20D: La segunda transición del neocapitalismo en España

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Algunas evidencias iniciales

En las últimas elecciones generales celebradas el pasado 20 de diciembre cada diputado de IU ha necesitado más de 400.000 votos frente a los 50.000 con los que obtienen su representación los diputados del PNV. Los grandes beneficiados han sido, como siempre, los grandes partidos y los nacionalistas que podrán seguir chantajeando impunemente. Vivimos en una falsa democracia.

El bipartidismo ha sufrido un duro golpe, aunque no podemos asegurar que definitivo. La volatilidad del voto, que en España se situaba en torno al 10%, ha alcanzado niveles de más del 30%. Los dos grandes partidos apenas superan el 50% de los votos válidos cuando anteriormente se situaban entre el 70 y el 80%. El sistema político formal está cambiando.
El voto al PP y al PSOE es un voto conservador, que prefiere optar por la estabilidad de la gobernabilidad del sistema capitalista. Y corresponde perfectamente a una sociedad envejecida, como la española. En cambio, el voto a Podemos y Ciudadanos, es un voto más joven y urbano. Su lógica tiene mucho que ver con el resentimiento con un sistema político y económico que no ha satisfecho sus expectativas de clase media. Hay una fractura social que puede ser peligrosa para el propio sistema si no se controla.

Esta fractura demográfica y sociológica de la sociedad española supone, objetivamente, una crisis de legitimación del sistema político diseñado por el neocapitalismo internacional en el tardofranquismo para conducir la transición de la dictadura a la democracia en el marco del contexto capitalista europeo. El neocapitalismo está buscando un «recambio», para que lo sustantivo de su dominio económico, político y cultural se mantenga y fortalezca.

El neocapitalismo ha ganado la batalla del siglo XX

Es un evidencia que el final del siglo XX ha supuesto la victoria del capitalismo no solo como sistema económico sino como sistema cultural frente a otras alternativas no menos materialistas como fue el comunismo y la socialdemocracia. La socialdemocracia fue «el taller de reparaciones del neocapitalismo» durante la guerra fría y se ha convertido en social-liberalismo. Desde hace décadas la «izquierda» no existe como alternativa real al imperialismo neocapitalista y esto lo han demostrado en España y en Europa todos los gobiernos «socialistas» y toda la aristocracia obrera sindical que se desentendió de la solidaridad con los más pobres de la Tierra aceptando la complicidad con un sistema que expolia sistemáticamente al Tercer Mundo. Mientras mueren 100.000 personas de hambre cada día en los países empobrecidos , la clase obrera europea, acomodada al estado del bienestar, compartía parte del botín con la clase media burguesa. Los pueblos del Norte, entre ellos España, aceptaron la cultura burguesa capitalista.

Hoy la socialdemocracia está colapsada, ha dejado de cumplir su papel en el contexto neocapitalista. Ha sido superada por la globalización y la crisis del estado-nación. Se impone la renovación. Actualmente el fondo electoral del PSOE refleja este colapso.

Una clase media despechada

Una vez que el sistema neocapitalista se encontró sin ninguna oposición empezó a actuar como una apisonadora profundizando la intensidad y la extensión de su explotación no solo sobre los pueblos empobrecidos del Tercer Mundo, también sobre las propias clases medias y sobre la clase obrera aburguesada. Con la crisis financiera provocada por el propio capital en 2007, el neocapitalismo ha moldeado, fundamentalmente, a las sociedades enriquecidas imponiendo precariedad laboral y desinflando el estado de bienestar. Actualmente, la globalización digital ha conseguido que el 65% de la mano de obra mundial sea «ejército de reserva», haciendo que todos los trabajadores del mundo, cualificados y no cualificados, compitan entre sí a la baja. Por primera vez en la historia reciente muchos jóvenes europeos y españoles van a vivir peor que sus padres. En España tenemos una tasa de desempleo muy elevada del 24%; más de un 50% de paro juvenil y un tercio de los asalariados perciben como máximo 645 € al mes. Culturalmente esto es un drama porque se hunde la idea, tan arraigada, de progreso constante. Las expectativas de un nivel de vida y bienestar para muchos jóvenes, hijos de la aristocracia obrera o de las clases medias, han sido literalmente pulverizadas generando un gran nivel de ansiedad y resentimiento con un sistema que les había prometido «calidad de vida». Este es nicho electoral de Podemos. Un conjunto de colectivos cada día más excluidos de los beneficios del sistema.

