Comunicado Navidad 2025
DESARMAR LA PAZ
CONSTRUIR ESPERANZA
La miseria, las migraciones forzosas y las guerras se realimentan mutuamente en una espiral diabólica.
Ya nadie lo oculta. Hoy el 1% de la población mundial más rica acapara el 41% de la riqueza generada mientras el 50 % de la población mundial más pobre solo ha recibido el 1% de esta riqueza. La inmensa mayoría de la humanidad vive en países donde ha crecido de forma imparable la desigualdad social. España no es una excepción. El último informe de Cáritas corrobora que se ha cronificado la exclusión social, que hay un sector cada día más grande de vidas precarias, y que se está produciendo una gran fractura social y generacional entre los jóvenes y los adultos.
El hambre y la miseria, ausencia de los bienes más necesarios para vivir, sigue arrojando decenas de miles de muertos cada día. No ha dejado de ser el principal problema político que sufre la humanidad.
Los migrantes forzosos a causa de la miseria son cerca de 300 millones de personas. Millones de personas se ven obligadas a migrar de tierras que no son pobres, sino todo lo contrario, que son tremendamente ricas. Ricas en recursos naturales de todo tipo que hoy resultan estratégicos para la transición en la que está el capitalismo. La tremenda desgracia de estas personas es que ellos no cuentan como su principal riqueza para los poderosos, sino como un residuo descartable.
En esta Navidad de 2025, en medio de este abismo de la desigualdad, siguen abiertas las heridas que provocan más de 50 conflictos armados en el mundo. El “alto el fuego” de Gaza está aún lejos de situarnos en un momento de paz. No podemos olvidar guerras como la de Sudán, que han producido más de 6 millones de muertos y han desplazado a cerca de 3 millones de personas en los últimos 30 años. Ha sido calificada como la mayor tragedia humanitaria del momento. No podemos silenciar las guerras permanentes en la R.D del Congo o del Sahel.
“El negocio de la venta de armas se construye sobre una gran mentira”
El armamentismo aparece de nuevo en el horizonte de la historia como el “gran salvador” de una economía que no ha dejado de cobrarse víctimas. El negocio de la venta de armas se construye sobre una gran mentira. Ninguna paz armada que se sostenga en el miedo, la amenaza disuasoria, la explotación y la esclavitud, el descarte, y los cementerios de millones de víctimas sin nombre, se mantiene en el tiempo. Siempre necesita nuevos conflictos y guerras para resolver sus crisis.
La injusticia estructural es la violencia primera
No podemos entender todas estas guerras sino como el resultado de una espiral inexorable y execrable de violencia. La espiral de la violencia, que es la espiral de la lucha encarnizada por la existencia, tiene su matriz original en la injusticia estructural.
La mayoría de las poblaciones empobrecidas del planeta viven en grandes regiones en un estado de caos, incertidumbre y violencia permanente. En ellas “gobiernan” con total impunidad las mafias (incluidos Estados- mafias) apoyadas en el ejército, las bandas armadas, guerrillas, grupos paramilitares y mercenarios. El 72% de la población mundial vive bajo una dictadura o autocracia de partido único. En todo el planeta se abre paso un capitalismo digital del control y de la vigilancia que está diseñando un mundo con características de la época feudal. Mafias, corrupción y dictaduras (algunas con apariencia de democracias) y tecno feudalismo con carcasa de democracia liberal, constituyen hoy el perverso hábitat donde apenas pueden sobrevivir las poblaciones más empobrecidas, estén donde estén. El territorio vital de la mayor parte de los pueblos es un cuadrilátero mortífero compuesto por recursos naturales, guerras, mafias legales e ilegales, y migraciones forzosas.
Por una paz desarmada y desarmante
Comienza la época de Adviento y Navidad. Y, aunque el ambiente de consumismo y evasión nos lo pone complicado, se nos ofrece la oportunidad de contemplar en silencio y con atención los pesebres de este mundo. Contemplar a todos esos niños, mujeres y hombres, ancianos, excluidos y descartados, invisibles, que nacen y viven en las cloacas del mundo real. Contemplar a ese Niño- Dios que tuvo la ocurrencia de hacerse solidario con todos desde ellos. Un Niño que lleva el título de Príncipe de la Paz. Y por eso, nosotros insistimos en proponer, con el Papa León XIV, una paz desarmada y desarmante.
Desarmar la paz requerirá transformar completamente este sistema económico y financiero que se alimenta del conflicto, la discordia, la rapiña y la expoliación de la Tierra y de los empobrecidos de la Tierra. No habrá paz desarmada si no emprendemos el camino de la justicia.
Desarmar la paz exige, de primeras, un compromiso por la justicia que pide acciones concretas: condonar la deuda ilegítima y el mecanismo de usura en la que se sostiene, acabar con el hambre y la miseria, abolir y erradicar todas las formas de esclavitud, poner voluntad política y recursos para detener todas las guerras, … ¡Que nadie diga que no hay medios para esto teniendo en cuenta los colosales recursos empleados en las guerras!
Desarmar la paz requiere, además, el compromiso por transformar completamente la lógica de este sistema que ha anidado en nuestro cuerpo, en nuestra conciencia y en nuestra alma (desalmada que no desarmada). No habrá paz desarmada si no emprendemos el camino de una profunda transformación de nuestro ser, sin una recuperación de una dignidad y una libertad que nunca puede ser ajena a los demás, porque somos seres solidarios. La paz desarmada y desarmante es una labor artesana que implica a todos y cada uno de nosotros, que implica nuestra promoción personal y colectiva y nuestro protagonismo.
Desarmar la paz significa ensayar gestos de paz y de reconciliación en lo pequeño de nuestra vida cotidiana y en las relaciones entre vecinos, barrios, ciudades, regiones, pueblos y Estados. Ensayar la acogida, el encuentro físico- cara a cara-, el diálogo y el acuerdo, el perdón que permita la reconciliación. Nada fácil en este mundo del sálvese quien pueda, del todos contra todos, del hiperindividualismo.
La paz es el camino. No es un sendero rosa, sino un camino arduo que requiere avivar la llama de la fraternidad, de la confianza y de la esperanza. Es una apuesta por la vida buena, verdadera, bella. Un camino que no se recorre sin ensayos ni errores, sin familia, sin grupo de amigos, sin “escuelas” de paz, sin “islas” de paz donde experimentarla y vivirla.
Feliz Navidad Solidaria. ¡Desarmemos la paz, construyamos Esperanza!

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