Cacería de migrantes subsaharianos en Marruecos

1937

La presión de los Gobiernos europeos sobre los países de África para que frenen el fenómeno de la inmigración provoca que se produzcan inaceptables situaciones.

La guerra psicológica que se venía jugando desde 6 años atrás, ha dado paso al acoso y derribo. Desde finales del mes de diciembre Marruecos ha iniciado una violenta ofensiva en varias ciudades del país contra los migrantes subsaharianos, "destruyendo sus campamentos, quemando todos sus enseres y deteniendo personas indiscriminadamente sin tener en cuenta su condición de refugiados, o su situación de especial vulnerabilidad como es el caso de cientos de mujeres y niños".

Así lo asegura la asociación Lemigrant y lo confirman las ONG que trabajan en la zona, que vienen insistiendo en esta denuncia desde hace años.

Según su relato, los migrantes detenidos, algunos de los cuales han sido gravemente heridos durante las redadas, están siendo abandonados en una zona deshabitada en la frontera entre Marruecos y Argelia a decenas de kilómetros de la localidad más próxima, Oujda. Ni el Gobierno marroquí ni el argelino se están haciendo cargo de su atención, habiendo actualmente en esta zona miles de personas que no pueden cubrir sus necesidades básicas.

"La situación de los migrantes está llegando a niveles inhumanos" denuncia Lemigrant en un comunicado, emitido para pedir a la comunidad internacional que tome parte en la tragedia. Los capítulos que describe Lenmigrant no son nuevos: constantes redadas, en las que también participan militares, que les obligan a mantenerse en continuo estado de alerta, desesperados por encontrar un lugar donde esconderse, "sin apenas poder conciliar el sueño". Añadiéndole a eso las duras condiciones de vida de la zona en esta época del año y la escasez de agua y alimentos. Pero ahora es, si cabe, más intenso, y desde luego, lleva pasando desde hace demasiado tiempo como para que los gobiernos extranjeros, que invierten en frenar la inmigración, sigan mirando hacia otro lado.

Cirius, un joven de 26 años que ha llegado desde Benín, relata lo que están viviendo: 

"No es cosa fácil contar lo que el Gobierno de Marruecos está haciendo con los inmigrantes ilegales. Aquellos que tienen dinero para alquilar una habitación, tampoco se libran, la policía les confisca todo para luego deportarles a Argelia. Su único pecado carecer de papeles.

Para quienes no tienen dinero y sobreviven en los bosques la manera de actuar es diferente. La estrategia es quemarlo TODO. Tienda, ropa, alimentos. Todo. Les obligan a adentrarse en las profundidades de los bosques donde no tienen nada que comer.

No hay descanso en Oujda para los migrantes. Cuando no es la policía es por la violencia interna por parte de las redes. A todos los migrantes les toca correr y huir a diario. A los nigerianos, a los malienses, a los cameruneses, los senegales, los ghaneses, los togoleños y los congoleños.
Para forzar más aún el acoso la policía ha prohibido a los conductores de autobuses que van a Rabat, a Tánger, a Fes y a Nador montar a ningún negro a bordo. En los taxis lo mismo. Los migrantes en Marruecos necesitan ayuda. Están siendo tratados como animales. Están muriendo. La forma de tratar a los negros en Marruecos no sólo es vergonzosa, es ilegal".

Según el análisis de la asociación Lemigrant, la presión de los Gobiernos europeos sobre los países de África para que frenen el fenómeno de la inmigración provoca que se produzcan capítulos como este, en el que Marruecos unilateralmente tiene que hacer frente a la situación con escasos medios y sin que se garantice la protección de los derechos de los migrantes.

La situación de vulnerabilidad en la que se encuentran los migrantes, es, además,  un caldo de cultivo propicio para la actividad de las redes criminales que hacen negocio con la inmigración, y que en las condiciones actuales son las únicas capaces de garantizar que alcancen su sueño europeo.