YO VIVO en la NOCHE y HAGO por VER CLARO. La Poesía de León Felipe

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La afirmación de Albert Camus ´Yo vivo en la noche y hago por ver claro´, puede resumir la voluntad de León Felipe en esta obra, también en el exilio, en el dolor personal y colectivo, se puede gritar, más que nunca se debe gritar…El poeta ha de ir al «infierno» al encuentro de la palabra. El infierno no es un fin, es un medio, un lugar por el que hay que pagar, un elevado precio, como las lágrimas. Hay que bajar al infierno para luego entrar en el «reino de la luz»…

YO VIVO en la NOCHE y HAGO por VER CLARO

A partir de 1939, la Victoria se alzó en el contexto político-militar de la España frangible. La nueva «realidad redentora» se impone sin pretextos, y en consecuencia, obliga determinantemente a su legitimidad y a su cumplimiento. El exilio se convierte en casi la única posibilidad de evasión para todos aquellos que, tras la guerra fratricida, mostraron su disconformidad y rechazo frente a los precursores del Nuevo Régimen.

Sin embargo, el exilio se convertirá en punto de referencia literaria para muchos poetas y escritores que, abrumados por la tragedia de la guerra, se enfrentarán nuevamente a otra tragedia repetida, colateral a las consecuencias de toda contienda bélica, o sea, al éxodo masivo, a lo que denominarían: la «España peregrina».

En muchos de estos poetas (obligados por las circunstancias) se advertirá un nuevo cambio en los modelos temáticos, en la expresión y contenido de sus obras, de tal manera que dichas obras experimentarán un giro considerable hacia otras formas de producción poética más comunicativas y sociales. Por lo tanto, imbuidos por un espíritu crítico, debido en parte a la crueldad experimentada por la guerra, y por otra, a la condena del exilio, desarrollarás desde la lejanía de sus fronteras, una poesía rehumanizadora y crítica.

Es el caso, por ejemplo, de León Felipe, quien comenzará la ardua tarea de elaborar una poesía humanizadora, social, que conlleva en sí misma la búsqueda de lo transcendente, y de una angustia existencial.

Dios está en todas partes, hijos míos.
¡A ver si lo encontráis
y nos encuentra!

Este autor nos traslada a una visión, desde la distancia, de análisis crítico y enjuiciamiento de la realidad española, que refleja en su poemario Español del éxodo y del llanto:

¡España, España!
todos pensaban
– el hombre, la historia y la fábula-
todos pensaban
que ibas a terminar en una llama…
y has terminado en una charca.

Al borde de las aguas
cenagosas… una espada
y lejos…el éxodo.
Un pueblo hambriento y perseguido
que escapa.


Impera, pues, en estos escritores, como en el caso de León Felipe, un tiempo de dolor que se desprende de las consecuencias anteriormente citadas. No cabe duda de que sus obras imprimen cierto carácter testimonial, fruto de una experiencia agónica, desalentadora. Prueba de ello se justifica en el tono pasional, quebrado, en ocasiones, casi insultante, agudizado por un sentimiento de ausencia y de reproche que aparece en sus versos y que dejará constancia de los que significó culturalmente, en gran medida, el período de la primera posguerra y sobre todo el exilio.

Luego
mañana…
¡Para todos el mar!
Habrá llanto de sobra para el hombre
y agua amarga
para las dunas calcinadas…
salitre para todos,
mañana
¡para todos el mar!


Con Ganarás la luz, publicado en 1943, aunque obra de carácter «exílico», se inaugura un nuevo ciclo dentro de la poesía de León Felipe. Es la culminación de una construcción simbólica que hunde sus raíces en su primer libro, Versos y oraciones de caminante, y que fue esbozada en Drop a star, donde ya encontramos algunos de los motivos, símbolos y temas principales del libro:

En este libro hay versos míos antiguos y palabras recientes y dichas en otro lugar, moviéndose, transformándose, corriendo ahora como ríos a la mar en busca de otra estructura, de otro sitio y de otra rima de más amplitud y más sentido.

El propósito del libro es escribir una autobiografía poemática, una antología biográfica; por ello bajo el título escribe el poeta: (Biografía, poesía y destino).

