El sector textil en el movimiento obrero: de Manchester a Bangladesh

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Tradicionalmente, la producción de ropa ha sido un sector con unas condiciones laborales extremadamente duras. El textil es uno de los primeros sectores en los que entra la industrialización, la mecanización y el trabajo en cadena. Es por eso que este sector sea muy emblemático para el movimiento obrero. El 8 de marzo de 1857 un grupo de obreras textiles recorrían los barrios ricos de Nueva York. Protestaban por sus condiciones laborales.

Desde entonces hasta las primeras décadas del siglo XX, las trabajadoras de EEUU y Europa reclaman una jornada laboral de 10 horas, permisos de maternidad y lactancia, la prohibición del trabajo infantil, formación profesional y derecho a formas parte de un sindicato.

El 8 de marzo de 1908, 123 obreras textiles y 17 hombres morían en un incendio provocado en la fábrica Triangle Shirtwaist de Nueva York. Día que desde 1911 conmemora como Día Internacional de la Mujer Trabajadora. La lucha de las obreras de la confección comportó mejoras en las condiciones de trabajo en las fábricas, sobre todo después de la II Guerra Mundial.

Hasta los años 70 la confección era un sector muy importante en los países ricos, pero a partir de los años ochenta, con el empuje de las políticas neoliberales y la fiebre del libre comercio, se inició una deslocalización masiva de la producción de ropa. A pesar de las limitaciones que imponía a la importación el Acuerdo Multifibra (AMF, que establecía un sistema de cuotas que limitaba el volumen de ropa asiática que podía entrar a EEUU y Europa), las principales firmas de moda fueron pioneras en la subcontratación de su producción a países empobrecidos con el fin de abaratar los costes laborales.

Dos hechos facilitaron este proceso: la maquinaria para poner en marcha una industria de corte y confección no requiere grandes inversiones, y el proceso de formación de las trabajadoras es más corto y sencillo que en otros procesos industriales. La primera gran oleada de deslocalizaciones del sector de la confección tuvo lugar en los setenta y tuvo como lugares receptores Corea del Sur, Taiwan, Singapur, Hong Kong y Túnez. La entrada de ropa barata en los mercados occidentales motivó que en 1974 se firmara el Acuerdo Multifibra.

Lejos de suponer una limitación a la globalización de la moda, el AMF provocó que las firmas internacionales buscaran proveedores en otros países que no estuvieran incluidos en el sistema de cuotas.

Años 80

En los años ochenta, una segunda oleada deslocalizadora abandona a los tigres asiáticos y se desplaza a países como Sri Lanka, Filipinas Bangladesh, Tailandia e Indonesia. Mientras América Central y México se convertían en áreas clave para proveer de ropa las tiendas estadounidenses, Turquía, Túnez y Marruecos se convierten en los talleres de costura del mercado europeo.

Años 90

A finales de los noventa, entran en escena otros países productores como Botsuana, Kenia, Tanzania, Uganda, Camboya, Laos o Birmania y se consolida en modelo de negocio caracterizado por la subcontratación de proveedores. Las grandes marcas que en el pasado producían su propia ropa, pasan a ser empresas que diseñan, distribuyen y comercializan prendas fabricadas en todo el mundo, en talleres y fábricas que son propiedad de terceros. El gran éxito de firmas internacionales como H&M o Zara (del grupo Inditex) no se entendería sin el abaratamiento del coste de sus productos a partir de la deslocalización de buena parte del proceso de manufactura.

Los países que han acogido la industria deslocalizada en los últimos años presentan una característica en común: fuertemente endeudados con la banca privada y con el FMI y el BM que les han impuesto sus planes. Una de las retribuciones salariales más bajas del mundo con consecuencias directas derivadas:  largas jornadas de trabajo, desestructuración familiar, asunción de deudas impagables, esclavitud infantil, malnutrición de niños y adultos y, en definitiva, unos costes incalificables en forma de sufrimiento humano.

En muchos de estos países se niega abiertamente a los trabajadores la posibilidad de sindicarse. Los gobiernos restringen, dificultan e, incluso, prohíben los sindicatos independientes, así como la negociación colectiva. En un contexto de sobreexplotación laboral y alta de disponibilidad de tiempo, los obreros y obreras encuentran barreras casi insuperables para la acción colectiva. Los empresarios, a su vez, recurren si es necesario a la intimidación, los despidos, las listas negras y, a menudo la violencia física. Es práctica extendida la creación de listas compartidas de sindicalistas.

A pesar de las trabas, las trabajadoras buscan maneras de organizarse y luchar para mejorar sus condiciones. Un ejemplo es la IndustriALL Global Union, unión de sindicatos que representa a 50 millones de personas trabajadoras del sector de 140 países.

El siglo XIX dejó acuñado el término capitalismo manchesteriano: prototipo de un capitalismo en estado puro, de explotación salvaje, que había caracterizado la actividad fabril de la ciudad inglesa. Hoy e modelo de Manchester se ha deslocalizado a países como Bangladesh. Mientras las firmas internacionales de moda y las grandes cadenas de distribución seducen a su clientela con la actualización constante de sus diseños y los bajos precios de sus productos, en este país asiático, las obreras viven rodeadas de prendas que confeccionan durante más de 12 horas diarias,  a cambio de salarios que apenas cubren  sus necesidades básicas. En el país hay más de 4.000 fábricas de ropa donde trabajan más de 3 millones de personas, la gran mayoría mujeres. Desde 2006 hasta hoy las movilizaciones de obreras y obreros no han parado. En esos mismos años más de 2.000 muertos en el sector de la confección.1.221 víctimas mortales en el hundimiento del Edificio Rama Plaza de Bangladesh…

Autor: Albert Sales i Campos