La guerra olvidada: tuaregs contra tubúes

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Desde el verano de 2014, una guerra civil desgarra Fezzan, la tercera provincia libia, junto con Cirenaica y Tripolitania, resabios del tiempo de la colonización. Esta guerra enfrenta a dos poblaciones que hasta entonces vivían en armonía. El derrumbe del Estado y el enfrentamiento entre los gobiernos de Trípoli y Tobruk han reavivado las ambiciones y los temores de unos y otros en un entorno de tráficos diversos y de ingerencias de las potencias extranjeras.

En medio del desierto, a 1.000 kilómetros al sur de Trípoli, una extraña guerra enfrenta a dos pueblos que se consideraban hermanos antes de que el torbellino post-revolucionario se llevara por delante su amistad. Lo tubúes, una minoría negra originaria del macizo del Tibesti, en el Chad, y los tuaregs, “los berberiscos del desierto” repartidos por toda la zona sahelo-sahariana, convivían desde la firma –al final del siglo XIX– de un tratado de paz. Pero en agosto de 2014 estalló la violencia en el oasis de Oubari, donde la influencia cada vez más marcada de los tubúes creó tensiones con la mayoría tuareg. Un año más tarde, en julio de 2015, los enfrentamientos llegaron a la capital de Fezzan, Sehba. A medida que el conflicto se instalaba se hacía más difícil entender el porqué de su persistencia. Las partes implicadas, convencidas de la presencia de una “quinta columna”, dicen que su destino ya se les ha escapado de las manos.

La provincia de Fezzan, fronteriza con Argelia y Níger

En otros tiempos situado en la ruta de las caravanas, el oasis de Oubari era conocido como el punto de partida de las visitas turísticas en el Sahara libio. Hoy en día, la ciudad está desierta, dividida en zonas enfrentadas y controladas por grupos armados. Los bombardeos de las unidades blindadas y los disparos de los francotiradores han hecho huir a un cuarto de su población –de unas 30.000 personas–. El resto de ellas resisten escondidas en sus barrios. Lo combates han matado a cientos de personas, y el hospital, privado de su personal asiático que ha huido de la ciudad, ya no puede atender a los heridos. A menudo, los más graves mueren durante el traslado a Trípoli. La ayuda tiene dificultades para llegar ya que el único camino que une los oasis en la dirección de Sehba por un lado y con la frontera argelina por el otro es cortado periódicamente por las milicias o los bandidos. Aislada del mundo, Oubari se viene abajo en el olvido total.

Sin embargo, Fezzan es muy importante desde el punto de vista geopolítico. Por esta región tan hostil, con sus fronteras con Argelia y con Níger, es por donde pasa no solo la mayor parte de los emigrantes del África subsahariana que tratan de cruzar el Mediterráneo sino también los narcotraficantes que transportan heroína y cocaína con destino a Europa. Es también aquí donde Mokhtar Belmokhtar, autor del ataque a la planta procesadora de gas argelina en Amenas, y otros jefes de la vaporosa Al-Qaeda en el Maghreb islámico (AQMI) tendrían sus bases de retaguardia y donde el Estado Islámico (EI) pretende crear una filial. Se trata de una zona peligrosa; Fezzan preocupa a la Unión Europea que, el 22 de mayo de 2013, montó una misión de ayuda en las fronteras (EUBAM, por sus siglas en inglés) encargada de asistir a las autoridades libias en la mejora y el refuerzo de la seguridad fronteriza del país, a partir de una invitación cursada por Libia1 para reforzar los controles a lo largo de su frontera. Desde entonces, el deterioro de las condiciones de seguridad ha imposibilitado la tarea.

