No podemos recordar cuándo el fútbol pasó de ser un entretenimiento popular a un negocio de multinacionales. Tampoco parece que nos preocupe y, sinceramente, poco podemos hacer para evitarlo. Donde hay público, hay potencial económico y dinero, así que es cuestión de tiempo que lleguen los patrocinios.
Llegada esa hora, los clubes han decidido optar por el ‘sí bwana’ como método de crecimiento (aunque este sea en algunos casos insostenible a largo plazo). Lo importante es fichar jugadores, los mejores, y ganar como sea. La competencia ha llegado al campo de los presupuestos, y presentar un contrato más suculento que el club rival es una victoria, sin importar lo despiadado que sea el fondo de ese mundo corporativo que entrega un cheque en blanco. Es por eso que resulta conveniente destacar la aceptación que según qué proyectos consiguen a partir del mundo del fútbol. Bancos que van más allá de la usura, fundaciones sociales que no fueron tales, explotadores, esclavistas y vendedores de sueños, aún más reconocidos y socialmente aprobados siguiendo las cadencias de ese caprichoso balón, cuyo ritmo nos tiene tan locos, que consigue tocar directamente nuestro corazón pasando de puntillas por el cerebro.
Estas son algunas de las asociaciones más frecuentes, y muchas de ellas nos deberían hacer reflexionar sobre superfluos debates sobre qué equipo tiene más valores, o si tal entidad son ‘los buenos’ y tal otra es ‘el eje del mal’. No es ni será culpa de los jugadores, ni debemos tirar piedras al deporte, pero debemos ser conscientes de que nuestra pasión sirve para alimentar una desgracia que, a la hora de la verdad, no encuentra espacio para ser comentada en nuestro frenético día a día. Pasen, vean y recuerden: todo esto lo hacen con su inestimable colaboración, su bendita inocencia y -en algunos casos- su fiel aportación económica.
Ligas y bancos
Las ligas más potentes tienen un público global, con lo cual no hay mejor manera de vender una marca que asociándose a ellas. Es el caso de la liga inglesa y la liga española, que cuentan con el apoyo de dos bancos: el Barclays y el BBVA. Ambos tienen historias en común más allá de su ‘pasión’ por el fútbol, y comparten espacio en el informe de la ICAN (International Campaign to Abolish Nuclear Weapons). Esta organización se encarga de dar a conocer qué bancos son partícipes en la industria creada alrededor de las bombas nucleares.
El BBVA, entre 2008 y 2011, estuvo presente en esas empresas mediante participaciones, bonos de inversión, y concedió préstamos a seis empresas distintas del sector. Barclays, más competitiva aún, hizo lo propio con once empresas, y poseía bonos en ocho. Estas son algunas de las inversiones que hacen las grandes entidades bancarias con los ahorros de sus clientes. Y a través del deporte, pueden vender su cara más amable e implicada con un evento que mueve a millones de personas. Su nombre se cuela en el espectáculo y es conocido en todo el planeta; y la realidad presentada por la ICAN queda escondida en un cajón.
Clubs y el mundo árabe
No es el caso del Real Madrid o el Barcelona; los merengues cuentan con el apoyo de Fly Emirates (que se ha introducido también en el Arsenal o el Chelsea, por poner un par de ejemplos), compañía aérea de los Emiratos Árabes Unidos, un país donde los activistas a favor de la democracia son perseguidos; los culés cuentan con el apoyo de Qatar Foundation, una organización con fines supuestamente científicos, propiedad de la oligarquía que gobierna un país que cuenta con miles de ciudadanos en situaciones cercanas a la esclavitud.
Competiciones y multinacionales
El poder del dólar ha creado una relación antinatura por el propio nombre de la competición y el lugar donde esta se disputa. Latinoamérica ha hecho de su descolonización uno de los procesos más recordados en su historia. Los nombres de Simón Bolívar (Colombia, Bolivia, entre otros), José de San Martín (Argentina) o Bernardo O’Higgins (Chile) resuenan constantemente en los discursos de algunos líderes populistas del continente. Su leyenda es recordada mediante el nombre de la mejor competición de clubes del continente, que les homenajea con el nombre ‘Libertadores’. No obstante, el patrocinador hasta el año pasado fue el Santander, banco español que, además de salir en la lista de impulsores económicos de las bombas nucleares, es uno de los principales explotadores del continente a nivel de recursos naturales.
Sus intereses son defendidos a nivel mediático por el grupo PRISA (entre cuyos accionistas encontramos a BBVA, Caixabank y otros bancos), que hace unos años incluso festejó en un artículo el golpe de estado contra Hugo Chávez; o que más recientemente tomó partido en el conflicto con Argentina por YPF con una gran cantidad de opiniones negativas vertidas sobre la presidenta del país. Fernández de Kirchner no ha salido demasiado desde entonces en los periódicos españoles, aunque vaya caminando lentamente hacia un estado autoritario que sigue el libro de estilo de Perón, la ferocidad no ha sido la misma que se mostró cuando los intereses de Repsol fueron puestos en duda.
La explotación del continente americano tiene nombres y apellidos, y el del principal patrocinador de la Copa Libertadores durante años, está en la lista. Ahora la competición es patrocinada por Bridgestone, una marca de neumáticos que no duda en despojar a campesinos de sus tierras para conseguir mayores beneficios.
Son las relaciones de un mundo muy moderno y tecnológicamente avanzado, pero podrido en sus actitudes éticas, por eso resulta curioso (sin llegar a ser sorprendente) que una competición que vanagloria los libertadores se dé la mano con los beneficiarios de una política neoliberal que fomenta la colonización del sur por parte del norte.
En Europa, la máxima competición continental tampoco se escapa de otra relación un tanto estrambótica.
La preocupación por la dictadura comunista, una vez desaparecida la segunda palabra, no es tal. Y el rublo manda. Gazprom (gigante energético) es uno de los principales nombres asociados a la UEFA Champions League.
Fútbol: la democratización de las oportunidades
Y en la más insigne muestra de cinismo jamás conocida, el fútbol se nos muestra como la única salida a la pobreza, como una oportunidad para destacar, como la posibilidad más cercana de triunfo para los países subdesarrollados. La única vía de escape para miles y miles de jóvenes de Latinoamérica, África o el sudeste asiático. Con una mano se nutre de corruptas multinacionales, del robo y la explotación, con la otra nos enseña a sonreír, es fuente de felicidad, esperanza y libertad de circulación. Es la constatación de un mundo absurdo, donde se criminaliza al inmigrante que se juega la vida para cruzar el estrecho entre pobres y ricos; y se abren las puertas sin pudor a su igual, que da buenos toques a un esférico de cuero, aquel que quizá fue fabricado por las manos destrozadas de sus hermanos pequeños, quilómetros más allá, en el lugar donde la indecencia nunca conoció a la vergüenza. Allí donde el mundo jamás ubicó la mirada, más que para ver si aún quedaba algo por expoliar.
* Extracto
Autor: Jaume Portel Caño