estar escritos en euskera aunque, como se demostró con Egunkaria, están vinculados a ETA.

Se dispone de un amplísimo cuerpo de funcionarios traductores en las instituciones públicas, además de generosas ayudas a cuantos funcionarios desean aprender euskera. Muchos de estos funcionarios se reclutan con la condición del bilingüismo.