La prensa promueve la prostitución

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En febrero de 2001 la revista Autogestión denunciaba la propagación de la explotación femenina por la prostitución de forma generalizada en la publicidad de los grandes diarios, principalmente EL PAIS. Un estudio diario realizado por esta revista en la provincia de Madrid (del 1 al 20 de noviembre) revelaba que el primer diarío de la prensa española publicaba 875 anuncios diarios de prostitución, oscilando entre un mínimo de 534 y un máximo de 1033.


 

La ley se hace para todos,
más sólo al pobre le rige.
La ley es tela de araña,
en mi ignorancia lo explico,
no la tema el hombre rico,
nunca la tema el que mande,
pues la rompe el bicho grande
y sólo enreda a los chicos.

Martín Fierro

La prostitución en España es un negocio de 2 billones de pesetas. Unas 300.000 prostitutas trabajan en las calles o en alguno de los 1.000 prostíbulos que se tienen contabilizados. El diario el País es el campeón en la propagación publicitaria de la prostitución. ¿No es un delito contra la dignidad de mujer? ¿No debería prohibirse esta publicidad por promover la corrupción de menores?

Marjorie Scardino, directiva de uno de los grupos más poderosos del mundo, el Grupo Pearson, que es editor del Financial Times y The Economist dos de los medios impresos más influyentes del mundo y accionista del grupo Recoletos, le asombra que España sea el único país europeo donde la prensa de calidad publique anuncios de prostitución y obtenga de ello pingües beneficios y manifiesta haber protestado por ello. (Epoca 24 de diciembre de 2000). Se está refiriendo, sin lugar a dudas a periódicos como El PAIS que hace un asombro negocio de la prostitución, incluido la infantil como se denuncia a continuación.

El periodista José Manuel Martín Medem denuncia en su libro «La guerra contra los niños», publicado en ediciones «Voz de los Sin Voz» que la reforma del Código Penal, propuesta por el PP cuando se acumularon en España las denuncias sobre las barbaridades contra la infancia, establece penas de prisión de entre uno y cuatro años para quien favorezca o facilite la prostitución tanto de menores como de adultos. En la crónica de Bonifacio de la Cuadra publicada por El País cuando se produjo el primer debate parlamentario, se contaba que «Luis Mardones, de Coalición Canaria, avisó a los directores de periódicos de que las páginas de contactos pueden incurrir en el nuevo delito de favorecimiento de la prostitución». Y no se explicaba por qué. Parece que la información debe ser compatible con el negocio. El País destacaba mucho las críticas de quienes consideran que las anacrónicas reformas del PP «conducen a la barbarie sexual y a la cultura de la desigualdad». Pero, ¿no están cargados también de barbarie y desigualdad los siguientes anuncios que ese mismo día publicaba El País? ¿No son anuncios que favorecen y facilitan la prostitución de menores? . Jovencitos y jovencitas ofreciéndo «contactos» de prostitución es algo común en la prensa española, incluido el diario ABC.

Los periódicos, la mayoría en general argumentan que no se trata de una oferta explicita de prostitución de menores, pero lo implícito es cada vez más obvio, como puede comprobarse con los anuncios publicados por El País el 17 de julio y el 25 de septiembre de 1995. Dos años más tarde, el 5 de julio de 1997, la oferta de El País era similar. La verdad que son de las páginas más rentables de la prensa.

Perdida en el texto de la Declaración del Congreso de Estocolmo se encuentra la frase fundamental: «Para hacer frente a la explotación sexual de los niños se necesita una mayor voluntad política».

El PSOE – que se olvidó de los niños al celebrar la aprobación del supuesto Código Penal de la Democracia- utilizó el escenario del Congreso para cornear al gobierno del PP sin avanzar hacia la seguridad jurídica de la infancia. El PP y el PSOE se instalaron en un debate sobre la edad para consentir las relaciones sexuales que está descalificado por lo menos a partir de 1949 cuando la Convención para la Eliminación del Tráfico de Personas y la Explotación de la Prostitución determinó que «la cuestión del consentimiento no es significativa a la hora de determinar si ha tenido lugar o no la explotación y si el niño está protegido». La protección ante la violencia sexual no es sólo un problema de edades: exige una compleja gama de seguridades para evitar el abuso del poder en cualquiera de sus manifestaciones.

