Ucrania «en el borde»

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La traducción literal de Ukrania es «en el borde». Nunca fue tan apropiado el nombre de un país que conformó la antigua Unión Soviética y es fronterizo con grandes intereses rusos y europeos. Energía y geoestrategia militar y marítima marcan su devenir histórico.

Historia

Si en los siglos XVII y XVIII Rusia, Polonia y el Imperio Otomano se repartieron su territorio, en el XIX lo hicieron Austria-Hungría y de nuevo Rusia. Y ya en el siglo XX, a excepción de un breve y caótico periodo de independencia tras la I Guerra Mundial, pasó a formar parte de la URSS. En definitiva, Ucrania siempre ha estado en la frontera de los imperios europeos durante siglos. Eso explica en cierta medida por qué esta nación de 45 millones de personas y 600.000 km cuadrados está sujeta a múltiples avatares en su historia.

Ni con su independencia (24 de agosto de 1991) ni con su “revolución naranja” (noviembre de 2004/enero de 2005) ha podido modificar los parámetros resultantes de aquel modelo centralizado. Eso significa, por un lado, que se mantiene su dependencia energética de Moscú, por la sencilla razón de que la llave de los oleoductos y los gasoductos, así como el poder para determinar el precio de las materias primas que transitan por ellos, está en manos rusas; y por otra parte la influencia de la Unión Europea.

Lo mismo ocurre en buena medida en el terreno comercial, dado que Rusia sigue siendo el principal socio comercial de Kiev. Y tampoco es menor la importancia que tiene, en clave demográfica, la población rusa (en torno al 18% de sus 46 millones de habitantes) que tiene como referencia inamovible a Moscú, sentimiento al que se suma buena parte de la población afincada en las óblast (provincias) orientales.

Holodomor: Un genocidio en la retina

Muchos ucranianos han transmitido a sus posteriores generaciones el terrible genocidio ordenado por el régimen soviético, que ordenó la exterminación de millones de ucranianos entre 1932 y 1933 (no hay cifras exactas -7 a 10- millones de personas).

En su libro ‘Los genocidios de Stalin’, Norman Naimark cuenta que la técnica consistía en confiscar a los kulakí (campesinos con propiedades y considerados contrarrevolucionarios) sus reservas de trigo e impedirles salir en busca de alimento.

Los kulakí se oponían a la colectivización stalinista precisamente en el ‘granero de Europa’, llamado así por su enorme cantidad de productos agrícolas. Unos 10 millones de personas sucumbieron al genocidio por inanición y los ucranianos llaman a esa tragedia ‘holodomor’, que significa ‘matar de hambre’. Esa espantosa experiencia marcó a varias generaciones.

Los trenes cargados de grano salían a otras partes de Rusia, muchos de los campesinos fueron deportados a otras zonas, otros encarcelados, asesinados.

Dos ucranias en una

Fruto de estos condicionamientos geográficos, históricos y culturales, Ucrania se ha fragmentado en dos mitades; una industrial y prorrusa y otra más rural y proeuropea.

En el este (regiones de Donetsk, Jarkov), se concentran compañías que formaban parte del complejo industrial militar soviético y que tuvieron que reconvertirse a marchas forzadas. Por contra, en el oeste y con epicentro en Lvov, abundan las empresas agrícolas y ganaderas.

Mar Negro y bases militares

Es EEUU y no Rusia el país con el que más relaciones tiene Ucrania en materia militar, según el ministerio de defensa del país. Esto no le hace ninguna gracia a Putin.

Para compensar esto en 2010 Rusia y Ucrania firmaron un acuerdo para extender hasta 2042 el alquiler de la base naval de la flota del Mar Negro a cambio de un descuento de casi el 30% en la factura del gas que Moscú les suministra a Kiev.

Recordemos que la zona del Cáucaso es la zona más militarizada del mundo por los intereses energéticos que existen en la zona, energía para Europa y Oriente (China), reservas y oleoductos

Importancia estratégica, energética y militar

Para el analista Robert D. Kaplan, es «el corazón estratégico de la Europa de la post Guerra Fría». Y para George Friedman, fundador de Stratfor, «es tan importante para la seguridad nacional rusa como Escocia lo es para Inglaterra o Texas para EEUU».

Sin Ucrania bajo su órbita, Rusia solo puede aspirar a un papel secundario en el concierto internacional (especialmente en su vertiente occidental). Además, su acercamiento a Bruselas sería visto en Moscú como una pérdida que acentuaría aún más la sensación de asedio que domina el discurso ruso desde la expansión de la OTAN (a su costa) en los noventa.

Por su parte, para Bruselas (tanto por lo que respecta a la UE como a la OTAN), sin poder decirlo abiertamente, Ucrania sería la clave para debilitar a un vecino ruso que sigue sin inspirar confianza.

Por Ucrania, en definitiva, compiten Moscú y Bruselas, estimulando a sus partidarios locales en un juego en el que están dispuestos a utilizar todas sus bazas (sea el chantaje energético, atractivos proyectos de inversión o la plena asociación).

Además de las dificultades objetivas para modificar ese panorama estructural, hay que contar con que los vaivenes políticos sufridos por el país en estos últimos años- baste mencionar la truculenta peripecia de la aún encarcelada ex-primera ministra, Yulia Timoshenko- han dificultado aún más la situación.

La Iglesia ortodoxa y católica

La Iglesia ortodoxa ha estado en las calles impidiendo una masacre entre policía y manifestantes.

El Obispo Eparca de la Eparquía greco-católica, Mons. Gudziak, ucraniana de París, ha afirmado que «la brutalidad de las fuerzas gubernamentales está impulsando a cada vez más habitantes» a manifestarse y, a su vez, está minando «la legitimidad» del Gobierno que, según ha puntualizado, está determinada por el respeto que muestra hacia los derechos humanos, el cual «se ha descuidado y, en ocasiones, ha estado ausente» cuando se ha disparado y golpeado a los manifestantes.

Así, Mons. Gudziak considera que «no hay alternativa mejor» al diálogo aunque cree que este no será eficaz sin la mediación de la comunidad internacional.

Autor: Luis A. Fernández