8 de marzo. Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Es la hora de la promoción frente al empoderamiento.

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Compartimos esta reflexión con la inquietud de buscar nuevos caminos para futuras generaciones. La planteamos desde un posicionamiento que nos aleja conscientemente del «feminismo de estado» que se está imponiendo.

Os invitamos a que escuchéis una canción de Mercedes Sosa que habla de Las manos de mi madre…

Las manos de mi madre
saben que ocurre
por las mañanas
cuando amasa la vida
hornos de barro
pan de esperanza.

… Son las manos de mujeres pobres y trabajadoras que han construido historia de solidaridad y hoy no son referencia, porque su forma de pensar, actuar, hacer, no es desde el poder, o el dinero, sino desde el «poder de los sin poder».

Hoy en pleno siglo XXI, seguimos viviendo una realidad de mujer trabajadora, joven, niña, que se desgasta en el combate de la vida para conseguir bienes elementales para sobrevivir. Sostiene la vida desde las condiciones más precarias de la existencia, negándosele la educación y sufriendo altos índices de miseria y exclusión.

Queremos recordar, como siempre lo hemos hecho, que el día 8 de marzo lo reivindicamos como el Día de la Mujer Trabajadora. Debe recordarse como parte de la historia de solidaridad del movimiento obrero, al que se unieron las mujeres elevando su dignidad y ejerciendo su verdadera vocación. Julián Gómez del Castillo, militante obrero cristiano, con gran sensibilidad, nos transmitió que no hubiera habido movimiento obrero sin la presencia de la mujer. La mujer pasó a la historia del movimiento obrero como la «madre de la solidaridad», sin su capacidad de resistencia y de lucha no habría sido posible el movimiento obrero.

NO es un día de la agenda de la política actual. NO nos lo ha impuesto los Objetivos de Desarrollo Sostenible, ni la voluntad de la ONU, que trabaja para el nuevo capitalismo y que trata de borrar y ocultar el verdadero espíritu del día 8 de marzo, el día que las mujeres obreras y empobrecidas fueron asesinadas por defender la vida y la dignidad del trabajo: de hombres, mujeres y la vida de sus hijos y contra su explotación.

Esta historia obrera nos enseña que lo que oprime a la mujer y al hombre es un sistema imperialista que planifica el hambre de sus hijos y que les degrada moralmente tanto a ella como al hombre. Un sistema organizado para el lujo y poder de una minoría enriquecida. La actual ideología de género que hay detrás del movimiento “feminista de estado” oculta las verdaderas causas y conflictos que sufren las personas injustamente y es perfectamente compatible y cómplice del sistema neocapitalista.

A las élites del poder neocapitalista (multinacionales, planes de estudio, medios de comunicación, organismos internacionales, fundaciones corporativas…) les ha venido estupendamente imponer una ideología que oculte los verdaderos conflictos que provoca el actual neocapitalismo. Herbert Marcuse afirmaba acertadamente que el nuevo totalitarismo toma forma de relativismo en el que verdades y mentiras coexisten en la más absoluta indiferencia.

La historia del 8 de marzo nos enseñó, también, a situarnos en el tema de la DIGNIDAD.

La dignidad está cada vez más pisoteada en la medida que se mercantiliza la vida. Entendemos que este concepto, con todo lo que conlleva, es de una gran importancia en la reflexión sobre la condición femenina; y, sobre todo, para construir una cultura nueva (otra lección aprendida de esta historia obrera).

Sabemos que acechan una serie de peligros de una dignidad mal entendida. Sobre todo, cuando se tiene una visión distorsionada de la persona, una mirada de los otros como objetos para usar y descartar. Una cultura groseramente individualista y agresiva que considera que el ser humano es un bien de consumo, entenderá mal el concepto. La dignidad mal entendida se ha dado a lo largo de la historia. Para los nazis, los judíos eran personas sin dignidad. Hasta hace bien poco, las personas de color de piel negras no tenían dignidad y eran tratados como esclavos… hoy hay personas consideradas infrahumanas: ancianos, niños en el vientre de la madre, enfermos psíquicos… personas a las que se les trata sin dignidad o se les niega.

La mujer o cualquier persona ha sido pisoteada en su dignidad, ha puesto de manifiesto en su lucha, que no somos creados como objetos, sino como personas amadas y capaces de amar, que se nos invita a vivir en común unión (no en división), en relación con otros.

Todos los enemigos de la naturaleza humana  atacan donde hay más transmisión de la vida. Por ello, la mujer, como portadora de la vida, ha sido tremendamente golpeada y atacada en la historia, convirtiéndola en uso, objeto, lucro, esclava… y, sobre todo, el nuevo capitalismo tenía que ir al corazón de la mujer para ganar todo el terreno que pudiera.

Para ello, ¿qué ha hecho?. A través de una propaganda bestial ha conseguido convertir la lucha contra una injusticia en algo que refuerza el status del poder, imponiendo un falso feminismo, o un feminismo de estado, que provoca división, en donde lo importante es el empoderamiento frente a la promoción. Esta estrategia trata de silenciar cientos de problemas e injusticias fundamentales para la defensa de la dignidad humana. Y, no hay que olvidar, que el 8 de marzo se proclamó en la historia para esta lucha.

¿Por qué el poder, que tiene las palancas necesarias para conseguir la igualdad social y laboral, se muestra «incompetente» en su consecución y, sin embargo, promueve una manifestación reivindicativa? El mismo poder neocapitalista que explota, domina y humilla necesita promover su propia disidencia para controlarla mejor y perpetuarse… Evidentemente, el tema de la mujer tenía que dominarlo porque era la que custodiaba la dignidad de la vida.

Se necesitaba el control y dominio porque las mujeres, al ser custodias de la vida, son potencialmente revolucionarias; porque sabe que cada vida humana es siempre, desde su primera manifestación, una persona con dignidad. Al haber desertado de nuestro destino más auténtico, en la sociedad aumentan las señales de alarma como son: suicidios, alcoholismo, adicciones, juegos, falta de niños, conflictos familiares, lenguaje grosero y zafio…

El suceso del 8 de marzo de 1908, puso de manifiesto que el fin fundamental era luchar contra la opresión del capital, que no es cuestión de sexo, sino de solidaridad. Así Rosa Luxemburgo escribe que para la mujer proletaria su casa es el mundo entero, el mundo con todo su dolor y su alegría, con su cruda crueldad y su ruda grandeza.

Queremos, al lado de los hombres, seguir siendo revolucionarias custodiando toda vida y toda dignidad.

 

Ediciones Voz de los sin Voz. Solidaridad.net