Hace poco leí por facebook une reflexión que me revolvió el corazón. Decía así: “una bomba que cuesta 100.000 dólares, lanzada desde un avión que cuesta 100.000.000 dólares y que vuela con un coste de 42.000 dólares la hora para matar personas que viven con menos de 1 dólar al día”. Esto es lo que llamo yo el mundo del despropósito.
Se define el despropósito como un hecho o dicho inoportuno, sin sentido o de alguna manera carente de toda lógica. Dicho así, los bombardeos de los Estados Unidos, Gran Bretaña y Francia contra Siria encuentran un hueco en esta definición por muchas razones. No me ocurre otra manera de calificar esta barrabasada completamente estrafalaria tanto en su publicidad como en su coste teniendo en cuenta las acuciantes necesidades de muchas personas en diversos rincones del mundo.
Para empezar, el señor Trump dijo pocos días antes de la dicha operación que los misiles preparados para ser lanzados serían “bonitos, nuevos e inteligentes”. Este eufemismo contrasta mucho con los destrozos que están destinados a hacer. ¿Bonitos? ¿Para quién? ¿Acaso no son instrumentos de muerte y de destrucción? Desgraciadamente, el ser humano, en lugar de utilizar su inteligencia para mejorar el mundo, se dedica a investigar la mejor manera de matar a su semejante.
Decía René Girard que el hombre, de manera natural, tiene menos opciones de lucha que ciertos animales. El desarrollo de la inteligencia le habría empujado a inventar instrumentos artificiales de lucha de los que carecía en los inicios. Con ello, también se habrían puesto en marcha los principios morales para no exterminar a sus semejantes. Desgraciadamente, últimamente, los descubrimientos científicos parecen ir más rápidamente que el desarrollo moral. Así, somos capaces de fabricar armas de destrucción masiva y utilizarlas o enviar bombas mortíferas por medio de drones sin que nos importe moralmente la cantidad de personas inocentes que mueren lejos de nuestros ojos. Y somos capaces de calificar los instrumentos de muerte de bonitos como si fueran a producir algo bueno dónde caen. En otras palabras, estamos poniendo nuestra inteligencia al servicio del mal sin que nos duela lo más mínimo.
Dicen que el misil Tomahawk de los que lanzaron EEUU cuesta un millón de euros y el misil estratégico naval MDCN francés cuesta cerca de tres millones de euros. Si calculamos que se lanzaron más de 100 misiles, teniendo en cuenta toda la logística de la operación, no sería desajustado hablar de más 500 millones de euros. Todo este dinero lanzado sobre los hangares previamente evacuados. Todo envuelto en un ruido mediático y manipulador como si todo el mundo sufriese de una amnesia colectiva sobre las mentiras del pasado. Ya nadie se acuerda de las supuestas armas de destrucción masiva en Irak. Nadie se acuerda que la guerra de Siria tiene cierto vínculo con la deflagración de Irak. ¿De verdad, las potencias occidentales tienen compasión de los inocentes que mueren en Siria? ¿Por qué no muestran la misma compasión con los que mueren en Congo, en Sudán del Sur, en Somalia, en Palestina, en Libia etc.? ¿Y cuál es el plan para la paz?
Me escandaliza comprobar que este dinero despilfarrado en un solo día equivale al presupuesto de algún país pobre de África durante todo el año. ¿Cuántos hospitales, escuelas etc. se podría construir con todo este dinero? ¿Cuántos enfermos se podrían curar?
Entiendo que los americanos quisieron probar sus nuevos misiles inteligentes frente a Rusia que ya ha demostrado su capacidad destructora. También es posible que Francia haya querido probar de manera real su nuevo misil naval que solamente lleva dos años de fabricación y nunca había sido utilizado. De hecho, las autoridades francesas se alegran de haber entrado de manera efectiva en el club de las potencias navales con esta muestra de poderío. O igual algunos quieren desviar la atención de los problemas internos tocando la fibra patriótica casi siempre hipnotizadora. Si no es así, vete a saber la razón verdadera de este bombardeo.
Por Gaetan Kabasha