Fronteras en Europa (Calais)

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Notas sobre las visitas a los asentamientos de migrantes en Calais.

En el mes de julio de este año un grupo de voluntarios de London Catholic Workers pudimos visitar Calais, Francia, donde se encuentra una de las estaciones del Eurotunel que unen UK con Francia y donde se agrupaban, por entonces, entre 1.500 y 2.000 migrantes de unas 20 nacionalidades – entre otras Sudán, Afganistán, Eritrea, Somalia, Irán y Siria- viviendo en condiciones deplorables a las afueras de la ciudad en chabolas de plástico y cartón fabricadas por ellos mismos en una especie de campo de refugiados improvisado conocido como la “la Jungla”. En el mes de septiembre tuve la oportunidad de hospedarme allí una semana con la comunidad sudanesa. Por entonces vivían ya entre 3.000 y 4.000 personas, además de tres pequeños grupos de sirios acampados en la ciudad. En el presente artículo pretendo aportar algunas de las constataciones y reflexiones que pudimos realizar sobre el terreno.

Los asentamientos comenzaron a formarse, tras la decisión de Nicolás Sarkozy, en 2002, de cerrar el Centro de Recepción para migrantes en “La Sanguatte” que gestionaba Cruz Roja. A lo largo de este tiempo, los migrantes han vivido en infravivienda, o han formado asentamientos de chabolas, que han sido destruidas por las autoridades y reconstruidas por los migrantes en varias ocasiones.

Los asentamientos en la Jungla están organizados por nacionalidades, y además de las chabolas, encontramos -en similar construcción- seis mezquitas, tres iglesias, una escuela -donde los migrantes aprenden francés e inglés- y varias tiendas y clubs.

Algunos de los migrantes que viven en la Jungla proceden de países en conflicto: “La milicia quemó mi casa con mi padre y mi madre dentro, yo huí” me dijo Rifat, un joven de Darfour de 22 años. “Hace seis años que salí de mi país, desde entonces no he hablado con mi familia, pienso que están en Darfour” me decía Mustapha, que salió de Sudán con 16 años.
También encontramos menores sin referentes que viajan solos como Mujtba, de 16 años, que salió de Afganistán hace mes y medio huyendo de los talibanes. Viajó con su familia hasta Irán, donde permaneció con ellos 5 días, y ahora viaja solo con idea de cruzar a UK y sueña con “una vida normal con mi madre y mi padre en UK”. O Ali y Subnallah, de 15 y 19 años que se conocieron en la ruta y ahora Ali enseña inglés a Mujtba. También nos sorprendió ver menores de 3-4 años viviendo con sus familias en la Jungla.

Sobre el tiempo transcurrido fuera de su país, conviven en la Jungla los recién llegados, como hemos visto, con personas que llevan años indocumentados en Europa “Llevo en esta situación más de 10 años entre África y Europa, ahora quiero descansar y ya me plantearé el futuro” me decía un senegalés.

En algunas conversaciones también podemos ver indicadores de ausencia de referentes familiares y del proceso de exclusión: “Antes toda esta gente tenía una familia y ahora no la tienen. Necesito una familia”. “Sé que beber (alcohol) no está bien, pero a veces bebo. Cuando bebo, después, mi mente está relajada” me decía el joven que no ve a su familia desde hace 6 años.

No todos los que están en la Jungla quieren cruzar a UK. Caritas Calais acompaña a unos 300 migrantes al año en su proceso de demanda de asilo. “No quiero ir a UK, solo quiero paz y seguridad. Quiero vivir en paz y aquí puedo hacerlo” me decía Abdu, sudanés de 22 años que ha solicitado su asilo en Francia. Otros sí que pretenden cruzar a UK. Algunos por miedo a ser deportados por Francia –aunque en este aspecto existe confusión, hablamos tanto con un afgano que quería cruzar a UK por miedo a ser deportado por Francia, como con otro afgano que vivió en UK y viajó a Francia por miedo a que UK le deportase- Otros quieren cruzar porque esperan mejorar su situación en UK: “Esto es Francia (= Jungla), aquí no tengo casa” “Quiero estudiar medicina” Me decía un joven iraní convertido al cristianismo.

