El 11 de septiembre, el gobierno y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) anunciaron el descubrimiento de reservas de unos 200.000 metros cúbicos de agua dulce en la cuenca del Lotikipi, en Turkana.
Zakayo Ekeno pasó décadas pastoreando ganado en las áridas tierras del norteño condado keniata de Turkana, igual que su padre lo había hecho antes que él. Nada en esos suelos liquidados por la sequía podía haberle indicado la riqueza que escondían.
“Muchas veces me pregunté si podía salir algo bueno de esta tierra de mala muerte”, dice Ekeno. Turkana es el más árido y más pobre de los 47 condados de Kenia. En 2011, casi 9,5 millones de personas de esa comunidad principalmente nómade se vieron afectadas por una severa falta de lluvias.
Así que pocos podrían haber soñado que bajo esa tierra agrietada y chamuscada por el sol había suficiente agua para abastecer durante 70 años a un país de 41,6 millones de habitantes como este.
El 11 de septiembre, el gobierno y la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (Unesco) anunciaron el descubrimiento de reservas de unos 200.000 metros cúbicos de agua dulce en la cuenca del Lotikipi, en Turkana.
“Todos los años perdemos ganado por falta de agua y pastos. También vivimos con temor a que otros nos roben nuestros animales para reemplazar los que perdieron. Yo mismo he salido herido en esos asaltos. El agua es la solución a este problema”, afirma Ekeno.
Hasta ahora, la Organización de las Naciones Unidas (ONU) considera a Kenia como un país con escasez hídrica crónica, y estadísticas de la Unesco muestran que 17 millones de personas no tienen agua potable.
Kenia consume alrededor de 3.000 millones de metros cúbicos por año.
Aunque el descubrimiento fue recibido con emoción, algunos expertos en agua y ambiente, como la científica Judith Gicharu, «advierten que el gobierno de este país del oriente africano tiene poca capacidad y marcos legales para manejar esta reserva hídrica».
Fuente: IPS
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