¿UNIÓN EUROPEA de TRABAJADORES?

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A estos dos factores- peso elevado aún del sector industrial y alto índice de desempleo- habría que añadir el bajo coste salarial. Según los datos suministrados por Eurostat, el coste medio por hora de trabajo en las Repúblicas Bálticas no llega a los 3€, mientras que en la media de la Europa de los 15 supera los 22 y en la Europa de 25 ronda los 19. En los países de mayor base industrial y también de mayor población y desempleo (Polonia, República Checa y Eslovaquia) el coste por hora no llega a los 5€. Uno de los previsibles efectos de la realidad que ponen de manifiesto estos datos, será el aumento de la deslocalización de las empresas y la movilidad de capitales hacia países con menor coste de mano de obra, lo que perjudicará a países como España, que hasta ahora se había beneficiado por tener menores costes laborales que otros países de la Unión.


 

Por Francisco Rey Marcos – Investigador del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH, Madrid)

La coincidencia de la ampliación de la Unión Europea con el Día de los Trabajadores, el próximo uno de mayo, pone en bandeja el tratar de vincular ambos temas y el analizar, aunque sea brevemente, las implicaciones de la nueva Europa de veinticinco miembros para el mundo del trabajo. Sin duda, la ampliación, la mayor hasta la fecha, tendrá grandes consecuencias económicas, sociales y laborales, tanto en los quince países miembros como en los diez que se incorporan. La primera y obvia es la creación de una zona en la que crecerá la movilidad de los trabajadores, con la desaparición progresiva de las trabas que hasta ahora la impedían. Más de 75 millones de personas se incorporan a los 378 millones que ya forman la UE, con lo que ésta crece en un 17% en términos de población. En superficie, la UE crece en torno al 19%, pero el PIB sólo crece un 8 %.

Todos los indicadores económicos de los nuevos miembros están muy por debajo de la media comunitaria, cosa que ya ha sucedido en otras ampliaciones, pero algunos de ellos son tan dispares que pueden plantear serios problemas en el futuro. Así, según datos de Eurostat, el poder de compra en las tres Repúblicas Bálticas (Estonia, Letonia, Lituania) está por debajo del 40% del promedio del conjunto de la Unión. Polonia y Eslovaquia, por su parte, no llegan al 50% y Hungría, Eslovenia y la República Checa rondan el 60%. Las disparidades en el nivel de vida son pues muy grandes y, en la medida en que ése es uno de los factores básicos que explican la pulsión migratoria, cabe pensar que se incrementarán ahora los flujos de población en una Europa sin fronteras.

El porcentaje de población activa en el sector industrial de los nuevos incorporados a la UE es mucho más alto que el de la media comunitaria, donde el sector servicios representa casi el 70%; pero se trata en muchos casos de industrias obsoletas, necesitadas de profundos de procesos de reconversión que, tal como ha ocurrido en ocasiones anteriores, terminan provocando un elevado coste social. En este sentido, el indicador más preocupante es el de desempleo. La media de los 10 países de la adhesión está por encima del 13%, con Polonia y Eslovenia cerca del 20%, frente a una media de la actual UE que ronda el 7%. A estos dos factores- peso elevado aún del sector industrial y alto índice de desempleo- habría que añadir el bajo coste salarial. Según los datos suministrados por Eurostat, el coste medio por hora de trabajo en las Repúblicas Bálticas no llega a los 3€, mientras que en la media de la Europa de los 15 supera los 22 y en la Europa de 25 ronda los 19. En los países de mayor base industrial y también de mayor población y desempleo (Polonia, República Checa y Eslovaquia) el coste por hora no llega a los 5€.

Uno de los previsibles efectos de la realidad que ponen de manifiesto estos datos, será el aumento de la deslocalización de las empresas y la movilidad de capitales hacia países con menor coste de mano de obra, lo que perjudicará a países como España, que hasta ahora se había beneficiado por tener menores costes laborales que otros países de la Unión. Al mismo tiempo, y lógicamente, los nuevos Estados miembros se beneficiarán muy especialmente de los fondos estructurales en busca de una mayor cohesión entre los 25 países de la nueva Unión y eso afectará, está afectando ya, a los países del Sur de Europa e Irlanda, principales receptores hasta la fecha. La experiencia de anteriores ampliaciones muestra que sólo avanzando en una mayor cohesión económica y social, que requiere una cierta generosidad por parte de los países más desarrollados, es posible construir una Europa sólida y estable. Al mismo tiempo, habrá que estar atento también al mantenimiento de estándares laborales elevados en todos los países de la adhesión, vigilando el posible «dumping» laboral y exigiendo el cumplimiento en este terreno del acervo comunitario.
En términos comerciales, las estadísticas disponibles muestran que las economías de los diez nuevos Estados miembros ya están muy integradas con las del resto de la UE. En general, tanto en exportaciones como en importaciones con la actual UE están por encima del 60% del total de sus intercambios, llegando en algunos casos, como Hungría, al 75% en exportaciones. En consecuencia, resulta evidente concluir que el nuevo mercado que se crea es prometedor también para los actuales miembros.

En muchas fases del proceso de construcción europea se ha criticado el gran peso de las cuestiones económicas y comerciales- «la Europa de los mercaderes», se decía con afán crítico- en detrimento de los aspectos sociales, culturales, laborales, etc. En los últimos años, tal vez con demasiada lentitud y precaución, se han ido incorporando elementos de política exterior, de seguridad y de defensa común, de integración política, de cohesión social, que han ido cambiando la fisonomía de ese «extraño animal político» que es la UE. La actual ampliación incorpora Estados que han pasado por muy diversos procesos históricos, sociales y políticos, y su incorporación es un hito relevante en la consolidación de la UE. La composición social y la estructura de clases de los nuevos Estados miembros es también bastante diferente a la de otros miembros de la UE y el peso de su clase trabajadora es mayor. La ampliación podría ser, entre otras cosas, una buena oportunidad para recuperar el protagonismo de los trabajadores en el proceso de construcción europea. Aunque no creemos que en las tradicionales manifestaciones del 1 de mayo se vaya a gritar ¡¡ trabajadores europeos, unios!!…, ya veremos.