La sexualidad humana, que es manifestación de una naturaleza orientada hacia la solidaridad , es tendenciosamente inducida al materialismo y el hedonismo corrompiéndola. Se han separado sexualidad, amor y procreación.
El amor y la responsabilidad consiguiente están ausentes en la cultura sexual de nuestra sociedad por lo que es un campo abonado a la infelicidad, la frustración y cualquier tipo de patología y delito. No es de extrañar que manicomios, cárceles y prostíbulos estén cada día más llenos.
Esta agresión a la sexualidad supone en primer lugar, que millones de seres humanos, sometidos por la miseria y la explotación, sean esclavos de otros seres humanos mediante la prostitución. Por ejemplo 50.000 ciudadanos españoles viajan todos los años a países empobrecidos a practicar sexo, especialmente con niños y niñas y nadie se escandaliza. Miles de anuncios de prostitución inundan las páginas de los periódicos más renombrados. La industria pornográfica a nivel planetario es uno de los tres negocios más lucrativos junto con el tráfico de armas y de drogas. Actualmente, los niños y jóvenes están sometidos a un bombardeo mediático, especialmente en Internet, donde las relaciones sexuales se presentan como mero consumismo de carne y placer, donde el amor, la fidelidad y la entrega desinteresada no solo están ausentes sino proscritas. Se fomentan «practicas sexuales» cerradas a la vida y contra la vida, que pretenden la degradación de la dignidad humana. Además, en nuestras escuelas, la educación sexual supone, en la mayoría de los casos, una autentica violación psicológica de la infancia. La familia se degrada de tal manera que lo que debería ser escuela de solidaridad, sea una cooperativa de egoísmos, frágil, eventual, y sometida.
Esta agresión a la sexualidad , que es de una potencia extraordinaria, corrompe todas las posibilidades que conforman a la persona solidaria. Esto lo entendió muy bien el movimiento obrero militante que siempre consideró a la familia como uno de los pilares morales básicos de la sociedad frente al liberalismo burgués. Por otro lado se degrada a la Iglesia Católica, cuyos miembros son también víctimas de esta cultura, ya que es la única institución a plano internacional, reconocida actualmente tanto por ateos como por agnósticos, que se está enfrentando a esta cultura de la insolidaridad y de la injusticia. Así se entiende como los grandes poderes mediáticos del neocapitalismo, al mismo tiempo que siembran la corrupción sexual, cínicamente la utilizan para difamar y desprestigiar a aquellas instituciones, mentalidades e ideologías que se les oponen. La Iglesia debe purificarse permanentemente de los errores y pecados de sus miembros. También debe ser ejemplo de transparencia, autocrítica y solidaridad con las víctimas como lo está siendo en los últimos años. Y debe seguir luchando contra el imperialismo promocionando una cultura de la solidaridad a pesar de la persecución. Así será verdadera esperanza de los hombres, especialmente de los más débiles. Adelante…