A los 800 años de la fundación de la Universidad de Salamanca, y en medio de un cambio de época tan abrupto y rápido como el actual, se echa en falta la presencia de pensadores (o profesionales) como los de la Escuela de Salamanca, que en su caso procuraron traducir el pensamiento cristiano a los tiempos que vivían.
Hablando de la Escuela de Salamanca. En economía (como en otras disciplinas como puede ser el derecho) se reconoce desde hace décadas el papel decisivo que la escolástica salmantina jugó en el desarrollo de la moderna teoría económica. Y es que la ciencia económica no nace con Adam Smith en su célebre libro, «La riqueza de las naciones», (tesis luego divulgada por Max Weber) sino que arranca del pensamiento cristiano, pasando por la filosofía de S. Tomás y sistematizada por la Escolástica de los dominicos Francisco de Vitoria, Domingo de Soto, Martín Azpilcueta y Tomás de Mercado, entre otros. Sumada a la obra de jesuitas como Lessio y Juan de Mariana (quedan todavía más autores por destacar). En realidad pertenecen a dos escuelas: la de los salmanticenses (dominicos) y la de los conimbricenses (jesuítas) (Univ. de Coimbra, Portugal).
El aporte fundamental de la «Escuela de Salamanca» es la reflexión práctica sobre un conjunto de problemas de proyección europea y americana (1492): naturaleza del poder y de la justicia; derechos de la persona y del Estado; comunidad internacional y derecho de gentes (indios); conflictos internacionales y guerra justa; así como teorización económica y tensiones derivadas de la colonización y transculturación americana.
Muchos de los pensadores mencionados, calificados como iusnaturalistas y moralistas, son los fundadores de una escuela de teólogos y juristas que realizó la tarea de reconciliar la doctrina tomista con el nuevo orden social y económico.
La «Escuela de Salamanca» se inscribe dentro del contexto más amplio del «Siglo de Oro español», en el que no solamente hubo una eclosión de las artes, también en Salamanca, donde floreció la escuela literaria salmantina, sino también de las ciencias. El reconocimiento internacional ha sido muy tardío, pues las naciones protestantes (mayoría entre las que han escrito la ciencia a partir del siglo XVIII) no debían sentirse cómodas reconociendo la modernidad de unos teólogos que fueron punteros en el Concilio de Trento. En los años 50 del siglo XX, el economista profesor de Harvard Joseph Alois Schumpeter reivindicó la aportación de la «escuela salmantina» en el origen de la ciencia económica con la corriente de pensamiento económico español…
Los escolásticos de Salamanca nos introdujeron en el renacimiento, en una ética, en una política y en una economía, que debería estar basada en la libertad, la verdad y la justicia… Todo en medio de la primera «globalización» que supuso el descubrimiento de América.
Esto nos trae de nuevo a la actualidad, y nos pone delante del reciente documento vaticano “Oeconomicae et pecuniariae quaestiones” (Consideraciones para un discernimiento ético sobre algunas cuestiones del sistema financiero y económico actual) en el que se plantean cuestiones morales de fondo sobre el funcionamiento de los mercados, de la especulación…
Este mismo documento nos hace una llamada a una caridad, expresada en el amor social, civil y político.Todo en plena globalización del descarte. Llegando a afirmar que «hoy, pensando en el bien común, necesitamos imperiosamente que la política y la economía, en diálogo, se coloquen decididamente al servicio de la vida, especialmente de la vida humana»
La Universidad tendrá que estar por tanto al servicio de los empobrecidos, y no al servicio de los grandes bancos e interéses económicos, para poder hacer este discernimiento.¿Qué es sino el actual plan Bolonia? ¿Estamos dispuestos a dar la batalla en estos tiempos?
Redacción Solidaridad.net