¿Quiénes son los nacionalistas?

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Los apellidos más comunes en Cataluña son García, Martínez y López. En cambio, la proporción de estos apellidos disminuye significativamente en el Parlament de Cataluña lo que nos lleva a pensar que hay unos catalanes más representados que otros en las instituciones. El nacionalismo siempre deja fuera de los ámbitos de decisión y de las cuotas de poder a los que han aportado el trabajo.

No es posible entender la riqueza de Cataluña sin los brazos que la han hecho posible cuyos apellidos acaban mayoritariamente en z. El nacionalismo no nace en el pueblo, nace en las élites y desde ahí quiere manipular al pueblo, no es de los trabajadores sino de las élites.

Los huevos de la culebra de la extrema derecha se incuban en Cataluña y llevan sello nacionalista. En nuestro país, los dos alcaldes más decididos en combatir los derechos humanos de los inmigrantes han sido nacionalistas. Los alcaldes de Vic y de Sestao no se han arrugado en pretender negar a los pobres el derecho a empadronarse en sus municipios. Las cúpulas de sus partidos les han apoyado sin fisuras. Son partidos de gente de orden y uno de ellos hasta lleva la palabra Dios en sus siglas.

En la historia siempre han sido incompatibles los movimientos de solidaridad con los nacionalismos. La irrupción de la solidaridad en la Historia con el Movimiento Obrero se hace superando el sentimiento nacional. El nombre de la organización obrera por excelencia es emblemático: “La Internacional”. Los españoles crean su federación de la Internacional con el adjetivo “regional” por entender que los obreros no tenían patria y debían unirse por encima de las fronteras. El capitalismo vence al Movimiento Obrero, entre otras cosas, haciéndole nacionalista y fomentando sus intereses particulares. Para los pobres, para quienes la solidaridad era una cosa de vida o muerte, nacionalismo era sinónimo de insolidaridad.

Tagore afirmó que el nacionalismo es la religión del egoísmo organizado. Y nosotros añadimos que esa religión se practica cuando se ingieren grandes dosis de fantasía histórica. No hay en España verdaderas nacionalidades. En Francia hay más diferencias entre un bretón, un normando y un marsellés que entre un barcelonés y un madrileño.

El problema surge cuando las élites que manejan los resortes del poder avivan las brasas de los sentimientos y las emociones y hacen política con ello para blindar su posición. Los pobres siempre serán las víctimas.

Hoy lo son fundamentalmente los inmigrantes explotados como lo fueron en su momento los andaluces que en los años cincuenta cantaban la petenera: “emigrantes andaluces, qué pena que un tren os lleve, quién os pudiera esconder, entre olivaritos verdes”

Editorial de la revista Autogestión