Jóvenes contra la trata de personas: «existe porque es un negocio”

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jorge simbaña simposio de jovenes contra la trata prostitucion y esclavitud 2014 vaticano papa francisco obispo sorondo
jorge simbaña simposio de jovenes contra la trata prostitucion y esclavitud 2014 vaticano papa francisco obispo sorondo

“Necesitamos una red global contra la trata de personas porque existe una red internacional de esclavistas”, apunta Jorge Simbaña, participante en el encuentro

Jorge Simbaña recibió el encargo hace un par de meses. El Movimiento Cultural Cristiano consideró que era él quien debía representar a la organización en un encuentro histórico en el Vaticano. No muchos años atrás, este ecuatoriano de ojos oscuros fue víctima de los mismos problemas contra los que ahora lucha desde la asociación: la esclavitud infantil.

Aunque, quizá por humildad, elimina ese hecho de todo su discurso, Jorge sabe de lo que habla. Del “Simposio de Jóvenes contra la prostitución y la trata de personas: Máxima violencia contra el ser humano”, Simbaña guarda en su corazón las palabras de Francisco: “gastaros la vida en la lucha por la justicia”. Nos encontramos con él, a su vuelta a España después de un viaje del que ha venido lleno de esperanza.

¿Cuál fue el objetivo del encuentro?

Encontrarse muchos jóvenes y organizaciones de diferentes lugares del mundo para poner en común experiencias de lucha contra el tráfico y la trata de personas. Vimos que muchas de las luchas que se están llevando a cabo coinciden en forma y fondo, a pesar de la distancia o de la brecha cultural.

Además de un lugar de encuentro, el simposio ha servido como germen de la idea de crear una red común contra la trata de personas. Los esclavistas y los explotadores también trabajan en red y muchas veces dentro de los sistemas políticos y económicos a nivel mundial.

Por eso entendemos que es importante trabajar en una red contra la trata a nivel mundial para combatir una red de crimen que también es global y, desde ahí, trabajar en la denuncia y en la concienciación de los trabajadores y de la sociedad para promover leyes en defensa de las víctimas.

¿Con qué testimonios os encontrasteis?

Allí conocimos testimonios de personas de México, Kenia, Irlanda, Polonia, Albania… personas sobre todo muy jóvenes, que a los 11 ya habían sido víctimas de prostitución y de trata. Ellos marcaron el simposio con su vida; llevaron al diálogo la injusticia, el dolor que aplasta a las víctimas, fruto de la miseria, del robo, de la explotación.

Pudimos corroborar, gracias al testimonio directo de las víctimas, que cuanto más vulnerables son las personas, más se aprovechan los esclavistas de ellos para tratarlos como objeto de usar y tirar. Ellos transmitían ese sentimiento pero, aunque ellos lo manifiesten, nosotros no podemos llegar a imaginar el dolor por el que han pasado.

Nos contaron cómo personas de esa edad, diez u once años, habían sufrido violaciones, agresiones físicas y psicológicas, habían sido objeto de una gran explotación y hasta sus familias se habían visto amenazadas. Es un crimen que ellos lo comunicaban allí con muchísima vida y en sus palabras se reflejaba un odio tremendo a la injusticia.

Fueron ellos los que, desde la vida, fueron marcando y asentando el diálogo con todas sus experiencias y denunciando a todo el sistema de esclavistas. Y lo hacían desde la dignidad y la esperanza, con muchísima alegría.

Lo que más me llegó es que las personas que se habían encontrado con otros y se habían asociado habían podido superar las secuelas de la explotación y habían recobrado el sentido de sus vidas. Ahora ese sentido es la lucha por la justicia. Decían incluso que no les importaba dar la vida por el otro y eso era un motivo de alegría tremendo. Nos hicieron ver que en la lucha está la esperanza.

Estamos en pleno siglo XXI, donde la tecnología parece capaz de todo, donde una parte de la sociedad vive en mejores condiciones que nunca, donde parece que las democracias se han asentado como un sistema que garantiza los derechos de las personas… ¿cómo es posible que exista trata de personas en un mundo como este?

Estamos en una guerra. Es una lucha de unas pocas personas que tienen mucho poder y que están sometiendo a la esclavitud a la gran parte de la población. En el siglo XXI sigue habiendo explotación, esclavitud y tráfico de personas. Pero este hecho no se puede entender sin analizar que estos problemas son un negocio que beneficia a unos pocos y que mueve mucho dinero. Es un negocio que está relacionado con la corrupción, con el tráfico de armas, con el tráfico de drogas…

Se trata de buscar el máximo beneficio a costa de lo que sea. No sólo a nivel económico, todos estos problemas forman parte de la cultura del descarte, de aprovecharse especialmente de los más débiles. Esto pasa en la prostitución, en la trata de personas, en el campo del trabajo, etc. La esclavitud infantil o el paro, por ejemplo, forman parte de un sistema económico que hace posible que nosotros podamos comprar la ropa tan barata en occidente.

¿Somos cómplices?

Evidentemente. La responsabilidad es nuestra. La injusticia que padecen nuestros hermanos nos llama a la solidaridad porque nosotros nos beneficiamos de este sufrimiento. Cuando llegamos a casa y abrimos un bote de cacao, o usamos un teléfono móvil… todo gira alrededor de la esclavitud porque la mayoría de las materias de los productos que consumimos provienen de los países empobrecidos y se extraen en condiciones de esclavitud. Se junta la esclavitud, el paro, la prostitución, la trata… y ahí tenemos una gran responsabilidad. Lo fundamental es que esta guerra que estamos viviendo la combatamos desde la justicia y la solidaridad.

¿Cómo trabajamos por esa solidaridad? ¿Qué tiene que hacer un ciudadano de a pie para hacerse cargo de la responsabilidad que le corresponde?

Uno cuando tiene voluntad y quiere dar su vida para que los problemas cambien empieza desde abajo, desde lo pequeño: se interesa de la realidad de los que más sufren y empieza a encontrarse con el débil, con el esclavo o con el parado, cada uno según los problemas con los que se encuentra en la sociedad en la que vive.

Lo importante es la voluntad para, junto con el más débil, unir fuerzas para luchar. Si hablamos de solidaridad, si hablamos de justicia, muchos estamos de acuerdo a nivel teórico. Se trata de que no pongamos manos a la obra junto con otros. El sistema esclavista lo que quiere es vivamos divididos, a nuestra bola, y que no nos encontremos con el otro.

En el simposio, muchos contaban cómo habían comenzado a trabajar desde la base. Trabajaban desde el apoyo a las víctimas, caminando junto a ellas. Eso tiene mucha importancia porque una víctima no puede cambiar de la noche a la mañana, necesita de un entorno de fidelidad, de amistad. Un entorno en el que se pueda encontrar con confianza, donde pueda tocar la libertad, sentir la fraternidad de sus compañeros… y entonces es cuando la víctima empieza a plantearse la dignidad y a plantearse la lucha.

Es vital que empecemos a hacernos responsables de los problemas que afectan al mundo. Es una alegría que el movimiento [Cultural Cristiano] haya podido estar en este Simposio y que el Papa esté impulsando esto. Al comienzo del encuentro, Francisco nos dijo: “no quiero engañar a nadie, esto no es fácil y hay que trabajar y luchar por la justicia. Tenéis que gastaros la vida en esta lucha, tenemos que gastarnos la vida”

Fuente: Ale​teia
Autor: Alberto Ortiz Jiménez