Barajó León Felipe la posibilidad de bautizar esta obra con otros nombres, como «¿Quién soy yo?» o «Versos y blasfemias de caminante», pero finalmente se decidió por Ganarás la luz, aconsejado por sus amigo, y también poeta del exilio, Juan Larrea, a quien dedica la obra reconociéndolo como maestro. Este hecho, que quizá sea juzgado de simple anécdota, tiene para nosotros un importante valor, ya que creemos que todo lo que significa y pudiera decirse de la obra, se halla encerrado en estos tres títulos.

La primera cuestión que plantea Ganarás la luz es «¿Quién soy yo?», y quizá sea esta pregunta el motor de arranque de toda la obra:

Si se abriese ahora, de improviso, la puerta y alguien se adelantase a preguntarme quién soy yo, no sabría cómo me llamo.
Reuniré en un manojo apretado mis mejores poemas porque tal vez así, todos juntos, sepan decir mejor lo que quieren, a dónde se dirigen… y acaso al final apuntan vagamente mi nombre verdadero.

El poeta exclama: Quisiera decir cómo me llamo, manifestando el deseo de encontrar su nombre verdadero, por lo que comienza una identificación con distintos mitos, personajes y símbolos. Pero antes de ello, irrumpe con fuerza en el libro la poderosa metáfora del Viento, ya aparecida en otras obras anteriores:

Pero el Viento, ese Viento que trabaja conmigo y que me guía, se ríe de mí también y levanta y revuelve las plumas de mi cola cuando me hincho demasiado, para dejar a la vista de todos la grotesca anatomía de mis huesos.

El Viento es el Espíritu; León Felipe reconoce que nada sabe, que nada es sin ese viento. A Él debe dar el hombre su discurso, su canción, su historia, porque es el gran Testigo de la historia de los hombres. Por eso el poeta quiere encontrar un nombre que no derribe el Viento.

La primera identificación que hace el poeta es con todos los hombres. Tomando en sus manos el cráneo del hombre de Neanderthal, que aún no sabe responder quién es, invita a todos los hombres a correr la aventura de la historia. La existencia individuald e cada ser se funde con las otras en la gran aventura que es la Historia; el hombre es todos los hombres. Y en cada mito, símbolo o personajes en que se reconoce el poeta estamos todos.

El autor se encuentra en la figura de Jonás, el profeta que continuamente se equivoca y huye, porque él es el poeta grotesco. Pero también a través de él gritará el Espíritu, como Yavéh a través de Jonás, hallando el lector a un poeta-profeta.

También es Walt Whitman, este viejo poeta americano de la Democracia, a quien tradujo, contradijo y falsificó, sintiéndose, pues, calumniador y blasfemo: Y acaso yo no sea más que un calumniador de mí mismo.

Por eso el autor, poeta blasfemo, toma el salmo, que es plegaria y llanto, y el último aliento religioso que queda; lo hace suyo, «espigándolo» y verticalizándolo, como hizo siempre la poesía española, culta y popular. Es el poeta el que rescata al salmo del olvido, de la pérdida. Y también por ello bebe continuamente de la Biblia: Me he buscado en la Biblia y por todos los rincones he encontrado mis huellas. Así por ejemplo, se refleja en Job, se reconoce en sus llagas y en su llanto: Y me he puesto a gritar y a blasfemar porque pienso, como Job, que éste es un buen señuelo para cazar a Jehová.

Más tarde dice que se encuentra en el vagabundo:

No es ésta ya la hora de la flauta.
Es la hora de andar, de salir de la cueva y de andar…
de andar… de andar… de andar.

Yo soy un vagabundo.
Y mi éxodo es ya viejo.

Se reconoce también en Cristo, pero el Cristo de los olivos y de la locura, el reino de la interrogación:

Finalmente aparece «El Niño de Vallecas» de Velázquez, y a través de él todos los hombres de nuevo nos encontramos, somos fundidos en un mismo destino:

La luz es el símbolo vertebrador de la obra, como se anuncia en el título, y todo nos conduce a ella. Esperar la luz es esperar un orden nuevo, aspirar a un mundo nuevo. Pero, para alcanzar la luz, para «ganar la luz», hay que pagar un elevado precio: el llanto:
¡Con llanto, con llanto!
Y se gana la luz… como se gana el pan.

Dios aparece como un «mercader» al que el hombre debe compara la luz: Dios pondrá la luz y nosotros las lágrimas o Ganarás la luz con el sudor de tu frente / y la luz con el dolor de tus ojos.

