El hambre es un genocidio político perfectamente planificado: El 85% de la población del planeta muere de hambre cuando la Tierra tiene recursos suficientes para todos.
Un 15% de la población del planeta dispone de recursos más que de sobra para llevar una vida de consumo y despilfarro. Cada día mueren en silencio más de 100.000 personas, de las que la mitad son niños. Cada vaca europea recibe 2 euros diarios de subvención mientras 2.000 millones de personas tienen que morir en vida con menos de un euro al día. La reciente escalada del precio de los alimentos básicos fundamentalmente debida a la especulación financiera va a incrementar este gigantesco y salvaje asesinato de millones de seres humanos. Los organismos internacionales, especialmente la FAO y los gobiernos de los países enriquecidos forman parte de este nuevo imperialismo global que pretende la eliminación física de los empobrecidos «excedentes» del planeta. Hay que robar, especular, expoliar a los pueblos empobrecidos de África, Asia e Iberoamérica, eliminando los que «sobran» y dejando la «cantidad justa y necesaria» para permanente explotación económica sin peligro revolucionario. Por otro lado hay que manipular y controlar a las sociedades enriquecidas, para que sumergidas en una alienación consumista basada en la degradación moral del trabajo y la familia, miren hacia otro lado mientras dan el 0,7%, apadrinan niños, focas o árboles. Después de más de 60 años, podemos afirmar que los nazis perdieron la guerra pero ganaron el mundo. Mientras millones de ciudadanos eran invadidos, desterrados, torturados, degradados y finalmente gaseados, muchos europeos «no vieron nada, no sabían nada». Hoy sucede lo mismo.