Las empresas negras, una nueva clase de explotación laboral: ¿trabajas en una?

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En Occidente solemos imaginar Japón como la vanguardia de la civilización, el futuro que nos espera dentro de unas décadas. Resulta significativo que Ridley Scott se inspirarse en la avenida Dotonbori de Osaka para diseñar la distópica Los Ángeles del futuro de ‘Blade Runner’, ya que estaba convencido de que las urbes del futuro serían así

Irónicamente, quizá Japón también esté señalando el camino de lo que será nuestro (terrible) futuro laboral.

Ya son ampliamente conocidos los ‘karoshi’, los empleados que mueren “por exceso de trabajo”. Aquellos que sufren derrames cerebrales y ataques cardíacos debido a la acumulación de horas dedicadas a su trabajo. Aunque el término sea menos conocido, a muchos también les sonarán los “karojisatsu”, aquellos que acaban con su propia vida al no poder soportar la carga de trabajo. Mucho menos conocido en Occidente es el término de “black company”, “black corporation” o, en japonés, “buraku kigyo” (“empresa negra”), que empezó a ser utilizado a principios de siglo por trabajadores del sector tecnológico para referirse a aquellas firmas que explotan a sus trabajadores.

La principal diferencia de estas empresas negras es que no se trata, como uno podría imaginar, de ‘sweatshops’ tercermundistas, sino de compañías de cuello blanco. Ante todo, trabajo de oficina llevado al extremo. Son las verdaderas culpables del aumento del número de muertes por fatiga y suicidios en Japón (1.456 casos en el año 2015): como recuerda una investigación publicada por la Universidad de Osaka llamada ‘Hope found in lives lost: karoshi and the pursuit of worker rights in Japan’, el término “negro” ha sido utilizado para “un amplio rango de prácticas abusivas, incluyendo jornadas inacabables, horas extras no pagadas, supervisión a través del miedo o el acoso y entrenamiento para que los empleados se enfrenten entre sí como en un torneo para forzar que los débiles abandonen

El estudio recoge dos retorcidos ejemplos de lo que uno puede encontrarse en una compañía negra: por una parte, prometer un buen salario, y una vez el empleado ha firmado su contrato, obligarle a trabajar más de 80 horas extra (el límite para ser considerado ‘karoshi’). En otro caso, ascender a un joven trabajador en una tienda o un restaurante, y sustituir el pago de las horas extra por una “prestación de jefe”, fijando unos objetivos que provoquen que, a la larga, terminen cobrando menos que los empleados por horas.

Dicha investigación divide en tres grupos las clases de empresas negras, que quizá a más de uno les suenen de algo:

De separación: crean un ambiente hostil que hace que los trabajadores terminen marchándose por razones personales.

De despojo: tratan a los trabajadores como prescindibles y los fuerzan a trabajar durante muchas horas por un sueldo muy bajo o directamente gratis.

De desorden/caos: acosan constantemente a los trabajadores a través de la empresa.

Lo que todas estas compañías tienen en común es que el miedo es su principal arma, lo que provoca una dura competición entre los empleados, premiando a los vencedores y eliminando a los perdedores. Ante tal situación, activistas japoneses decidieron forzar a que el Ministerio de Empleo publicase el nombre de las compañías negras, algo que las firmas rechazaron por la evidente publicidad negativa que se vería ligada a su nombre.

La lista negra de las negras

Debido al escaso éxito de la Asociación Nacional de Familias Karoshi, hace unos años un grupo de profesionales, entre los que se encontraban periodistas y profesores universitarios, decidieron crear los Premios Black Corporations, que reconocían a las peores empresas para trabajar en Japón, votadas de manera libre por cualquiera que lo desease.

Como explica un reportaje publicado en ‘Tofugu’, en la edición de 2012 la “vencedora” fue Watami Foodservice, la cadena de restaurantes en la que trabajaba Mina Mori, que se suicidó a los 26 años, en 2008, después de trabajar 141 horas extra en un mismo mes. Como señalaron otros empleados de la cadena, los turnos de 7 de la mañana a 12 de la noche eran habituales, así como mensajes del jefe tales como “deberías reflexionar sobre tus ventas de este mes matándote”.