Las tres regiones administrativas libias
Las tres regiones administrativas libias

Los libios del norte, que ven a Fezzan como una fuente de problemas, están angustiados por la posibilidad de un “levantamiento gadhafista” y temen la invasión de su país por parte de los “extranjeros”. Para muchos de ellos, la noción de extranjeros también comprende tanto a los tuaregs como a los tutúes, dos etnias que en su origen eran nómadas y mantienen lazos de parentesco con gente que vive fuera de Libia. Aunque de una manera general, de tanto en tanto, la prensa libia se inflama con estos temas. Esta marginación ha marcado profundamente la forma en que los oriundos de Fezzan conciben su relación con el norte. “Desde hace mucho tiempo, ellos explotan nuestros yacimientos petrolíferos y acuíferos sin darnos nada a cambio”, se quejan frecuentemente.

Misrata contra Zintan

En ausencia de un Estado fuerte y desde la caída del régimen de Gadhafi, la región es objeto de una política clientelar por parte de algunas ciudades del norte que ven a Fezzan como su patio trasero. Zintan, localidad del djebel Nafoussa, en el noroeste, en 2011-2012, tomó los puestos de la frontera con Túnez y Argelia y las explotaciones petroleras de las cuencas de Mourzouk y Ghadames, y se sirvió de combatientes tubúes para vigilar su botín de guerra. Esta alianza y la creciente fuerza militar de los tubúes disgustan a los tuaregs, que tradicionalmente han dominado en la región situada entre Oubari, Ghat y Ghadames. Los tuaregs de Oubari se quejan de que los habitantes de Zintan hayan acordado ciertos privilegios con lo tubúes, como el acceso al aeropuerto petrolero de Sharara, a 60 kilómetros de Oubari, y piden su cuota de empleos.

Paralelamente, la ciudad de Misrata, que desde 2011 abastece a la mayor fuerza militar del noroeste y es rival de Zintan, invierte cada vez más en Fezzan. En enero de 2014, con el mandato del Congreso general nacional de Trípoli de parar los enfrentamientos tribales, Misrata desplegó en Sebha una alianza de brigadas llamada la “Tercera fuerza”. Los jefes misratíes unen a las milicias locales reclutadas entre los Ouled Slimane y los Hassouna, partidarios de la revolución que se oponen a los Gadhafa y los Magartha. De esas dos tribus, que habían sido privilegiadas por Gadhafi y marginadas después de su caída, se sospecha que fomentan una rebelión financiada por los dignatarios del antiguo régimen cuyas bases están en Níger y Egipto.

En el verano de 2014, cuando empezó la guerra civil entre Fajr Libya (Alba de Libia) –una coalición dominada por Misrata y respaldada por los islamistas del Congreso– y la coalición Karama (Dignidad), dirigida militarmente por Khalifa Haftar y políticamente por el nuevo Parlamento instalado en el este y del cual Zintan es su principal aliado en el oeste, Fezzan se fracturó. Los jefes militares tubúes declararon su apoyo a Karama y amenazaron con enviar tropas contra Trípoli. Pero Zintan, obligada a defender sus posiciones en el noroeste, cedió el terreno a la Tercera fuerza misratí, que aprovechó para desplegarse cerca de Oubari.

Es en este contexto que estalló el conflicto de Oubari. Acusando a los tubúes de tráfico de combustible y de monopolizar la red de distribución, una unidad tuareg tomó las gasolineras y la comisaría de policía. Los tubúes respondieron con un ataque, que fue posible gracias a refuerzos llegados de su feudo Mourzouk. El discurso se radicalizó muy rápidamente. Los tuaregs piden el alejamiento de los “mercenarios chadianos”, retomando un tópico utilizado frecuentemente contra los tubúes quienes, por su parte, se niegan a retroceder ante los “terroristas de Malí”, sugiriendo que sus adversarios son rebeldes llegados del norte de Malí después de la intervención francesa. Los tubúes dicen ser la última línea de defensa contra una toma del poder por parte de “los islamistas” que responden al liderazgo de Misrata. En los primeros días de noviembre de 2014, un grupo tuareg expulsó a los tubúes de Sharara con el apoyo de la Tercera fuerza, que sin embargo se mantuvo a las puertas de Oubari sin intervenir abiertamente. Desde entonces, la relación de fuerzas en el lugar poco ha cambiado. Los barrios del este de Oubari están controlados por los tubúes mientras que los tuaregs bloquean su avance desde lo alto del djebel Tende, una montaña que domina la ciudad.