Un sistema sociopolítico diseñado a finales del franquismo que ha caducado. El franquismo sociológico

El ciudadano medio español aceptó dejar en manos de los políticos la gestión de la res pública a cambio de que estos le garantizaran un buen nivel de vida. Los políticos, perfectamente coordinados por las verdaderas elites del poder económico y financiero, trabajarían sirviendo a éstas y garantizando la estabilidad política del sistema. Una estabilidad atravesada por unos niveles crecientes de corrupción sistémica. Corrupción que, mientras había bonanza económica, se toleraba cínicamente por la mayoría del pueblo español. Sin está complicidad del pueblo no hubiera sido posible la burbuja inmobiliaria y toda la cultura de la especulación en la España reciente.

Después de 38 años de dictadura se instaló el franquismo sociológico que todavía perdura. El individualismo y la despolitización del pueblo español han sido una calamidad política en estos 40 años de democracia postfranquista. Sin embargo, cuando se ha impuesto una precariedad estructural, no solo a los hijos de la clase obrera sino también de la clase media, el nivel de desafección generado se ha vuelto crítico y ha puesto en evidencia la necesidad de provocar «un cambio» desde el propio sistema, para que lo sustantivo no cambie. El aparato político español, diseñado por el capitalismo trasnacional en los años 70 necesita transformarse para seguir dando cobertura política a la élites dominantes y para ello es necesario encuadrar toda una masa de gente desapegada que puede poner en peligro la estabilidad y rentabilidad del sistema. Ciudadanos, pero especialmente Podemos están jugando este papel.

Otro factor importante que se ha puesto de manifiesto en los últimos acontecimientos electorales ha sido el cambio en la forma de participación política. Algunos colectivos no se identifican con las formas tradicionales de participación política. Sobre la base de un individualismo despolitizado dominante se han levantado el voluntariado, las redes sociales y el ciberactivismo, más sociales que políticos, donde, lógicamente, la militancia política tradicional no tiene lugar. Aunque esta forma de participación política ha manifestado ya su inconsistencia y su debilidad en muchos movimientos sociales del mundo, el sistema necesita controlarla e instrumentalizarla.

Una disidencia programada desde el poder. Un nuevo encuadramiento de la «izquierda» y de la derecha

Los nuevos partidos Podemos y Ciudadanos emergen inducidos por el poder con la intención de impulsar la renovación aparato político español dentro del marco neocapitalista de la Unión Europea. Cada uno desde un lado del espectro pero sin cuestionar las bases fundamentales del sistema. Los niveles de corrupción y clientelismo han llenado la «taza» y hay que «tirar de la cadena». Nos cabe la duda de cómo se desarrollará este proceso. No sabemos si estas fuerzas políticas se consolidarán, se diluirán o se fusionarán con las antiguas. Lo que sí sabemos es que el cambio del aparato político es necesario para el propio sistema neocapitalista por lo que sin duda ninguna empleará todo su poder financiero y mediático para conseguirlo. Todo cambio genera incertidumbre, miedo y ansiedad en aquellos que están más instalados o que tienen mentalidad más estática. El neocapitalismo y su dinamismo sobre todo ha generado miedo y con el miedo se moldea a la sociedad.

Si bien la renovación es urgente en la derecha y en la izquierda, es en este último sector dónde es más complicada por el nivel de inconcreción tradicional de la socialdemocracia, cada día más semejante al liberalismo dominante. En este sentido, es muy interesante conocer la estrategia política de Podemos que podríamos denominar como «constructivismo político» . En esta estrategia se muestra como lo fundamental no es la ideología y sus rigideces sino la «fabricación» de una identidad como clave de la hegemonía política. Destacamos el carácter eminentemente táctico y ambivalente de esta estrategia capaz de aglutinar elementos muy dispares.

  • Carácter performativo del discurso político. Frente a una masa despolitizada, el discurso moldea la percepción de la realidad generando conceptos, lenguaje, metáforas, mitos.
  • La comunicación: la TV, las redes sociales son «esenciales». No olvidemos que Podemos ha nacido en un plató de TV. La militancia política es accesoria. Hay una aparente democracia interna, pero es solo apariencia.
  • Se coge lo particular y se convierte en universal mediante «un partido»: desahucios, ecologismo, feminismo… Se toman los restos de un «naufragio», el de la izquierda tradicional, y se articula una identidad mediante antagonismos: nosotros -ellos; los de arriba- los de abajo.
  • «Creación» de un colectivo universal. Esencialismo táctico: se vacía a la palabra de su contenido y se le pone otro. El relativismo ideológico es parte esencial de esta estrategia política.
  • Finalmente, aglutinar el discurso respecto a un líder: un tipo carismático de gran capacidad dialéctica pero sin promocionar una verdadera militancia política.

