China incuba resentimiento ante los nuevos ricos

1997

En el vasto repertorio de expresiones con que los chinos designan la agitación popular, ninguna es más sensible que ‘qiyi’, rebelión. Después de todo, en China hubo dinastías imperiales que cayeron a raíz de levantamientos campesinos, y la sola mención de la palabra los remite a un cambio calamitoso.

Pero esta palabra explosiva ahora cobra actualidad, por lo menos en algunos estratos sociales de la capital de la segunda mayor potencia económica del mundo. En una tarde de este otoño boreal, mientras los nuevos ricos del país brindaban con champán con los millonarios estadounidenses Bill Gates y Warren Buffett en una residencia de estilo francés en las afueras de Beijing, campesinos de las aldeas vecinas reclamaban sus tierras. «Ellos tomaron nuestras tierras para construir esta mansión. La tierra era todo lo que teníamos», mientras que «ellos» poseían dinero y casas, dijo Xiong Shaoping, quien se gana la vida reparando bicicletas. «La gente está enojada porque éste es un país comunista y deberíamos ser todos iguales. Si las cosas no cambian habrá una rebelión y las personas como yo querrán tener su parte también«, agregó. Xiong no siente la necesidad de explicar quiénes son «ellos». Los nuevos ricos de China no tienen reparos en hacer ostentación de sus bienes. Conducen Rolls Royces y Bentleys, viven en barrios cerrados, compran lujosos relojes a granel y son custodiados por guardaespaldas.


En el paraíso comunista hay 875.000 millonarios en dólares, y sus edades promedian los 39 años, según una Lista de Ricos que anualmente compila la consultora Hurun. China tiene la segunda mayor población de millonarios del mundo, luego de Estados Unidos. Alrededor de 130 chinos ricos tienen más de 100 millones de dólares. Donde mejor se ve esta riqueza es en la creciente demanda de bienes lujosos. En 2010, China superó a Estados Unidos como segundo mayor mercado de lujos, y se prevé que para 2015 hará lo mismo con Japón. La mayor parte de este dinero se generó durante los últimos 30 años, después de que China se embarcó en una serie de reformas económicas.


Los ricos se volvieron más ricos a medida que la sociedad igualitaria de Mao Zedong (1893-1976) evolucionó de una basada en la riqueza compartida a otra donde el dinero se concentra en manos de unos pocos. Por estos días es palpable el resentimiento hacia los más adinerados de China. Ya sean nuevos ricos o descendientes de los revolucionarios y altos funcionarios del Partido Comunista, la élite económica es vista con sospechas. Informes de los medios de comunicación chinos sugieren que 0,4 por ciento de los 1.200 millones de habitantes del país poseen 70 por ciento de la riqueza de la nación.


Además, se cree que la elite económica oculta ingresos no declarados equivalentes a 1,39 billones de dólares, es decir el 30 por ciento del producto interno bruto de China en 2008. El economista Wang Xiaolu, del Instituto Nacional de Investigaciones Económicas de Beijing, llevó a cabo el estudio sobre ingresos no declarados, y sostiene que los mismos proceden de sobornos, malversación de fondos públicos y favores de empresas e industrias. No hay límite para el apetito de los nuevos ricos.


Las publicaciones empresariales chinas aconsejan a inversores que quieren comprar residencias con viñedos en la sudoccidental localidad francesa de Burdeos y los guían hacia las propiedades más selectas de los mercados londinense y neoyorquino. Pero quienes venden esas publicaciones ganan apenas 134 dólares mensuales.


«Gobierno rico, pueblo pobre», conjeturó la ciudadana china Er Ni, propietaria de un pequeño quiosco en el centro de Beijing. «Quienes tienen dinero pueden comprar cualquier favor, y para ellos todo es posible. Nosotros sólo podemos leer sobre algunas cosas en los periódicos», agregó. Esta realidad de estafar y pagar a cambio de favores queda clara en una oficina notarial de la capital. Allí, una mujer ansiosa por sortear la burocracia a la hora de registrar su tercera propiedad señaló: «Sólo temo a las cosas que no se pueden comprar con dinero». Cada vez se arraiga más la creencia de que todo trámite puede acelerarse con un soborno. La agente de bienes raíces Chen Xueli antes llevaba a la oficina notarial cajas de pastelitos tradicionales «para que las cosas se hicieran». «Ahora tengo que traer sobres con efectivo», dijo.


Buena parte de las tensiones sociales en Beijing se originan en el rencor que les genera a las personas comunes no poder comprarse una vivienda. En los últimos dos años, los precios de las propiedades se han disparado en las ciudades más importantes, a causa de un exceso de liquidez y de la falta de inversiones alternativas. Un estudio de la Academia China de Ciencias Sociales concluyó que 85% de las familias urbanas no pueden comprar un apartamento. Pero una pequeña proporción de los ciudadanos poseen varias casas y participan en una febril especulación inmobiliaria. «No apuestan solamente a las propiedades. Ahora hay burbujas especulativas en el mercado del arte y en el de las antigüedades también», dijo Mary Huang, quien trabaja en el negocio de los remates. En la actualidad, un remate pequeño permite ganar fácilmente casi 60 millones de dólares, dijo. «Pienso que esto es demasiado poco realista para durar», opinó.


Tras inundar la economía con estímulos monetarios para sortear la crisis financiera, las autoridades buscan limitar los daños y minimizar el riesgo de que colapsen los precios de las propiedades, arrastrando con ellos a la economía y causando un malestar masivo. Algunos observadores sostienen que revertir la tendencia hacia una mayor brecha de ingresos y evitar un levantamiento debería ser la principal prioridad de los dirigentes.


En septiembre, el presidente Hu Jintao dijo que China apoya el concepto de «crecimiento inclusivo», impulsado en 2007 por el Banco Asiático de Desarrollo. A diferencia del veloz crecimiento que experimentó China desde los años 80, el inclusivo debe beneficiar a los pobres y permitir una redistribución de ingresos. Pero es probable que las medidas para sacarles dinero a los ricos enfrenten una dura resistencia de parte de distintos grupos de interés. «En Occidente dicen que los ricos son poderosos. Pero en China quienes están en el poder son de hecho quienes poseen las mayores riquezas», expresó Ding Xueliang, cientista político de la Escuela de Humanidades y Ciencias Sociales de Hong Kong. «¿Cómo se hace para ir contra un grupo de personas tan poderosas, que controlan todos los recursos del país?», preguntó.