Con las personas con las que hablamos un poco más en profundidad, pudimos comprobar que su proyecto migratorio es temporal y que antes de migrar a Europa probaron suerte en otros países cercanos a su casa: “Darfur es peligroso. No hay paz, ni seguridad, ni educación, ni agua, ni electricidad… por lo que tuve que salir de mi país. Libia era un buen país para mí porque está cerca de mi pais. Pero en Libia no hay gobierno. Cualquier persona a toda hora preguntaba: ¿dónde están tus documentos? Por lo que tras algunos problemas decidí partir. Si no puedo estar en Libia ¿dónde puedo ir? Quizás a Europa… “Quiero estar aquí por un tiempo, cuando la situación es mi país esté bien, volveré a mi hogar” (Para el futuro) “Deseo que todo vaya bien y la gente de Sudán-Darfour pueda volver a casa. Paz, comunidad y armonía es lo que yo deseo”.

Las situaciones de vulnerabilidad y exclusión descritas contrastan con el endurecimiento del discurso por parte de los políticos europeos, y la propuesta de más medidas policiales y militares tal y como podemos ver en la declaración conjunta tras el acuerdo de cooperación entre los ministerios del interior francés e inglés para gestionar los flujos migratorios en Calais, -firmado en Agosto de este año- que se refiere en términos de “mafias y bandas criminales que explotan migrantes” y pone el acento presupuestario en prever más medidas para reforzar la seguridad del perímetro de las estaciones y dentro del túnel, así como más recursos para Eurotunel Ltd. para que refuerce su seguridad interna. Así mismo el acuerdo prevé aunar esfuerzos para acelerar la deportación de los migrantes, así como más cooperación con EUROPOL, y la aceleración de la implementación de un Centro multifuncional para migrantes en Niger, así como realizar campañas de sensibilización sobre los riesgos de migrar en los países de origen.

La preocupación sobre la existencia de mujeres y menores en situación vulnerable queda casi reducida a más observación sobre el terreno para ofrecer información y consejo, y proponer el retorno voluntario. Por su parte, UK se comprometa a trabajar para hacer UK menos atractiva para los “migrantes ilegales” limitando el acceso a vivienda y a salud.

El endurecimiento de los discursos, y la propuesta de más medidas del aparato militar también se concretan en agresividad policial no contra las mafias en abstracto, sino contra los pobres en concreto. El último día de mi visita la policía desalojó uno de los tres asentamientos urbanos de sirios que había en Calais, así como los acampados de la parte más visible a la entrada de la Jungla. A las 9h30 tenía prevista una reunión con el responsable de Caritas, pero cuando llegué a la sede, ante la gravedad de las noticias, éste debía salir con urgencia y me invitó a acompañarle a terreno para comprobar la situación de los migrantes.

Voluntarios estaban ayudando a los migrantes a recoger del suelo lo que queda de sus pertenencias. Médicos del Mundo y Cáritas recogieron a varios menores y mujeres para llevarlas a un sitio seguro, mientras esa misma mañana mantenían una reunión de urgencia para gestionar la situación. Según me contaban los menores el desalojo fue violento, la policía utilizó gases lacrimógenos y el hermano de uno de los menores acabó en el Hospital tras haber sido agredido por uno de los policías.

Cuatro menores sirios –tres de ellos de los habíamos recogido esa mañana- junto con su madre acabaron siendo acogidos en una parroquia por el padre con el que me mantuve en contacto esa semana y coincidí con ellos justo antes de partir. La madre, triste, me dijo: “Si Francia no nos quiere, nos iremos. Iremos a Bélgica o a otro país”.
Autor: Juanjo Peris, Social worker. Live in volunteer in London Catholic Worker
Calais / Londres – Septiembre / Octubre 2015

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