«Les oí gritar por miedo a ser dejados en el desierto»

2188

El jesuita Pep Buades no olvidará el seguimiento de los convoyes de inmigrantes por el Sáhara

RD

Miércoles, 28 de diciembre 2005

  

Entre 8.000 y 10.000 subsaharianos han visto roto su sueño con Occidente. Pep Buades, delegado interprovincial de la Compañía de Jesús en España para temas de inmigración, formó parte de la comitiva de cooperantes que siguió a los convoyes de deportados a través de Marruecos. Ellos fueron un seguro contra el abandono en el desierto .Lo entrevista Nuria Navarro en El Periódico.

–¡8.000 kilómetros en cuatro días!
–En una furgoneta Renault Cangoo. En ella íbamos una miembro de SOS Racismo, otra de Women Lib World Wide, un tercero de la asociación ceutí Elín y yo, un jesuita. A ojos de los gendarmes pasamos por dos parejas de viaje por Marruecos.

–¿De veras? Pero con esa carrera apenas pudieron tomar resuello.
–En un tramo, dimos alguna cabezada, sin parar la furgoneta. Dormimos una noche en Dajla y otra, al lado de la frontera mauritana. No paramos hasta llegar a un convoy en el que viajaban mujeres y niños de pecho, y poder hablar con ellos.

–No sé cómo no se mataron.
–Bueno, cuando subíamos hacia el norte, dimos cuatro vueltas de campana. Yo conducía. No me hice nada.

–Es curioso que nadie les parara los pies.
–Lo es. Cuando entramos en el Sáhara, preguntábamos en los controles qué nos recomendaban visitar, y fuimos yendo hacia donde queríamos ir. ¡En el penúltimo control incluso nos dijeron dónde hacer surf! ¿Tenían órdenes de no pararnos?

–¿Usted qué opina?
–La embajada de España le dijo a Helena Malero, de SOS Racismo, que no tendríamos protección. Quizá éramos peones en una partida entre Marruecos y España. No lo sé.

–Sí sabe qué vieron sus ojos.
–Vieron un desierto maravilloso para ir como turista, pero mortal si te encuentras agotado, y no tienes agua ni alimentos. Vieron autobuses viejos, en pésimo estado, escoltados por la gendarmería de Marruecos, en los que viajaba gente esposada. Y por el móvil les oí gritar de desesperación cuando atravesaban una zona desértica y pensaban que los iban a dejar abandonados.

–¿Seguirles era su seguro?
–Un camerunés que abandonaron cerca de Smara tenía la certeza de que si los helicópteros marroquís los buscaban en el desierto era gracias al seguimiento. Desde luego, las miradas desde los autobuses decían: «No nos habéis dejado solos».

–¿Qué ha sido de ellos?
–Unos 14 murieron, según SOS Racismo. Otros fueron recuperados por el Polisario, que se los llevó a Tinduf. Y las Fuerzas Armadas marroquís llevaron a otros a Guelmin. Un contingente fue conducido en autobuses hasta la frontera de Senegal. La mayoría de concentrados en campamentos militares fueron repatriados por vía aérea. Y los de países en conflicto, como Congo y Costa de Marfil, no fueron repatriados, pero el Gobierno marroquí tardó en autorizar la visita de Acnur.

–¿Quién tiene la culpa de todo?
–Hay países con recursos, donde hay conflictos comerciales entre transnacionales y gobiernos, que son los que provocan más corrupción y guerra civil. Primer culpable: nuestras transnacionales. Nuestros intereses.

–Empezamos por casa, veo.
–Hay también una corrupción estructural en las fuerzas de seguridad de muchos países africanos, que extorsionan a los inmigrantes para ganar un dinero extra. Por tanto, segundo culpable: los gobiernos que no pagan bien y que tienen una laxitud moral. Y luego están nuestros gobiernos, que no aplican el mismo estandar jurídico, político y ético al gestionar los flujos migratorios.

–¿España reaccionó mal?
–Si la avalancha hacia las vallas de Ceuta y Melilla fue inducida por parte de Marruecos, es normal que España dijera «basta». Pero…

–¿Pero?
–El día en que supimos que se formaban nuevos convoyes de deportación, el ministro Moratinos aseguró que la situación estaba controlada. Además, se limitó a pedir un trato humanitario y no un trato justo. Un trato humanitario es no dejar a la gente morir en el desierto. Pero si alguien pide asilo, deben determinar si lo merece y llevarlo con garantías.

–¿Cómo se debería regular la inmigración?
–No hay sociedad que tenga una capacidad ilimitada de absorción inmediata de contingentes grandes. Pero, a la vez, toda sociedad tiene más capacidad de absorción y de integración de lo que imagina. Debe haber una intensa tarea pedagógica.

–¿Aquí o allí?
–Hay que establecer fórmulas de desarrollo donde sea posible. El codesarrollo puede fomentar los espacios de libertad e igualdad. Toda solución política será limitada. Pero es mejor intentarla y luego corregir.