Se considera pederastia un abuso deshonesto cometido contra los niños. Deshonesto se define como no conforme a razón ni a las ideas recibidas por buenas. Y abusar como hacer objeto de trato deshonesto a una persona de menor experiencia, fuerza o poder. Pero la capacidad y la responsabilidad de los adultos se convierten en una amenaza para los menores cuando hasta los 18 años no se puede votar pero desde los 15 sí se puede trabajar, ser reclutado por los ejércitos y convertir a un violador – mediante el consentimiento – en un amante encantador. La reforma que se discutía en España continuaba ignorando la necesidad de tipificar el delito de tráfico de niños según las recomendaciones de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y la voluntad política de prevenir y sancionar formulada en la Convención Interamericana sobre Tráfico Internacional de Menores. Sí se asumían dos de las iniciativas del Programa de Accíón aprobado en el primer Congreso Mundial contra la Explotación Sexual Comercial de los Niños: la extraterritorialidad en la penalización del turismo sexual con menores y la responsabilidad criminal para la posesión de pornografía infantil. Cambios que fueron considerados por el «progresista» Antonio Gala, en su tronera de El Mundo, también es colaborador de EL PAIS semanal, una demostración de que «la libertad sexual está pisoteada por legislaciones y políticas en el mundo desarrollado». Argumentación que conduce hacia Sir Lanka para acompañar a Arthur C. Clarke en su búsqueda de amor infantil a cambio de dinero, siguiendo la ruta indicada por un reportaje de la revista Primera Línea en 1995: «El turismo sexual, consciente o inconscientemente, busca contagiarse de la alegría de vivir de las sociedades supuestamente tercermundistas y encontrar el calor humano que la sociedad occidental está perdiendo a velocidad de vértigo». Lo que Luis Rojas Marcos dice que es «la romantización absurda de los ultrajes deliberados y la ausencia absoluta de compasión para las víctimas». Hay quien piensa, como Luis Antonio de Villena, que la prostitución como consecuencia de la miseria puede «hacer felices a muchos desdichados». En El Mundo escribió lo siguiente:

«El turismo sexual va a comprar cuerpos que se venden fáciles en países míseros, llenos de injusticia y penuria. Pero hay en esos países – Filipinas, Tailandia- muchas personas que, antes que el hambre o la miseria, prefieren vender su cuerpo libremente. Si eso se hace así, libremente -sin trampas ni oscuras obligaciones de proxenetas-, no parece tan terrible. La pansexualidad natutal de dichas culturas vuelve fácil un menester, nunca ideal por cierto, pero que quizá sea mejor que robar o pasar hambre. ¿Por qué es infame el turismo sexual? ¿Porque explota al hombre o a la mujer? Pero, ¿no les explotan igualmente el paro, los salarios ínfimos, la vida en la calle, los horarios y servicios abusivos? No debiéramos ser tan hipócritas: cuando se hace libremente quizá no importe la manera en que se venda el cuerpo. El turismo sexual – que otras veces es sólo contactar carnalmente con otra cultura – ha hecho felices a muchos desdichados».

Cinco años antes del manifiesto canalla de Luis Antonio de Villena, tertuliano de la cadena Ser, el 5 de mayo de 1990, representantes de varias iglesias de Asia, de organizaciones de mujeres y de asociaciones de defensa de los derechos humanos hacían un llamamiento a la buena voluntad occidental: «Son hombres de vuestros países los que provocan esta tragedia y vuestra ayuda es necesaria si queremos abolir esta forma moderna de esclavitud». Así se iniciaba la campaña ECPAT (End Child Prostittition in Asian Tourism) que ya se ha extendido a todo el mundo.

Si los empresarios no estuvieran dispuestos a explotar a los menores, no habría niños trabajando. Si los comeniños no abusaran de la necesidad ajena, no habría menores sometidos a la explotación sexual. Y si no hubiera consumidores de pornografía infantil, no habría niños comercializados con su sufrimiento en imágenes. El gobierno sueco y el experto de la ONU no se pusieron de acuerdo hace cuatro años sobre lo que Luis Rojas Marcos denomina «la ancestral ambivalencia hacia la pornografía, tan íntima, tan personal y tan de todos». Esta es la gran canallada de nuestra sociedad. ¿Cómo juzgara la historia este genocidio de millones de niños esclavizados en los nuevos y consentidos campos de concentración de la prostitución?

