‘Les rogábamos que miraran a nuestros bebés’

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Supervivientes de un naufragio con más de 29 muertos acusan a la Marina marroquí de pinchar su barca hinchable.

JUANA VIÚDEZ (Enviada especial de El País) – Oujda – 07/05/2008

Agentes de la Marina marroquí acuchillaron hasta hundirla la barca hinchable en la que 70 sin papeles de origen subsahariano intentaban alejarse de la costa del reino alauí para llegar a España. En la acción, ocurrida en la madrugada del pasado 28 de abril y silenciada por el Gobierno marroquí, murieron ahogadas entre 29 y 33 personas, entre ellas cuatro niños. Así lo relatan al menos cinco supervivientes de la tragedia, divididos en dos grupos distintos, en la ciudad marroquí de Oujda (400.000 habitantes), a 15 kilómetros de la frontera con Argelia.

«El militar rajó el bote y se quedó de brazos cruzados», cuenta una testigo.

Según el testimonio de los cinco náufragos, de nacionalidades nigeriana y malinesa, tras reventar la lancha de goma con un cuchillo atado a un palo, los soldados marroquíes rescataron del mar a los supervivientes y los trasladaron a toda prisa a Oujda. Su intención era obligarles a pasar a Argelia, al igual que ya han hecho con miles de inmigrantes subsaharianos que pululan aterrorizados y hambrientos por el área fronteriza.

Erick O., pescador nigeriano de 31 años, perdió en el naufragio a su esposa, Loveth, de 25, y a su hija Sandra, de tres. «Aquella noche, el mar estaba en plena calma, se veía perfectamente la luna», recuerda en mitad de los bosques de Oujda donde se refugia junto a otros 20 sin papeles. Zarparon de la costa de Alhucemas en torno a las 3.00 del lunes 28. En la lancha viajaban unas 70 personas que pagaron 100 euros por llegar a España.

La tragedia comenzó a fraguarse dos horas después de zarpar. Según los testimonios, un barco de guerra con bandera marroquí se les aproximó. «Queríamos llegar a tierra de nadie para que dejaran de perseguirnos y el capitán de la lancha, también subsahariano, aceleró», cuenta Campos O., víctima del siniestro. Los militares botaron una lancha rápida que alcanzó a la patera en pocos minutos.

«Cuando nos alcanzaron, uno de los soldados clavó ligeramente un cuchillo en la goma y nos dijo, ‘ahora seguid hacia España, si queréis», relata Campos, quien se fijó que el buque marroquí llevaba el número 110 pintado en el casco. «Tratamos de poner un parche y, aunque avanzábamos a duras penas, creo que habríamos llegado a España de no ser porque volvieron dispuestos a impedirlo», añade Erick.

La lancha siguió su rumbo hacia España cuando, «de la nada», volvió a surgir la lancha rápida marroquí. «Un soldado empezó a increparnos con el cuchillo atado al palo. Nosotros les pedíamos que nos llevaran con ellos de vuelta a Marruecos porque con la lancha en ese estado era casi imposible seguir. Les rogábamos que miraran a nuestros niños y bebés», cuenta Campos.

«Detrás del soldado apareció el capitán, que cogió el cuchillo. Pensábamos que iba a recriminar al soldado por asustarnos, pero su idea era otra», continúa. Según la versión de este náufrago, corroborada por varios de los entrevistados, este militar «dió cuatro puñaladas en distintos puntos de la lancha». «La gente entró en shock. No se podían creer lo que estaban viviendo. La barca se volcó para un lado y todo el mundo comenzó a gritar y llorar», añade Erick. La barca hinchable se fue a pique en segundos, según los entrevistados. Con él se fueron las vidas de una treintena de hombres, mujeres y cuatro niños. Eran las 6.00 y el día empezaba a despuntar.

«Una lancha, con el número 114, vino a rescatarnos, mientras los militares de la 110 discutían y se increpaban por haber pinchado la patera», afirma Campos O.

Sentada entre bolsas de basura en los bosques de Oujda, la peluquera nigeriana Deborah Rose, de 25 años, otra superviviente, trata de curarse la quemadura que le produjo en media pierna izquierda la mezcla de gasolina y salitre. Deborah perdió a una hermana y dos hermanos en el naufragio. «Hace una semana estaba aquí, con mi familia y ahora no tengo a nadie», dice con tono monocorde. «El hombre que rajó el bote con el cuchillo se quedó mirándolo todo con los brazos cruzados y después se marchó», cuenta Deborah. Al menos dos testigos recuerdan que la embarcación lucía claramente el número 110.

Después de sacarles del mar, la Policía les detuvo, por poco tiempo. Ese mismo día, a las 20.00, les dejaron en la frontera con Argelia. Parte de los 40 supervivientes cruzaron hasta el país vecino y otros, como Deborah y Erick, permanecen en Marruecos. Aseguran que volverán a intentarlo.