Los niños esclavos del pintalabios

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Son miles en la India. La mano de obra más barata en minas a cielo abierto de donde se extrae la mica, un codiciado cristal sucio que se utiliza para pintalabios y sombra de ojos. Una trágica paradoja: se les roba la infancia para que millones de consumidores luzcan una bella sonrisa

«Es realmente irónico que el trabajo de miles de niños a los que se les está robando la belleza de la vida, acabe sirviendo para que la gente rica se maquille y parezca más atractiva». Las palabras de Bhuwan Ribhu, abogado de la ONG Bachpan Bachao Andolan, y uno de los mayores expertos en tráfico de menores esclavos en la India, hablan de Sonu, de Devli, de Manan… Críos explotados de sol a sol para que cientos de millones de mujeres se sientan bellas.


Hay algo que tienen en común casi todos los pintalabios comercializados en el mundo, independientemente de su marca, de su precio o del fabricante: el empleo de mica, un mineral de aspecto parecido al cristal sucio del que la India es el principal productor mundial. Pero un recurso como este, que debería llevar la riqueza a las zonas de donde se extrae, acarrea la desgracia a miles de niños que deben trabajar como esclavos en minas al aire libre.


En Palamur, un empobrecido rincón del sur de la India, familias enteras se levantan cuando aún es de noche. Deben caminar varios kilómetros para llegar a una de estas minas antes de que apriete el calor.


Sonu, de 8 años, es uno de los niños empujados a trabajar durante horas, con las manos desnudas. Sabe que un día sin encontrar dhivra (mica, en hindi) puede significar un día sin comida. Sus padres, reciben un salario de unos 15 euros al mes, a Sonu y a los demás niños de la mina, el sirdar -el patrón- sólo le dará un puñado de rupias si encuentra una de esas piedras translúcidas que se esconden entre las rocas. La vida es tan dura aquí que cuando su madre cocina arroz, se lo pone empapado en el ácido zumo del tamarindo, que aumenta la sensación de saciedad. Sólo así alcanza el arroz para todos.


En sitios parecidos a Palamur, en algunas de las regiones más pobres de la India como Jharkhand o Bihar, miles de niños iguales que Sonu pasan 16 horas al día arañando la tierra con palos, intentando encontrar un mineral del que la India produce el 60% mundial. Los pedazos de mica extraídos por estos niños y sus familias pasarán de sus manos a las del patrón, quien tras llenar un capazo tras otro, podrá alquilar un camión que transportará el material hasta una factoría cercana. Allí, limpio de arena y sin ninguna señal que delate el rastro de sufrimiento y miseria que acarrea, será vendido a empresas como las alemanas GmbH o Merck, que a su vez transformarán este mineral en pintalabios, en sombra de ojos o en maquillaje con efecto rejuvenecedor.


Bhuwan Ribu, el abogado, camina con una ligera cojera, recuerdo de la paliza que le propinó una mafia que vendía niñas a circos.


Devli Kumari tenía 11 años y estaba condenada a trabajar el resto de su vida en una mina. Su familia recibía un kilo de harina cada dos días y una ínfima cantidad de dinero al mes. Como la compañía minera no quería contratarles para no tener que pagar ni siquiera el salario mínimo legal, Devli, sus padres y sus siete hermanos trabajaban seis meses al año extrayendo mica. La otra mitad del año, vivían del dinero que la empresa les adelantaba a cuenta del trabajo del año siguiente. De esta manera se veían obligados a retornar cada invierno a la mina para devolver el préstamo. En la práctica eran esclavos.


Según los cálculos más prudentes, sólo en la provincia de Jharkhand hay 5.000 niños que aún están atrapados en esa esclavitud. Y si hablamos de los que trabajan en otras actividades, las cifras son tan altas que pierden su significado: hay 300.000 niños trabajando en Delhi, 50.000 de ellos en zaris, talleres clandestinos con regímenes de esclavos. El Gobierno indio reconoce que 10 millones de menores deben trabajar para vivir en la India, aunque organizaciones independientes elevan la cifra a 70 millones.


Mohamed Manan Ansari tenía sólo 10 años y llevaba tres desgajando las entrañas de la tierra para ganar el equivalente a 40 céntimos de euro al día extrayendo mica. Su destino, al igual que el de los demás niños de Samsahiriya, su aldea en Jharkhand, parecía sellado. Uno de los mayores deseos de Manan era poder trabajar, como su hermana pequeña, limpiando las piedras en una palangana de agua en vez de escarbando durante horas y arrastrándose en los túneles en busca de cristales. Le pagaban entre nueve y 30 céntimos por kilo de mica extraído, dependiendo de su calidad.


En 2006, el Gobierno prohibía el trabajo infantil en todas sus formas. Una ley histórica, se dijo. Dos años después, unas indiscretas cámaras grababan a dos niños de 10 años vestidos con harapos tirando de un arado en la finca del ministro de agricultura, Raghuvan Prasad Singh. Tuvo que ser su hijo quien justificase lo injustificable: «Ha llovido mucho, los campos están embarrados y los bueyes se hunden en el lodo, así que dejamos que unos niños hicieran el trabajo». Pese a las protestas, el ministro sigue en el cargo.


De un modo parecido, la táctica de algunas multinacionales para evitar ver relacionada su imagen con proveedores que emplean mano de obra infantil, consiste en hacer firmar a sus socios del tercer mundo un documento según el cual se comprometen a no contratar a menores. Naturalmente, el contrato se cumple, ya que la mayoría de los trabajadores, niños y adultos, laboran sin papeles. Bhuwan Ribhu afirma haber visto en un taller cercano a Nueva Delhi, cómo unos niños que trabajaban para una conocida marca deportiva pegaban adhesivos con la frase «Child labour free» («Hecho sin trabajo infantil») en las cajas de los balones que cosían.


Gracias a la mica india, millones de rostros lucen labios más atractivos. Y debido a la falta de escrúpulos de políticos, empresarios y fabricantes, miles de niños indios saben que hay piedras más valiosas que su infancia. Para ellos resulta difícil sonreír.


5.000 NIÑOS


India concentra el 60% de la producción mundial de mica. Una parte se usa para pintalabios y sombra de ojos. También para componentes electrónicos.


Más de 5.000 niños trabajan en la extracción del mineral sólo en la provincia de Jharkhand.


En España se venden 20 millones de pintalabios al año, el equivalente a 200 millones de euros. Las españolas son las europeas, junto con las inglesas, que más los utilizan


Extracto del artículo Los niños esclavos del pintalabios de Crónica, El Mundo, España


23 agosto 2009