Conmemoramos este año el 50 aniversario de una pieza de la pedagogía que se debería estudiar, si no se estudia ya, en todas las escuelas de magisterio. Hablamos de Carta a una Maestra, un escrito colectivo realizado por 8 alumnos de la Escuela que puso en marcha el cura de Barbiana, D. Lorenzo Milani.
¿Tiene algo que decirnos esta Carta en medio de los debates sobre el Pacto Educativo? A muchos nos parece indudable que sí. Y es cierto que ha llovido mucho en la sociedad y en la escuela desde aquella impertinente proclama en defensa de Gianni, “el vago, alérgico a la lectura, el sinvergüenza”, el muchacho descartado de la Escuela oficial. Gianni siguen siendo millones. En España y en el mundo. Comenzando por los más de 263 millones de niños y niñas a los que ni siquiera les corresponde un pedazo de mala escuela.
Hoy los grandes debates pedagógicos giran en torno a la calidad, la excelencia y la equidad. Dependiendo de quién hable, se subraya uno de los términos. Se habla de Escuela inclusiva. Han pasado, no obstante, a primer plano las competencias y los estándares de aprendizaje. Una escuela renovada debe poner en juego las inteligencias múltiples, la emocional y la ejecutiva, los aportes de la neurociencia y del conectivismo, las metodologías interdisciplinares basadas en proyectos,… y un sinfín de necesarias innovaciones que, como consecuencia de la nueva era tecno-científica y bilingüe, han dejado obsoleto el paradigma “bancario” y tradicional sobre el que se construyó la escuela estatal del siglo XIX.
Pero echamos mucho de menos en ese debate la increíble fuerza del mensaje de Gianni: “En la Escuela obligatoria el Estado me ofreció una escuela de segunda categoría”, “la antigua escuela era clasista…la nueva no ha cambiado. Sigue siendo una escuela hecha a la medida de los ricos. De quienes tienen la cultura en la casa y van a la escuela únicamente a cosechar títulos”. Y podíamos seguir.
Y todos los estudios sobre el fracaso de la escuela actual parecen seguir dando la razón a los chicos de Barbiana
España está a la cabeza de la Unión Europea en fracaso escolar. El 20% de los jóvenes entre 18 y 24 años han abandonado prematuramente el sistema educativo sin haber terminado sus estudios de secundaria obligatoria. Uno de cada tres alumnos de secundaria está repitiendo por primera o segunda vez, lo que en gran medida es un fracaso encubierto. Y cuándo se analizan seriamente los datos, como lo hizo Carta a una Maestra, descubrimos el mismo pastel: los que no fracasan “tienen la cultura en casa”. Y la pregunta que nos lanza a los maestros y a la sociedad sigue doliendo en las entrañas de los auténticos educadores: “¿a quién favorece que la escuela (para los giannis del mundo) sea poca” (o ninguna)?
Es increíble la vigencia que tienen los postulados de Barbiana en el actual debate educativo comenzando por su primer enunciado: “La escuela obligatoria no puede hacer repetidores”. Y nos propone compromisos: En primer lugar, prohibido “excluir”, prohibido “hacer repetidores”. Esto nos habla de una escuela no sólo inclusiva sino, sobre todo, compensatoria. Lo que significa priorizar los objetivos y los medios de las políticas educativas en esta dirección. En segundo lugar, “una escuela a pleno tiempo”. Pleno tiempo para aprender es lo que de hecho se ofrece a los que tienen “éxito”. Y esto pasa también por “hacer Política” (Bien Común). No habrá pleno tiempo educativo para los Gianni del mundo, sin trabajo y salario digno, sin familia, sin techo y sin defensa real de la dignidad inalienable de toda persona. Y en tercer lugar, hay que dar a los “descartados”, a los desmotivados, una finalidad. “Se busca un fin. Tiene que ser honesto. Grande… El fin justo es dedicarse al prójimo”. Se propone un fin: que los chicos encuentren sentido a sus vidas. Sentido. Una pedagogía de las alturas, de la responsabilidad, del compromiso por los demás, de la solidaridad universal. Nada menos.
Pero la Carta también se pregunta y nos preguntamos: ¿quién puede hacer esta Escuela? Parece claro que esta escuela no puede estar en manos ni del Estado ni del Mercado, sino de la sociedad, de las familias. La educación debe hacernos soberanos. Sin nuestro protagonismo, sin nuestra organización, para la cual qué duda cabe que habrá que trabajar, no saldremos del círculo vicioso de un sistema educativo convertido en un campo de batalla de los objetivos bastardos de ideologías e intereses impuestos por las élites de uno u otro signo.
Sí. Carta a una Maestra tiene aún mucho que hacernos pensar 50 años después.
Editorial de la revista Autogestión