Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las próximas elecciones generales

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Reproducimos íntegramente el último comunicado de la Conferencia Episcopal Española referente a las elecciones del año 2000.

En la presentación del portavoz de la Conferencia episcopal se dijo: Los obispos proclaman que ningún partido merece el voto por no abolir el aborto.´Un católico no puede votar a un partido que propugne la violencia o la muerte´, proclamó el portavoz de la CEE . El portavoz de los obispos, antes de leer a los periodistas la reflexiones electorales de la CEE, hizo público un severo comunicado contra la ´regularización comercial de la píldora abortiva´, acordada por el Ministerio de Sanidad del Gobierno Popular. Los prelados consideran la actitud del ministerio una ´gravísima transgresión moral´ y afirman que tal ´connivencia de la autoridad con un desorden moral tan grave es legalmente posible porque la actual legislación sobre el aborto lo permite´. ´Denunciamos el hecho de que nuestras autoridades sanitarias abdiquen de su deber de velar por la vida y la salud de todos, permitiendo por este medio la eliminación de vidas humanas inocentes´, advierte la CEE. Asenjo, entonces, apostó ´por el mal menor´. ´Está bien clara nuestra postura. Ningún partido se adecua plenamente a los evangelios. Y en caso de perplejidad, habrá que aplicar un principio moral reflejo´. ´Por el bien posible o por el mal menor´, especificó. De ahí a aconsejar el voto en blanco o el nulo no hubo más paso que el necesario para descartar que se estaba aconsejando la abstención. Asenjo rechazó esa insinuación de un periodista. ´El voto en blanco no es abstención´, dijo.

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Conferencia Episcopal Española

Nota de la Comisión Permanente de la Conferencia Episcopal Española ante las próximas elecciones generales
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El 12 de marzo ( se refiere al año 2000) se celebrarán en España elecciones generales. La periódica llamada a las urnas para que elijamos a nuestros gobernantes en cualquiera de los niveles de la Administración es ya una costumbre firmemente asentada en nuestra sociedad democrática. Es éste uno de los momentos más importantes de participación responsable de los ciudadanos en el gobierno de los pueblos y en la gestión pública. Por lo cual, votar en las elecciones no es sólo un derecho civil y constitucional, sino también una obligación de la que sólo por razones graves puede uno sentirse dispensado.
El voto debe ser decidido con responsabilidad y depositado en libertad. No basta, sin embargo, votar libremente, sino desde la conciencia rectamente formada. Esto nos obliga a los obispos, como pastores de la Iglesia, a cumplir con la misión de iluminar la conciencia moral de los católicos y de quienes quieran escucharnos.
La primera condición para que el voto sea depositado en libertad es la buena información a los ciudadanos. Las campañas descalificadoras e insultantes no ayudan a conocer los programas electorales. Por eso invitamos a los candidatos y a los partidos políticos a que expongan sus propuestas con honradez y de forma positiva. Invitamos también a los medios de comunicación a que informen veraz y objetivamente y a los electores a que se esfuercen en conocer, no sólo el programa electoral, sino también las opciones de fondo de los partidos que reclaman su voto.
A la hora de juzgar los programas, no podemos pretender que resuelvan inmediatamente todos los problemas que la sociedad tiene planteados, pero sí podemos y debemos pedirles que hagan propuestas para avanzar en su resolución y corrijan aquellos que se han resuelto incorrectamente. Somos conscientes de que una misma fe cristiana puede conducir a compromisos políticos diferentes y que, en algunas cuestiones, una propuesta electoral es una opción entre otras igualmente lícitas y legítimas (Carta apostólica Octogesima adveniens, 50). En otras ocasiones, afectan directamente a bienes morales que son irrenunciables. En caso de conflicto, habrá que optar por el bien posible.
Para votar en coherencia con la propia fe, se deberá valorar quién promueve y defiende eficazmente los derechos fundamentales de la persona: el derecho a la vida, a la educación, al trabajo, a la vivienda, a la sanidad, a la información veraz y plural, sin olvidar el respeto a las legítimas opiniones y creencias y a los derechos de las minorías étnicas y religiosas.
Ante las próximas elecciones, queremos subrayar algunos asuntos de especial relevancia:

1. Respeto sin fisuras a la vida, desde su inicio a su fin natural. El aborto en cualquiera de sus formas y la eutanasia no pueden ser defendidos en conciencia.
2. Apoyo claro y decidido a la familia fundada en el verdadero matrimonio, monogámico y estable, respondiendo a sus necesidades con servicios que garanticen sus derechos: vivienda digna, reconocimiento del trabajo del ama de casa, ayuda a las madres que trabajan fuera del hogar, beneficios fiscales a las familias numerosas, etc.

3. Apoyo a la calidad de la enseñanza y garantía efectiva del derecho de los padres a escoger el modelo de educación integral que desean para sus hijos, lo cual exige un apoyo equitativo a los centros de iniciativa social y una regulación satisfactoria de la enseñanza religiosa escolar.

4. Promoción de una cultura dignificadora de la persona y respetuosa con los valores morales y las creencias religiosas, base del verdadero progreso.

5. Aplicación de políticas que favorezcan la libre iniciativa social, el trabajo para todos, la justa distribución de las rentas y la moralidad en la vida económica, con una especial atención a los más desfavorecidos de la sociedad: pobres, inmigrantes, ancianos y enfermos que viven solos, etc. En este campo no podemos olvidar las obligaciones de nuestro país con los pueblos subdesarrollados o en vías de desarrollo, pues la solidaridad internacional es una exigencia del orden moral.

6. Búsqueda sincera de la paz y de la reconciliación y condena de la violencia y del terrorismo.

Pedimos al Señor y a su Santísima Madre que nos iluminen a todos para que nuestro voto sea responsable y libre y las elecciones que se anuncian contribuyan a la paz y el bien común de nuestro pueblo.

Madrid, 17 de febrero de 2000