Desde Suecia, el Defensor de la Infancia pidió en 1994 el asesoramiento del entonces relator de la Comisión de Derechos Humanos de la ONU, Vitit Muntarbhorn. El gobierno sueco buscaba una solución en el debate sobre la posibilidad de penalizar la posesión de pornografía infantil. Después de un año de deliberaciones, la comisión encargada de emitir una opinión para el ministerio de justicia entregó un informe recomendando que no se penalizara la posesión. Simultáneamente, las organizaciones dedicadas a la protección de la infancia coincidían con la policía y con el Fiscal de Menores al reclamar la penalización. El Defensor de la Infancia explicaba al relator que el gobierno de Suecia estaba considerando dos posibilidades: penalizar la posesión o sólo confiscar los materiales. Pero para cualquiera de esas modificaciones de la legislación -añadía- «es necesaria una reforma constitucional porque nuestro país posee tradiciones profundamente arraigadas de libertad de prensa y de libertad de palabra». Además el proceso es complicado porque requiere el acuerdo parlamentario en dos legislaturas sucesivas. En su respuesta, Muntarbhorn le recordaba al portavoz sueco que desde 1992 la Comisión de Derechos Humanos de la ONU pedía a todos los gobiernos que «promulguen leyes que tipifiquen como delitos la producción, distribución y posesión de material pornográfico en que se hayan utilizado niños». El relator explicaba que se trata de actuar al mismo tiempo contra la oferta y la demanda porque los consumidores de pornografía infantil contribuyen a la proliferación de producciones audiovisuales en las que se somete a los niños a esa forma de explotación. Mientras haya demanda habrá oferta de pornografía infantil, como ocurre con la prostitución de menores y el tráfico de niños. Sobre el conflicto constitucional, Muntarbhorn argumentaba que «no puede interpretarse que la libertad de expresión se vea limitada por los derechos del niño o su protección contra la explotación y los abusos».

El UNICEF dice que hay que avanzar desde el mínimo ético de la protección para la niñez desamparada a un máximo jurídico que garantice todos los derechos de todos los niños. No lo conseguía ni el Código Penal de la Democracia, impuesto por las mayorías negociadas desde el PSOE, ni el conservador proyecto de reforma elaborado por el PP supuestamente «para garantizar una auténtica protección de la integridad y libertad sexual de los menores». Un juez con cinco hijos me decía que elevaría considerablemente las penas del Código del PSOE, sobre todo cuando sólo se quedan en multas porque «quien tiene dinero paga y se acabó». Añadía sobre los escándalos por violencia y/o explotación sexual contra menores que se han acumulado en España que «si existen implicadas personas de influencia puedes olvidarte del asunto. Con dinero se consiguen niños y con más dinero o amenazas se compra a padres o tutores. Estamos ante un tema tabú, sórdido, de muy difícil prueba y en donde las amenazas y corruptelas abundan».

Esta explotación infantil en la prostitución se produce en un escenario general preocupante , según un estudio de Ministerio de Asuntos Sociales, que en noviembre de 1994 advertía que «uno de cada cinco niños españoles sufre algún tipo de abuso sexual». Lo padecen el 22% de las niñas y el 15% de los niños.

En febrero de 2001 la revista Autogestión denunciaba la propagación de la explotación femenina por la prostitución de forma generalizada en la publicidad de los grandes diario, principalmente EL PAIS. Un estudio diario realizado por esta revista en la provincia de Madrid (del 1 al 20 de noviembre) revelaba que el primer diarío de la prensa española publicaba 875 anuncios diarios de prostitución, oscilando entre un mínimo de 534 y un máximo de 1033.

En esta misma línea, el 28 de mayo de 2001, un comunicado de la Pastoral social de la Iglesia española denunciaba el trafico y explotación sexual de las mujeres emigrantes y se hacía especial incapié en los anuncios publicitarios de prostitución que los medios de comunicación estaban promoviendo. Esta última denuncia fue silenciada por el diario EL PAIS.