Una mentalidad eugenésica dominante y transversal a todas las fuerzas políticas

El neocapitalismo, mediante la última crisis que él mismo ha provocado, está haciendo la segunda transición en España y posiblemente en Europa. Una transición mucho más profunda que consolida estructuralmente una mentalidad individualista y utilitarista, contraria a la vida y a la solidaridad. Mentalidad que constituye el substrato profundo sobre el que flota todo debate político y que está transformando los tradicionales conceptos de izquierda y derecha. Afirmamos que todas las opciones políticas dominantes comparten esta mentalidad y que por tanto no son, en ningún caso, alternativas al sistema neocapitalista. Por eso, el FMI no cree que estos nuevos partidos supongan un problema para el sistema. Todo lo contrario, lo regeneran.

Uno de los factores que más condiciona la realidad política de fondo de un país es su mentalidad. La mentalidad es algo estructural. Es algo así como el motor de las actitudes. Está constituida básicamente por la unión de varios elementos: información de todo tipo que se nos proporciona de la realidad; conocimientos elaborados, normalmente transmitidos a través del sistema educativo; formas de vida, estilos de vida; sentido de la vida. En definitiva, formas de sentir, pensar y actuar ante la vida, ante la realidad. Las diferentes ideologías que parecen confrontarse en la arena electoral, en realidad comparten una misma mentalidad. Veamos dos aspectos estructurales de esta mentalidad.

Desde el punto de vista político y económico ninguna fuerza emergente ha cuestionado el marco europeo. La UE es un conglomerado político, económico y cultural netamente neocapitalista en donde España ha alcanzado un nivel de renta per cápita de 25.000 euros anuales. Ya afirmaba el economista José Ramón Lasuén, a principios de los años 80 del s.XX, que entre el 25% y el 40% de la riqueza de la economía española procedía del robo a los países empobrecidos del Tercer Mundo. Cuando la verdad del robo a los pobres se oculta, se niega o se disimula aunque sea con verborrea «progre», «pseudoizquierdosa» o «beata» se es cómplice del expolio.

Pero por otro lado, diremos que si el factor económico es clave para configurar la mentalidad de un pueblo, también lo es su cultura y su religiosidad. Y esto se manifiesta fundamentalmente en el concepto operativo de persona que se tiene. Todas las candidaturas comparten un modelo antropológico de tipo individualista y utilitarista que en un contexto de crisis, desempleo y corrupción se condensa con especial fuerza en el concepto bio-ideológico de «calidad de vida». Ya no solo se trata de tener recursos sino que estos recursos se traduzcan en un estilo de vida que se evada del sufrimiento humano tanto social como natural, de la debilidad, de las tensiones y desequilibrios existenciales. Se busca un estado de alienación hedonista que se manifiesta de formas muy variadas y que abarca todo el espectro político: empoderamiento verbal, desarrollo sostenible y participativo, equilibrio psíquico, happy family, ocio merecido, religiosidad de buena conciencia, sexualidad líquida y descomprometida, muerte digna, procreación a la carta, gastronomía ecosaludable, la obsesión por la seguridad y la tranquilidad. Esta evasión tiene su raíz profunda en la pérdida o perversión de la referencia trascendente que hace posible el adecuado afrontamiento de la existencia humana en general y en especial del sufrimiento humano. Los inmigrantes, los empobrecidos, los no nacidos que alteran nuestro nivel y calidad de vida, los discapacitados, los enfermos, los inadaptados estorban, molestan, incomodan. Por ello, esta mentalidad eugenésica en sentido amplio es una de las características crecientes y predominantes de la sociedad española. Es una mentalidad radicalmente insolidaria que comparten todas las opciones políticas dominantes, tanto la antiguas, como las nuevas.

Conclusión

El cambio político formal en España es una necesidad estratégica del propio sistema neocapitalista y no solo un anhelo de la gente. Este cambio es fundamental para la propia supervivencia del sistema y como tal lo está pilotando generando su propia alternativa renovadora y su propia disidencia que encuadre de nuevo a aquellos sectores de población que se han desapegado. Podemos y Ciudadanos están jugando este papel y por ello no son una alternativa real a un sistema neocapitalista radicalmente injusto e inhumano. Todo lo demás es táctica política y nada más.

Autor: Félix Arroyo