La sombra de los mercenarios

El 10 de julio de 2015, Sebha se inflamó después de que un asesinato desencadenara un enfrentamiento entre tubúes y tuaregs en el barrio de chabolas de Tayouri. En unos pocos días, cientos de familias lo abandonaron para refugiarse en las escuelas de Sebha y murieron decenas de civiles, entre ellos por lo menos cinco niños. Por primera vez, el conflicto pareció despertar el interés de las comunidades vecinas y en unos días la institución tribal de Sebha creó un consejo barrial que declaró un alto al fuego. Mientras tanto, una gran delegación de jeques de todos los rincones del país, entre ellos de Misrata y del djebel Nafoussa, llegó a Sebha para mediar en el conflicto. El 25 de julio el comité de Tayouri negoció un primer acuerdo de paz que permitió el regreso de los vecinos, el intercambio de prisioneros y la reapertura de los caminos.

Andando sobre los escombros de las chabolas de chapa de Toyouri, Mohamed Moussa Touji dice que se siente optimista en relación con el resultado de las negociaciones. Moussa, vicepresidente del Consejo social tuareg2, explica que los ancianos del barrio se han comprometido a entregar al campo contrario a quienes no respeten el alto al fuego. Pero reconoce que el problema de fondo subsiste: “Los problemas en Tayouri están alimentados por el conflicto de Oubari; mientras no se resuelva, no habrá paz”.

Ni los tubúes ni los tuaregs tienen interés en que ese conflicto se eternice, repiten incesantemente ambas partes. No obstante, ninguno de los numerosos altos al fuego negociados por los jeques de Oubari se ha mantenido ni permitido el comienzo de un verdadero proceso de paz. Una de las principales razones de esto es sin duda la ausencia de un ejército y una policía o de alguna fuerza de intermediación aceptada por las dos partes. La Tercera fuerza, que supuestamente asumiría ese papel, hasta ahora se ha abstenido de hacerlo por temor a verse “arrastrada a las luchas intertribales”, según su jefe Jamal Treiki. Incluso en Sebha, donde la fuerza mantiene todavía su imagen de salvadora, los responsables locales no se engañan. “En estos momentos no tenemos ninguna fuerza capaz de interponerse entre dos grupos en guerra, llámese quinta, cuarta o tercera”, dice con ironía Hassan Ragig, miembro del Consejo tribal de Sebha.

Más allá de los problemas técnicos, la resolución del conflicto parece difícil a la vista de sus ramificaciones políticas y geográficas. Ambos campos se acusan mutuamente de recurrir a mercenarios; después de cada batalla habría cadáveres que nadie reclama. Ahmed Matko, jefe del Consejo tribal de Oubari, dice que como él es policía retirado ha podido reconocer a algunos de los prisioneros de las fuerzas tubúes: “Son criminales nigerinos, ugandeses o sudaneses a quienes he visto en prisión hace tres años; ahora han reaparecido en el frente”. En las redes sociales circulan fotos de prisioneros de guerra que no son libios, documentos de identidad, móviles y monedas extranjeras.