La vida es llanto ( Y me ha parecido siempre que el que nace, el que llega, / llega como forzado); el hombre es arrojado a ella no para otra cosa que para llorar, El hombre es hijo de sus lágrimas, y, a la vez, nace para ganar la luz. Y es el poeta el que debe gritar y llorar por todos:

Todas las lenguas en un salmo único,
todas las bocas en un grito único,
todos los ojos en un llanto único.

León Felipe nos confiesa que no sabe qué es Poesía, pero no le importa. Pero sabe que la Poesía está en la sombra, por lo que pertenece a todos «los hombres de la sombra»: Mientras haya una sombra en el mundo, la Poesía es mía y de Job y de todos los hombres de la sombra./ Mañana será de la luz, pero hoy la Poesía es de la sombra.

El poeta ha de ir al «infierno» al encuentro de la palabra. El infierno no es un fin, es un medio, un lugar por el que hay que pagar, un elevado precio, como las lágrimas. Hay que bajar al infierno para luego entrar en el «reino de la luz»:

Y ahora tenemos que ir al cielo
dando un gran rodeo
por el camino del infierno.

El hombre no ha cantado aún, no es tiempo de cantar, sino de llanto y de grito; la Poesía es como un salmo en la sombra: Creo que por ahora no he venido más que a gritar, a derramarme como el agua y como el llanto. (…) Estamos en a época del grito y de las lágrimas y aún no hemos llegado a la canción.

A León Felipe le preocupa profundamente el hombre (El hombre ahí,/ desnudo bajo la noche y frente al misterio,/ con su tragedia a cuestas), y que éste llegue a ser «héroe»:

…entrar en el reino de los cielos,
en el reino de los héroes. (…)
El hombre, el hombre heroico es lo que importa. (…)
Nuestro oficio no es nuestro destino.
«No hay otro oficio ni empleo que aquel que enseña
al hombre a ser un héroe.

Preocupación que no es sólo social y económica, sino que abarca a todos los niveles del ser humano: Y hay que darle al hombre el pan y la luz, las dos cosas juntas. El poeta no defiende un arte «por la moral»: no vengo a defender la estética platónica del arte por la moral, pero, continúa el autor, creo que entre esa sangre enlodada de los pies y la garganta, hay una relación.

La Poesía del futuro será la «Poesía prometeica», la «Poesía de la llama, sólo habrá un único poema y un solo poeta, que cantará por todos, para todos: Un día la Poesía será un ejército de llamas que dé la vuelta al mundo; Prometeo será legión, y muchedumbre los que trabajan con el pecho abierto y la palabra encendida.

Así, el poeta no es el que juega habilidosamente con las pequeñas metáforas verbales, sino aquél a quien su genio prometeico lo leva a originar las grandes metáforas: sociales, humanas, históricas, siderales… Don Quijote es el ejemplo de este tipo de poeta, el que quiere escribir sus poemas no con la punta de la pluma, ino con la punta de la lanza.

Donde aprecia quizá mejor la evolución de este libro, dentro de su obra del exilio, y el inicio de una nueva etapa en su poesía, es en el tratamiento del tema de España. León Felipe habla aquí de «la muerte de España», pues la mataron, por tanto, más que el intento de recuperar un espacio perdido, como en las obras exílicas anteriores, advertimos que el poeta trata de recuperar lo que él llama «Hispanidad». Con ese término trata de encerrar todo aquello que no puede morir por ser esencia, y no materia, de España. La figura de don Quijote, de nuevo, encarnaría lo eterno de España, pues aún queda el gesto vencido, apasionado y loco del hidalgo manchego.

Por último, al final del libro, el poeta vuelve a encontrarse con Jonás, el profeta que se equivoca, sin vocación ni prestigio, que desconfía y se esconde de Yavéh. León Felipe quiere, como él, no más que «dormir, es decir, morir: Para mí mejor es ya morir que vivir.

Y es que no hay otra salida que la Luz, que hay que ganar:

Por ganar esta luz vine y estoy aquí;
por ganar esta luz me iré y volveré mil veces en el viento;
por ganar esta luz entraré por la puerta norte y
saldré por el postigo del infierno.
Por ganar esta luz se han vertido hasta hoy todas
las lágrimas del mundo y por ganar esta luz
tendrán que llorar inmensamente los hombres:
los vivos y los muertos.

La afirmación de Albert Camus Yo vivo en la noche y hago por ver claro, puede resumir la voluntad de León Felipe en esta obra, también en el exilio, en el dolor personal y colectivo, se puede gritar, más que nunca se debe gritar.