Venezuela quiere pan y libertad

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Los más de medio millón de personas que se manifestaron en Caracas el pasado 1 de Septiembre fueron, en su mayoría, ejemplo de noviolencia y reivindicación de un cambio necesario. Se realizó a pesar de los cortes de carretera, de los gases lacrimógenos, de las detenciones y obras en túneles y vías de acceso sin justificación

El pueblo venezolano desea vivir en libertad, aunque sea en forma de democracia formal, con un estado que funcione y garantice unos mínimos en educación, sanidad, justicia, seguridad de las personas o el suministro de insumos necesarios para la vida diaria.

Es evidente que las trabas permanentes al revocatorio de Maduro, utilizando totalitariamente los poderes al servicio del estado (sin separación entre el poder ejecutivo y judicial), y la detención de miembros de la oposición sin causa legal alguna han disparado la indignación de un pueblo en medio del hambre y la violencia.

Económicamente, sumidos en la inflación mayor del mundo, Venezuela en un país empobrecido en grado extremo, donde son necesarios varios salarios para poder comer. Según estimaciones de economistas la inflación en Venezuela al cierre de 2016 estará por encima del 1.000 % y el FMI asegura que llegará a finales de 2017 al 1.600 por 100.

La inflación ha sido un factor clave en la subida del precio de los alimentos, vestir y medicinas; contribuyendo de manera considerable al alza de los precios de los productos básicos. En Venezuela hoy se muere de hambre.

De esta situación de desastre, se han aprovechado las transnacionales y finanzas internacionales de tal forma que el país ha tenido que hipotecar materias primas, petróleo y reservas de oro, para los próximos años. Esto nos abriría sin duda una gran reflexión, ¿a quién interesa este caos?

Pero tampoco podemos obviar los errores del pasado. El chavismo gobierna en Venezuela desde 1999. Un país que había sido conducido previamente por oligarquías petroleras, donde no se utilizaron las riquezas en la promoción de un pueblo que protagonizara política y económicamente sus vidas.

Un país con escasa diversificación productiva y encomendado a asistencialismos de todo orden, ha visto condicionado en demasía su proyección económica y social. Recordemos como dato que la devaluación del bolívar (respecto al dólar) comienza en 1984, y se dispara hasta nuestros días.

No sería justo ni respondería a la realidad, no tener en cuenta la realidad internacional que le rodea y sobretodo de la misma Iberoamérica:

Las políticas del Banco Mundial y FMI sobre todo en los años 80, la rapiña de las multinacionales mineras (Chinas, americanas, europeas…) con o sin chavismo, las políticas de endeudamiento de los países empobrecidos, así como la ingeniería social de los organismos internacionales (ONU entre otras) para todo el cono sur, han sido determinantes en la deriva de uno de los países más ricos en recursos del mundo.

En clave religiosa cabe señalar el papel de las sectas en esta zona promovidas por capitales interesados en someter a pueblos como el de Venezuela.

La promoción de un pueblo pasa por claves a medio y largo plazo que habrá que sembrar en Venezuela si queremos recoger los frutos de la paz y de la justicia. Esta manifestación sobre las calles de Caracas ha sido un signo de la indignación de un pueblo aplastado y humillado.

Aquí en España ya hay organizaciones políticas que han convocado un acto en solidaridad con la revolución bolivariana. Como en tantas ocasiones habrá que invitarles a que se paseen por los barrios más pobres para que vean en carne propia la violencia y el hambre que padecen los venezolanos…

Autor: Luis Antonio Macías