Cuando un cristiano con responsabilidades institucionales se tiene que hacer cargo del dinero de una organización debe saber el primer lugar que el sistema bancario y financiero mundial es un sistema perverso como ya afirmaba muy acertadamente el cardenal Arns
Es todo el sistema, como estructura, como conjunto de instituciones coordinadas las que obedecen a una lógica de dominio y explotación de los poderosos contra los débiles. Jocosamente el magnate Henry Ford señalaba lo mismo desde el campo contrario afirmando que si la gente supiera como funciona el sistema bancario habría una revolución “mañana por la mañana”. En definitiva, no vamos a sorprendernos de aquello que dice el evangelio “ No se puede servir a dos señores: a Dios y al dinero”. También el olvidado y gran papa Pío XI hablaba en el mismo sentido del “imperialismo internacional del dinero” cuando se refería al sistema financiero y bancario y su dinamismo inicuo en relación a la economía.
Desde el sistema financiero y bancario se organiza el robo “legal” a los países empobrecidos
Sin embargo, hay una corriente de economistas católicos, más liberales que católicos, que afirman más o menos veladamente que la Doctrina Social de la Iglesia es ignorante respecto a las “leyes de la economía” o incluso que está contaminada de socialismo porque se opone al capitalismo en general y al capitalismo financiero en particular. En este sentido ha habido iniciativas institucionales promovidas por ilustres personajes eclesiales y capitalistas para que los sacerdotes dejen de criticar al capitalismo desde el púlpito en base a la DSI como por ejemplo el acuerdo entre el centro Diego de Covarrubias y la Facultad de Teología de san Dámaso donde se forman la inmensa mayoría de los sacerdotes de Madrid y que es un centro teológico de referencia. (Ver “¿Los capitalistas van al infierno? Actualidad Económica. Febrero 2017”)
Otros “ecónomos” católicos sin entrar en debates doctrinales sobre economía y teología directamente se dedican a obtener las mejores rentabilidades al capital cristiano (fruto muchas veces del trabajo solidario de millones de personas) intentando evitar contaminarse de los excesos de lo financiero pero sin renunciar a los beneficios que puede proporcionar el sistema. Como mucho se trata de invertir en los fondos llamados eufemísticamente “éticos” que destinan sus inversiones a fines “decentes” en lugar de hacerlo en fondos de inversión normales donde simplemente se trata de obtener beneficio al precio que sea. La mayoría de fondos “éticos” están gestionados por instituciones bancarias absolutamente inicuas que han diseñado estos productos financieros para obtener beneficios de “todo lo que se mueve”, especialmente de los propios empobrecidos que ellas mismas fabrican en serie.
Tanto los “ecónomos” católicos teóricos como los prácticos parecen olvidar que el sistema bancario y financiero es una estructura de pecado. Es decir, es un sistema institucional, diseñado, proyectado y organizado para robar y expoliar. Tiene un campo estructurado de acción donde se lava el dinero del narcotráfico, de la trata de personas y de la esclavitud sexual, del tráfico de armas. Por ello, una parte esencial de este sistema son los paraísos fiscales, auténticos agujeros negros financieros al margen de cualquier control legal y moral y que siguen operando sin ningún escrúpulo con el dinero del crimen y de la evasión fiscal.
También pertenece al campo estructurado del sistema financiero todos los mecanismos de la economía internacional de robo a los empobrecidos de la Tierra. Desde el sistema financiero y bancario se organiza el robo “legal” a los países empobrecidos expoliando sus materias primas, controlando el precio de sus recursos, organizando el flujo financiero de las remesas de los propios inmigrantes pobres, canalizando las “ayudas oficiales al desarrollo” para que financien inversiones de empresas de países enriquecidos o para bloquear ayudas financieras si estos países no implementan leyes de control demográfico por ejemplo.
Lamentablemente, la mayoría de los economistas católicos han aceptado esta estructura de pecado y el pecado estructural que produce y propaga. Si se habla de “invertir en cristiano” habrá que hacerlo intentando romper este círculo infernal. ¿Cómo se hace? Ahí debe estar el mérito de los economistas católicos. Averiguar cómo se rompe este sistema y se empieza a construir otro. Una economía del Bien Común de inspiración cristiana no puede basarse en los mismos principios que la economía neocapitalista actual que produce millones de muertos por hambre, precariedad, esclavitud, inmigración forzada,… No hay mucho mérito, más bien complicidad disimulada, en seguir engordando un sistema perverso mediante inversiones “éticas” que lo alimentan y que no cuestionan en nada ni su estructura, ni su dinamismo, ni sus principios fundamentales.
Autor: Alke