José Hernández, técnico de pesca, aún está impresionado por lo que vivió a bordo del pesquero Nuevo Urrusolo, cuando junto a sus 8 compañeros rescató a 27 inmigrantes de una patera semihundida.
Veníamos navegando desde Marruecos. Serían como la una y media cuando avistamos la embarcación. Al principio pensamos que eran pescadores, pero al acercarnos vimos aquel espectáculo. La barca estaba mediada de agua y dentro había 28 personas, una de ellas ya muerta. Nos llamaban y nos gritaban que les ayudáramos», recuerda Hernández.
Entonces decidieron llamar a Salvamento Marítimo, pero, ante el nerviosismo de los africanos, dos tripulantes se subieron a la patera y comenzaron el trasvase al Nuevo Urrusolo. «Había una chica embarazada que no paraba de gritar y preguntar por su hijo, fue terrible, daba una pena infinita, su hijo de tres años había muerto y habían tirado su cuerpo por la borda, pero ella ni se enteró», explica.
La historia que los supervivientes contaron a José Hernández era dantesca. «Al parecer, habían salido dos pateras de El Aaiún, pero transcurridos unos kilómetros los dos patrones marroquíes juntaron a todos los inmigrantes en una barca, les dijeron que a dos horas de navegación aparecería Fuerteventura y ellos regresaron en la otra. Pero claro, estos pobres no saben nada del mar y con el mal tiempo que había, se les rompió la popa y el motor se fue al fondo del mar».
Cuando los encontraron llevaban ya siete días a la deriva. «Estaban remando con dos trozos de madera y nos contaron que habían arrojado al agua a once personas, entre ellas dos niños y una mujer. Estaban hipotérmicos y les dejamos nuestras mantas para que se abrigaran. Luego les dimos agua, leche caliente y una rala de gofio para que fueran entrando en calor», añade Hernández, quien explica que aquel día no durmió nadie de la tripulación. «Estábamos impresionados, sobre todo con la historia de la mujer. Yo soy padre y eso debe ser terrible» l