Se sospecha de Francia

A lo anterior se suma la manipulación del conflicto por parte de intereses exteriores. Sin ninguna duda los discursos belicosos alimentan el antagonismo entre tubúes y tuaregs. Concretamente, el general Haftar es acusado de suministrar material de guerra a los tubúes en las bases aéreas de Wigh y Waw al-Kabir, mientras que las autoridades de Trípoli son acusadas de armar a los tuaregs desde Sharara. Pero la convicción generalizada es que hay terceros que alimentan el conflicto. Según un joven activista tuareg de Oubari, “Al principio, el problema era tribal, pero después se politizó. Ya no son los tubúes ni los tuaregs quienes lo dirigen sino los combatientes extranjeros, sobre todo los del APLS y del MJE sudanés”.3
Las discusiones giran alrededor de una supuesta agenda política que unas potencias ocultas intentarían llevar adelante en Fezzan. La primera sospecha recae sobre Francia, cuya operación Barkhane, lanzada en agosto de 2014 para estabilizar el Sahel y poner un dique a la amenaza yihadista, fue percibida como una prueba de sus ambiciones hegemónicas. A los ojos de muchos tuaregs, la lucha antiterrorista no es más que un pretexto para la construcción de un imperio neocolonial a imagen del papel desempeñado por Francia entre 1943 y 19514, cuando administró Fezzan después de la derrota de la Italia fascista. Según Mohamed Moussa Touji, en realidad Francia buscaría aprovechar el caos en Libia para establecer allí una presencia permanente en alianza con los tubúes. Touji relata una conferencia de paz para Oubari organizada por el presidente chadiano Idriss Deby en N’Djamena, que le habría abierto los ojos. “Después de que se comprobó que Francia y sus peones nigerinos y chadianos jugaban a dos bandas, nosotros nos retiramos de las conversaciones.” Treiki, el jefe de la Tercera fuerza, cree también en la existencia de un complot que comprendería a los servicios secretos franceses y los de los Emiratos [Árabes Unidos], a los gadhafistas en el exilio y a Haftar, reunidos todos para aumentar el desorden y justificar una intervención militar occidental. Treiki dice que tiene pruebas de la infiltración regular del ejército francés en territorio libio desde su nueva base de Madama, en el norte de Níger.

En Libia, las teorías conspirativas siempre están presentes; no obstante, la ingerencia extranjera nunca debe ser descartada. El ejército francés ya ha interceptado a traficantes de drogas y de armas en el paso de Salvador, cerca de donde confluyen las fronteras entre Argelia, Libia y Níger; además, el ministro de Defensa francés, Jean.Yves Le Drian ha evocado varias veces la posibilidad de una intervención internacional en Fezzan. Libia vive ya una regionalización del conflicto dado que las dos partes enfrentadas en la guerra civil se aprovisionan de armas en el extranjero, en flagrante violación de un embargo dispuesto por la ONU. Entre los proveedores estarían Egipto y los Emiratos, en el caso de Karama; y Turquía y Qatar, en el caso de la coalición Fajr. El papel exacto desempeñado por terceros países en el conflicto entre tubúes y tuaregs todavía está por determinarse, pero para los actores locales es más fácil acusar a una quinta columna que asumir la responsabilidad de sus propias acciones.

Autor: Velerie Stocker. Traducción del francés para Rebelión de Carlos Riba García.
Fuente: Orient XXI


Notas:
1. El mandato inicial de la EUBAM en Libia tenía una duración de dos años; la misión tiene su cuartel general en Trípoli, aunque su tarea implica la totalidad de las fronteras del país.
2. 3Creado el 9 de febrero de 2015 y con base en Oubari, el Consejo social es hoy en día el órgano político más respetado en el seno de la comunidad tuareg libia. Ha sido precedida por otras asociaciones, el Consejo consultivo tuareg y el Consejo supremo tuareg, que continúan existiendo en paralelo pero tienen menos influencia.
3. Se trata de dos grupos rebeldes sudaneses: el Ejército popular de liberación de Sudán (APLS) –antiguo movimiento guerrillero–, que es el ejército oficial de Sudán del Sur desde su independencia en 2011; y el Movimiento por la justicia y la igualdad (MJE) –más conocido en árabe como Harakat al-adal wal musawa–, es una milicia islamista de Darfour cuyo difunto fundador, Fhalil Ibrahim, se refugió en Libia en 2010-2011. Los tuaregs no son lo únicos que mencionan la “conexión sudanesa”. En agosto de 2015, la prensa de Khartoum se hizo eco de las revelaciones de un jefe rebelde arrepentido según el cual el MJE está a sueldo de Haftar en Benghazi y en Oubari. Jibril Ibrahim, jefe actual del MJE y hermano de su fundador, niega estas acusaciones. Recientemente ha insistido en France 24: “El conflicto libio es ‘interno’”.
4. El ejército francés no se retiró definitivamente hasta 1956.