Un día en la visita al CIE de Aluche

2071

En los CIE, los derechos de los internos no existen. En algún momento, perdieron sus almas, sus papeles, su dignidad y sus derechos.

Hace poco más de una semana, visité a un compañero senegalés que está encerrado en el Centro de Internamiento para Extranjeros (CIE) de Aluche. Después de la visita, un amigo me invitó a escribir algo sobre lo que había visto y reconozco que no fui capaz. Llegué incluso a sentarme frente al ordenador pero no pude ir más allá de un escueto y directo. Las palabras no me venían.

Cuando llegué al CIE, ya imaginaba lo que me iba a encontrar pero una cosa es leerlo, oírlo, o verlo en videos y otra es verlo con tus propios ojos. Me impactaron muchas de las cosas que vi. La primera fue que las personas que acuden al CIE a visitar a alguien, son recibidas en una especie de jaima cutre con sillas de plástico.

Lo siguiente que me impactó fue que lo único que quieren saber es el número de la persona que vas a visitar. Nada de nombres. «Vengo a visitar al 23.300, aquí tiene mi documentación».

Quien te pide el DNI es un policía.Allí todo lo llevan policías. Bueno, y la gente de Cruz Roja que, por el módico precio de unos cuantos miles de euros al año, se convierten en cómplices de lo que allí pasa. Ver a la gente de Cruz Roja, pies cruzados sobre la mesa en uno de sus despachos, fue otra de las cosas que me impactó.

Después de un rato de espera, la policía te hace pasar a la habitación de las visitas. ¿Has visto esas películas en las que salen cárceles? ¿de esas en las que las visitas tienen lugar bajo vigilancia policial y hablando por teléfono a través de un cristal? Pues eso. Llegas y te avisa un policía de que abrirán el cristal y podrás saludar -durante unos pocos segundos, eso sí- a la persona a la que vienes a visitar. Luego cerrarán la dichosa ventanita y tendrás que marcar, una vez más, un número para poder comunicarte. La visita puede durar hasta 30 minutos y sólo se puede recibir una por día.

Una señora, que visitaba por primera vez a su hijo, había decidido traerle un bote de champú. «Lo siento señora», le dice el policía de turno, «si quiere traer un champú, gel, o algo así, tanto el bote como el líquido deben ser transparentes. Y si quiere pasar un champú opaco a su hijo debe traer una botella transparente y pasarle el contenido delante nuestra».

Aún intento comprender la razón de todas esas medidas de seguridad. Tanto es así, que más que medidas de seguridad han acabado pareciéndome medidas de sometimiento y humillación. Si no, no entiendo que se apliquen todas esas medidas en centros en que se retiene a personas que, literalmente hablando, no han cometido ningún delito.

La policía hizo abrir la boca a un joven "recluso" que había recibido la visita de su novia,  para comprobar que ella no le había pasado nada. Fue ridículo. Al policía le dio por hacer las veces de dentista, como si buscase una caries. Como era de esperar, al joven no le habían pasado nada. El joven rompió a llorar.

Resulta llamativo que hasta en las cárceles está reconocido el derecho a recibir visitas de tu pareja en un contexto íntimo. Esas cosas se conocen como derechos del preso. En los CIE, los derechos de los internos no existen. En algún extraño momento, perdieron sus almas, sus nombres, sus papeles, su dignidad y sus derechos.

 

* Extracto