La historiadora Louise Ray, ha escrito el libro en el que cuenta la historia de estas mujeres, desconocidas y pioneras en el movimiento obrero.
El libro lleva como título: Striking a light: the matchwomen and their place in history (Encendiendo una luz: el lugar de las cerilleras en la Historia).
Es precioso que podamos rescatar estos testimonios de la historia, muchos de ellos quedados en el olvido, a pesar, de que no podemos escribir la historia de Europa del siglo XIX sin tener encuenta el testimonio de Solidaridad que supuso el movimiento obrero. Poco de esta historia se enseña a los jóvenes, quizás si la enseñáramos más, se borraría esa frase tan repetida del «No se puede hacer nada». La cultura y la asociación fueron los dos pilares en los que se construye la liberación obrera. Este testimonios que os presentamos tuvo la capacidad de convertir una situación de opresión e injusticia en una situación de emancipación. Pudieron salir de unas condiciones de explotación porque hubo asociación, opinión pública y promoción por parte de las que sufrían esta situación de injusticia y explotación.
El 2 de Julio de 1888, en la fábrica de cerillas Bryant & May, en Bow, al este de Londres, las 1.400 obreras de la empresa, conocidas como ‘the matchwomen’ (las cerilleras. muchas de ellas inmigrantes católicas), se declararon en huelga. La sociedad victoriana se escandalizó, no por las condiciones en las que trabajaban, sino porque el lugar para las mujeres no era la fábrica, sino el hogar. Trabajaban en condiciones infrahumanas: hacían cerillas respirando el tóxico fósforo blanco durante 14 horas al día, con un salario bajo que no les daba para vivir, además de castigos y multas que sufrían con asiduidad.
Anni Besant escuchó en junio de 1888 a Clementina Black un discurso que dio sobre el Trabajo de la Mujer en una reunión de la Fabian Society de Londres, y escribió un artículo el 23 de junio en su periódico, The Link. En el artículo, titulado “Trata de Blancas en Londres”, donde se quejaba de la forma en que las mujeres de Bryant & May estaban siendo tratadas. Para realizar el artículo entrevistó a algunas de las personas que trabajaban en Bryant & May. Descubrió que las mujeres trabajaban catorce horas diarias por un salario de menos de cinco chelines a la semana. Sin embargo, no siempre recibían su salario completo debido a un sistema de multas, que van desde tres peniques a un chelín. Los delitos incluían hablar, dejar caer las cerillas o ir al baño sin permiso. Las mujeres trabajaban desde las 6.30 en verano (8,00 en invierno) a 6.00 pm. Si las trabajadoras llegaban tarde, eran multadas con la paga de medio día. También descubrió que la salud de las mujeres había sido severamente afectada por el fósforo que se utilizaba para hacer las cerillas. Producía una coloración amarillenta de la piel y pérdida del cabello y la mandíbula phossy, una forma de cáncer de hueso. Toda esta parte de la cara se volvía verde y luego negra, echando pus maloliente y llevando finalmente a la muerte. A pesar de que el fósforo amarillo fue prohibido en Suecia y EE.UU., el gobierno británico se había negado a seguir su ejemplo con el argumento de que sería una restricción del libre comercio.
Frente a este artículo, la empresa reaccionó tratando de obligar a sus trabajadoras a firmar un comunicado diciendo que estaban contentos con sus condiciones de trabajo. Cuando un grupo de mujeres se negaron a firmar, las organizadoras del grupo fueron despedidas. La respuesta fue inmediata: 1.400 de las mujeres en Bryant & May se declararon en huelga. William Stead, editor de la Pall Mall Gazette, Henry Hyde, editor de el Labour Elector, y Catherine Booth, del Ejército de Salvación, se unieron a Besant en su campaña para mejorar las condiciones de trabajo en la fábrica. Así hicieron también Sydney Oliver, Stewart Headlam, Hubert Bland, Graham Wallas y George Bernard Shaw. Sin embargo, otros periódicos de prestigio como The Times culparon a Besant y a otros agitadores sociales de crear la controversia y la polémica. Annie Besant, William Stead y Henry Hyde Champion utilizaron sus periódicos para llamar a un boicot de Bryant & May. Las mujeres de la empresa, junto a Anni Besant decidieron formar un Sindicato de las Mujeres de las Cerillas. Después de tres semanas, la compañía anunció que estaba dispuesto a volver a contratar a las mujeres despedidas y también poner fin al sistema de multas. Las mujeres aceptaron los términos y regresaron triunfantes. Annie Besant, William Stead, Catherine Booth, William Booth y Henry Hyde Champion continuaron su campaña contra el uso del fósforo amarillo.
En 1901, trece años después de la huelga, Gilbert Bartolomew, director general de Bryant & May, anunció que habían dejado de utilizar el fósforo amarillo. Realmente tomó la decisión cuando la economía de la empresa se vio seriamente afectada.
Durante la huelga, en las «mujeres cerilleras» crecía el vínculo de la solidaridad y el orgullo de ser ‘matchgirls’. Algunas se caracterizaban por el sombrero que llevaban, sujeto a sus cabezas con unas largas agujas. Una descripción de la época atestigua: «A las cerilleras cuando se les presenta algún problema no dudan en utilizar esas largas y horribles agujas del sombrero para defenderse». La huelga las llevó en manifestación hasta el Parlamento. La delegación que representaba a las 1.400 obreras fue elocuente en sus reivindicaciones. Se entrevistaron con tres diputados. El paso de las cerilleras por algunas calles ‘bien’ del centro de Londres causó estupor en la opinión pública victoriana. Las peticiones de las trabajadoras fueron atendidas. La huelga triunfó.
Autor: Maria del Mar Araus