Los datos de uno de los países con más reservas de petróleo en África son estremecedores. El número de desplazados, viudas y niños sin padres crece sin cesar.
El país más joven del mundo intenta salir de una guerra civil con múltiples intereses geopolíticos.
Los datos son elocuentes:
- 1.5 millones se encuentran desplazadas dentro de Sudán del Sur .
- Más de 100.000 personas han buscado refugio en diversas instalaciones de la ONU en todo el país. En Juba, el 80% de las personas desplazadas son mujeres, niñas y niños.
- Más de 500.000 personas han huido a países vecinos. Muchas han tenido que atravesar el río Nilo para llegar hasta Uganda, dejando atrás todas sus posesiones y poniendo en peligro sus vidas.
Y las vidas…
María Ayok tiene 37 años y es de Abyei, una provincia fronteriza entre Sudán y Sudán del Sur. Allí vivía con su marido, sus siete hijos y el ganado que les daba de comer hasta que en 2011 un enfrentamiento entre las tribus nuer y dinka les obligaron a escapar. Pero en la huida murieron cuatro de sus hijos y su marido. Ahora vive en el campo de desplazados de Baryar, en Wau, donde intenta alimentar y cuidar de una hija enferma, la única con la que consiguió llegar hasta aquí.
En Baryar la mayoría de las mujeres son viudas. Ellas lo hacen todo. «Desde la mañana hasta la noche estamos ocupadas: vamos a por agua, buscamos hierbas, cañas y ramas para llevarlas al mercado a venderlas, intentamos comprar algo con lo que sacamos, hacemos las tareas, cocinamos y cuidamos de nuestros hijos» cuenta María.
El campo de batalla son los pueblos y el blanco es la población y sus escasos recursos. «Mataron a mi marido, mis hijos y todo el ganado» recuerda María. Ella forma parte de los dos millones de desplazados que ha originado esta sangrienta lucha que también es económica: Sudán del Sur es el tercer país del África Subsahariana con más reservas de petróleo.
En Baryar el Gobierno les deja el terreno, que al menos es seguro, pero no les deja cultivar las tierras. Ni hablar de comer pescado, vacas, cabras y pollos como antes. Aquí las mujeres se dedican a cortar cañas y secarlas para luego venderlas en el mercado, que está a diez kilómetros. Hasta allí van andando con la carga sobre la cabeza para sacar 20 SSP, unos 3 euros, por manojo. A veces menos, la población sabe que necesitan el dinero y se aprovecha incluso de los niños.
Fuentes: elmundo.es y Oxfam