Saquear el océano

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Los buques pesqueros occidentales dejan una estela de hambre y vergüenza

Estamos tan habituados a contemplar las escenas de la vida real por la estrecha rendija que dejan abierta los medios de comunicación occidentales, que apenas nos percatamos de que se trata de una información parcial, obtenida desde el punto de vista de uno de los implicados. La cuestión es que detrás, oculto por pesados pliegues que nos impiden observarlo, existe un guión, una panorámica completa y todo un elenco de intérpretes que intervienen dando vida a una trama mucho más compleja, verídica e inconfesable.

Ha pasado algún tiempo desde la liberación de los pescadores españoles capturados por piratas somalíes, secuestro que ocupó a los medios de comunicación durante varias semanas. Sin embargo, este episodio no es más que una pequeña anécdota de lo que sucede a diario en las ricas y convulsas aguas que bañan el Cuerno de África.

España posee una de las mayores flotas pesqueras del mundo. Una vez arrasadas nuestras áreas de pesca tradicionales (nos estremecemos al enterarnos de que prácticamente hemos acabado con las famosas anchoas del Cantábrico o, hace decenios, con la mítica ballena vasca), a los pescadores no les queda otro remedio que alejarse a la conquista de nuevos caladeros, algunos de ellos situados en zonas remotas: el Atlántico, el Pacífico, el Índico…

Los arrastreros ilegales que pescan en Somalia desde hace dieciocho años son, en su mayoría, propiedad de empresas pesqueras de la Unión Europea y de Asia.

Somalia, tras la caída del régimen dictatorial de Mohamed Siad Barre en 1991 y la guerra civil que dejó un legado de desestructuración y caos, ha sido el blanco perfecto para la pesca ilegal, no declarada y no reglamentada. Los arrastreros ilegales que pescan en Somalia desde hace dieciocho años son, en su mayoría, propiedad de empresas pesqueras de la Unión Europea y de Asia. Sus incursiones en las 12 millas de las aguas dedicadas a la pesca artesanal de bajura no respetan las fronteras nacionales ni la soberanía de los mares y comprometen la pesca de subsistencia de los pescadores locales, robando las proteínas indispensables a uno de los países más pobres del mundo.

En esa zona, los países occidentales practicamos una pesca de nuevos ricos, con auténticas factorías flotantes que expolian el ecosistema marino, realizando descartes inmorales de todo lo que cae en las redes y no interesa. Centenares de muertos inútiles flotan a la deriva tras el paso de pesqueros con diferentes banderas de conveniencia. Un dispendio absoluto que arruina la riqueza del mar, los arrecifes y los hábitats esenciales para los peces, sirviéndose de ‘artes’ como las redes de enmalle de deriva y los explosivos bajo el agua. El pescado capturado ilegalmente es ‘blanqueado’ mezclándolo con el pescado legal a bordo de otros buques. Las contadas patrulleras de esos países tan pobres no dan abasto a controlar la frecuente pesca ilegal devastadora que practica una parte de la flota de los países ricos. Vergonzosos acuerdos de las grandes compañías pesqueras con los señores de la guerra somalíes les proporcionan licencias falsas para faenar.

Mientras tanto, la Unión Europea ha cerrado buena parte de sus zonas de pesca, ya que necesita de 5 a 15 años para la recuperación de los peces en sus caladeros tradicionales.

Mientras tanto, la Unión Europea ha cerrado buena parte de sus zonas de pesca, ya que necesita de 5 a 15 años para la recuperación de los peces en sus caladeros tradicionales.

La intervención de los organismos internacionales, como la ONU, persigue únicamente remediar el problema de la piratería en las rutas de los mercantes. Sus resoluciones, indudablemente sesgadas por el peso que ocupan en dicho organismo los países poderosos, no van encaminadas a prevenir ni a atajar el negocio de la pesca ilegal que agota los caladeros de esas naciones tan pobres.

Por lo tanto, existen dos tipos de piratería en Somalia, pero sólo uno de ellos es denunciado por los medios de comunicación occidentales. Los pescadores furtivos operan con total impunidad. El problema de la piratería ‘convencional’, tan reprobable, es difícil que se resuelva si no se toman medidas al mismo tiempo contra la pesca fraudulenta, también pirata, en la que los países ricos estamos involucrados y de la que somos beneficiarios directos.

Europa esquilma los recursos del continente africano aprovechándose de la debilidad y de la corrupción de los gobiernos locales. Los buques pesqueros occidentales dejan una estela de hambre y vergüenza de las que no se habla en los medios, tal vez demasiado proclives a transmitirnos lo que queremos oír. El desagradable episodio del secuestro del ‘Alakrana’ es la consecuencia de algo de mucha mayor enjundia, de lo que apenas se ha dicho nada: el reparto desigual de los recursos del planeta y la explotación sistemática que los países ricos ejercemos sin rubor sobre los más pobres. Un claro ejemplo de la estrecha vinculación entre la destrucción de los recursos, el medio ambiente y la pobreza.

Al parecer, el miedo a los piratas ha reducido la presión pesquera y, como el mar es tan agradecido, los pescadores de esa zona están viendo crecer de nuevo las existencias. Sin duda, los piratas no buscaban ese resultado, sino su propio beneficio pero, gracias a Internet, podemos ver a los pescadores kenianos haciendo verdaderas cabriolas de alegría, porque los caladeros de su país vuelven a disponer de un recurso que, de forma absolutamente abusiva e hipócrita, les estábamos dejando en las últimas.

Ahora que llega la Navidad, festividad vinculada en Occidente a ciertos excesos gastronómicos, es otro buen momento para plantearnos la idoneidad y la ética del sistema en el que estamos inmersos; y para preguntarnos, desde nuestra adormecida responsabilidad individual, sobre la identidad de los piratas que navegan por los mares del sur.

Fuente: El Norte de Castilla