El diario El País desde sus editoriales se muestra defensor de los emigrante, contra la trata de blancas y la ley de extranjería… pero resulta ser una muestra de cinismo. Veamos. Las redes de prostitución utilizan los anuncios de prensa para ofrecer a la clientela, mujeres, también niñas, en un alto porcentaje emigrantes ( el 90%) que se someten a toda tipo de esclavitud. De ello el diario El País obtiene pingües beneficios. ¿No va siendo hora de llevar a los tribunales al diario que colabora a la trata de blancas?. ¿No esta el diario El País colaborando a dicho tráfico?.

Esta es la gran canallada de nuestra sociedad. ¿Cómo juzgará la historia este genocidio de millones de niños esclavizados en los nuevos y consentidos campos de concentración de la prostitución?

El abuso sexual de adolescentes, revestido de buenas formas (faltaría más), tiene una solapada aceptación y hasta promoción entre algunos sectores intelectuales, considerados progresistas. Además de los ejemplos ya citados en el artículo de José Manuel Medem, hay otros muchos que recientemente se han ido sacando a la luz pública. Por ejemplo, en el libro publicado hace pocas semanas: «Sexo, surrealismo, Dalí y yo», uno de los autores define al citado pintor español como un «cazador en busca de carne fresca. En este libro se cuenta que Dalí buscaba jovencitos guapos y andróginos, «gente guapa» con quienes el pintor organizaba cenas y orgías en su retiro parisino. Una frase de uno de esos jovencitos, que participaba frecuentemente en dichas fiestas, basta para describir la verdad de las cosas: «Su gran deleite consistía en persuadir a un mozuelo de que se bajase los pantalones y se masturbara».

Otro santón de la cultura europea, el mismísimo Sartre, ha sido noticia hace pocos días por las acusaciones de pederastia que se vierten sobre él y sobre su compañera, Simone de Beauvoir. Podíamos seguir con la lista de famosos escritores y demás artistas de los que son conocidas sus aficiones por los mozuelos pero más allá de tal o cual personaje famoso, hay que subrayar que la utilización sexual de adolescentes y jóvenes es una constante en las obras «artisticas» de determinada progresfa. Es una aberración aceptada con un consenso ominoso; una perversión silenciada y asurnida como parte del canon oficial de dicha cultura. Como argumento justificativo de lo normal, y hasta conveniente, que es dicha práctica, siempre nos hablan de personajes de la antigüedad clásica que ya debían saber, según ellos, de estas perversiones. A quien se atreva a cuestionar esto (no digamos ya si osa criticarlo) rápidamente se le tachará de retrógrado reprimido, esclavo de la moral clerical.

¿No es extraño que ninguno de los famosos españoles (cantantes, presentadores de TV, cómicos, actores) acusados por abuso de menores en el caso Arni de Sevilla, haya sido condenado?, ¿no es extraño que se haya silenciando el dolor de las verdaderas víctimas de sus actos?, ¿no es extraño que se les haya restituido a sus anteriores puestos de trabajo, en donde siguen fomentando el «todo vale»?

Tampoco hace mucho que los Obispos estadounidenses denunciaban la manipulación de la que eran objeto los niños y adolescentes a través de los cómics y series de dibujos animados que presentaban a algunos de los tradicionales superhéroes como convencidos homosexuales. Decían los obispos que esto es pervertir la orientación sexual de los más jóvenes, precisamente en los años en los que la están formando, condicionando así gravemente su normal desarrollo. Claro, que no faltará quien justifique todo esto como una necesaria discriminación positiva a favor de la homosexualidad, que hay que difundir entre los más pequeños para contrarrestar la represión que sobre estos temas se ha sufrido.

En fin, que la doble moral está servida: la progresía intelectual seguirá siendo azote de obispos con el loable fin de sanear nuestra tarada moral hija de enfermizas clases de religión; pero, cuando se trate de juzgar la utilización sexual de los «jovencitos», entonces la considerarán como expresión máxima de la alegría de vivir o del genio artístico.


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