La fuga de cerebros africanos

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Unos 20.000 profesionales cualificados emigran a Occidente cada año. Pierden sus mejores recursos humanos y el dinero invertido en formarlos.

Cientos de jóvenes africanos hacinados en botes de pesca destartalados, desposeídos y casi muertos de hambre y enfermedades, son llevados por la corriente hacia las costas europeas. Muchos otros son encontrados muertos en las playas. Esas imágenes de africanos desesperados tratando de alcanzar una «tierra prometida» en el próspero Occidente han llegado a muchos titulares.

Pero otros están esperando tranquilamente a ser recibidos ‘por la puerta grande’. Se estima que unos 20.000 profesionales cualificados están emigrando del continente cada año, dejando a África sin los doctores, enfermeros, maestros e ingenieros que necesita para romper un ciclo de pobreza y subdesarrollo.

Argelia, productora de petróleo y gas, ha perdido a 45.000 de sus universitarios e investigadores en la última década, debido a la guerra con los insurgentes islámicos y al pobre ambiente científico. «Debemos encontrar la forma de reducir la fuga de materia gris. Es una herida abierta que infecta a nuestra nación», afirma el presidente argelino, Abdelaziz Buteflika.

En algunos países el índice de emigrados calificados excede el 50%, explicó el Banco Mundial, citando a Cabo Verde, Gambia, Seychelles, Mauricio y Sierra Leona. Estancada por el conflicto, la pobreza, las enfermedades fatales y la corrupción, gran parte de África no está en posición de competir con los países más ricos que prometen mejores salarios, mejores condiciones laborales y estabilidad política.

«La mayoría de las personas planea volver y de hecho regresan a casa, pero debes preguntarte cuáles son las oportunidades, si el futuro está asegurado», dice David Orgut, un keniano que fue a Reino Unido a estudiar hace nueve años y se quedó para trabajar como consultor en la industria de la construcción.

«Como están las cosas, hay decenas de personas con títulos universitarios luchando por encontrar trabajo en Kenia. Hasta que el Gobierno empiece a atender el estado de situación en el mercado laboral, más y más emigrantes preferirán permanecer en el extranjero para encontrar empleo», agregó.

 Un fenómeno agravado desde la descolonización

Mientras que la emigración no es un fenómeno nuevo, su aceleración desde la era de la independencia en los 60 le ha costado mucho a África. La ‘fuga de cerebros’ es un golpe por partida doble para las economías débiles que no sólo pierden sus mejores recursos humanos y el dinero en su capacitación, sino que después deben pagar aproximadamente 5.600 millones de dólares al año para emplear a los expatriados.

Los expertos en desarrollo dicen que la ‘fuga de cerebros’ no sólo socava el crecimiento económico de África, sino que además daña los proyectos para la transformación política. Los gobiernos represivos persiguen y ahuyentan a los disidentes políticos e intelectuales, quienes más probablemente contribuyen a los cambios.

Los expertos dicen que un déficit de pensadores e intelectuales entorpece el avance de África hacia un buen gobierno, una mejor democracia y un mayor respeto por los derechos humanos. «El impacto político y social es mayor a largo plazo», explica Soumana Sako, secretario ejecutivo de la African Capacity Building Foundation con sede en Harare. «¿Cómo se puede hablar de reformas domésticas si se van los intelectuales que deberían estar a la vanguardia del cambio?», afirmó.

Cada paso de la vida africana está virtualmente afectado por la emigración, desde los jugadores de fútbol de Costa de Marfil comprados por pudientes clubes europeos a pilotos kenianos volando para aerolíneas extranjeras. Pero en el sector de la salud está la mayor baja.

 El sector sanitario, el más afectado

En Malawi, país de 10 millones de habitantes, 1 doctor atiende a 50.000 personas comparado con la tasa británica de 1 doctor por cada 600 personas.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) dice que el África subsahariana carga con el 24% del peso mundial de enfermedades, incluyendo el sida, la malaria y la tuberculosis. Para hacerle frente a ese desafío sólo cuenta con el 3% de los trabajadores de la salud del mundo.

Muchos doctores y enfermeros se van a trabajar a países como Gran Bretaña, Estados Unidos y Australia, que están volviéndose cada vez más dependientes de los inmigrantes para suplir la escasez de personal en hospitales y para arreglárselas con una población cada vez más anciana. En Malawi, sólo el 5% de los puestos para médicos y el 65% de las vacantes para enfermeras están cubiertas. En ese país de 10 millones de habitantes un doctor atiende a 50.000 personas comparado con la tasa británica de un doctor por cada 600 personas.

Un reciente informe sobre Zambia mostró que aproximadamente un tercio de sus doctores trabaja en el extranjero. La entidad de caridad con sede en Gran Bretaña, Oxfam, dice que hay un doctor por cada 14.000 personas en ese país.

Imposible alcanzar los objetivos de la ONU

Los funcionarios advierten que a menos que la escasez sea remediada, África no podrá alcanzar los objetivos impuestos por la Naciones Unidas de reducir la pobreza a la mitad para el año 2015 y mejorar los servicios de salud. «Nuestra propuesta es que si (Occidente) nos roba uno, entonces debe ayudarnos a capacitar a cuatro de modo que podamos mejorar nuestros números», dice un alto funcionario del Ministerio de Salud de Zambia, Simon Miti. «Si no nos ayudan a capacitar a más trabajadores, no alcanzaremos los objetivos de desarrollo del milenio (de la ONU) sobre salud», agregó en un encuentro de países africanos y agencias de ayuda en Lusaka.

«Lo que la comunidad internacional necesita hacer es reconocer que la emigración y que los emigrantes juegan un rol importante en el desarrollo», dice Jean-Philippe Chauzy, portavoz de la Organización Internacional para la Migración (OIM), con sede en Ginebra.

La OIM cree que los países ricos deben acoger inmigrantes cualificados, invertir en aumentar sus conocimientos para evitar el «desperdicio de cerebros» y alentarlos a regresar a su nación natal temporalmente para compartir sus conocimientos. «Hasta que no se acepte que es una ventaja para todos, cargaremos con la fuga de cerebros», afirmó Chauzy.

Publicado en la Revista Autogestión