Parece ser, echando un vistazo a la última lista, que hay muchas empresas pugnando por convertirse en la peor de Japón. La lista de 2015 encumbra a Seven Eleven Japan como la firma que peor trata a los empleados. Como señala la organización de los premios, por lo general, los trabajadores de dichas firmas no pueden contar en público por lo que están pasando, por lo que su objetivo es arrojar luz sobre los casos más sangrantes. Resulta revelador echar un vistazo a los nueve criterios que tiene en cuenta el premio, ya que es posible que más de un trabajador occidental se sienta identificado:

  • Documentos fehacientes sobre problemas en la organización como horarios largos, acoso sexual o abuso de poder.
  • Jornadas laborales largas e intensas.
  • Sueldos bajos.
  • Incumplimiento de contrato.
  • Defectos del sistema, como ausencia de baja maternal. Hostilidad hacia los sindicatos.
  • Discriminación a los trabajadores temporales.
  • Dependencia de los trabajadores temporales.
  • Horas extra no pagadas (y mentiras sobre las horas extra en los anuncios de trabajo

En todas partes cuecen habas, pensarán muchos. Al fin y al cabo, se trata de características de muchas empresas modernas, tan solo que llevadas al extremo. Sin embargo, resulta aún más reveladora la clasificación realizada por un abogado llamado Yoshiyuki Iwasa, que diseñó un test para conocer el nivel de oscuridad de la empresa en que trabaja.

Si solo se cumplen entre uno y nueve de estos puntos, la empresa es gris; si va de 10 a 14, es gris oscura; 30 es absolutamente negra. ¿Cómo es la compañía en la que trabajas?

  1. Hago horas extras, pero nunca son pagadas.
  2. Es normal trabajar más de 80 horas extra al mes.
  3. No tengo descanso o, como mucho, 10 minutos al día.
  4. Trabajo en mis días libres. De hecho, no estoy seguro de cuáles son mis días libres.
  5. No hay un sistema para pagar los días libres o, si lo hay, nunca puedo utilizarlo.
  6. Nunca me reembolsan el dinero que pongo de mi bolsillo.
  7. No hay seguridad social, beneficios o pensiones. Si preguntase por esto, me echarían la bronca.
  8. Si convirtiese mi sueldo mensual a horas, sería menos que el sueldo mínimo.
  9. Independientemente de cuántas horas extras llevo a cabo, el pago por ellas es siempre el mismo.
  10. La compañía está contratando constantemente nuevos empleados.
  11. El sueldo ofrecido es diferente al sueldo que recibo realmente.
  12. No se ficha al entrar o al salir u otra persona controla tus horarios.
  13. Hay uno o más trabajadores que no vienen a la oficina debido a una depresión o problemas nerviosos.
  14. Estoy tan liado que no puedo dormir bien.
  15. No hay sindicato.
  16. Se asciende a algunos empleados a una posición administrativa después de unirse a la compañía, pero no hay una remuneración adicional para ellos.
  17. Los empleados tienen que realizar tareas privadas para sus jefes.
  18. Hay un eslogan que dice ‘trabaja hasta que mueras’ en la pared de la oficina.
  19. Los abusos de poder y el acoso sexual son muy comunes.
  20. Hay muchas compañías afiliadas y subsidiarias, aunque no sé a qué se dedican.
  21. Siempre que pasa algo malo en la empresa, esta cambia su nombre.
  22. Hay sesiones de entrenamiento que se utilizan para lo que puede ser considerado lavado de cerebro o adoctrinamiento.
  23. Amenazas como “te voy a matar” se oyen a menudo en la oficina.
  24. La violencia es rampante.
  25. Todos los jefes son parientes del CEO.
  26. Me dijeron que estaba despedido dando un rodeo en plan ‘puede que no estés hecho para este puesto’.
  27. No puedo dejar el trabajo. Cuando lo intento, me amenazan con que tendré que pagar daños y perjuicios.
  28. No proporcionan los documentos necesarios como el finiquito a aquellos que intentan marcharse.
  29. La edad media del trabajador es muy baja.
  30. La cantidad de trabajadores que se marchan en menos de tres años es muy alta

Autor: Héctor G. Barnés
Fuente: El Confidencial