Voto en blanco por el Bien Común (I) «La sociedad asuma el protagonismo político»

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Es importante y urgente un compromiso político por el Bien Común

«….mientras el país estaba confinado por la pandemia y caía en una crisis social y económica brutal, la inmensa mayoría de los parlamentarios (todos menos uno) no han renunciado a sus dietas; no han renunciado a su buena vida. ¿Qué nos muestra esta realidad? Que para ellos el Bien Común no existe. En la casta no hay ni un ápice de conciencia social auténtica».

La situación social y política de España está llegando a un punto en que se hace necesario e imprescindible asumir un compromiso político radical por el Bien Común, sin duda el gran ausente, pero sin el cual no es posible plantearse una verdadera respuesta a la situación actual. Esta respuesta debe ser proporcional a los desafíos que debemos afrontar como comunidad política sin olvidar nunca el deber de solidaridad con el resto de la humanidad, empezando siempre por los más empobrecidos, descartados y vulnerables. Por ello hemos querido colaborar, una vez más, planteando una reflexión práctica en tres partes que ayude, no solo a denunciar una situación política que está desvertebrando y fragmentado a la sociedad, sino sobre todo que plantee una estrategia de respuesta basada en la solidaridad como único camino, firme y perseverante, hacia el Bien Común.

En esta primera entrega insistimos en la urgente necesidad de compromiso que se nos exige a todos ante una casta política incapacitada moralmente al carecer de una referencia objetiva del Bien Común tanto de España como del mundo.

Poder, Tener, Placer

Cuando el Bien Común está ausente de la cultura de un pueblo y de la política lo que aparece necesariamente es la tendencia a la corrupción del propio sistema y de la sociedad. Y esto se manifiesta fundamentalmente en unos criterios de actuación que no obedecen al bien objetivo de las personas y de los pueblos sino a tres ídolos que normalmente van unidos: el afán de poder, el afán de tener y el afán de placer…al precio que sea. Cualquier sacrificio desinteresado por el bien común se torna absurdo.  Por ejemplo, mientras el país estaba confinado por la pandemia y caía en una crisis social y económica brutal, la inmensa mayoría de los parlamentarios (todos menos uno) no han renunciado a sus dietas; no han renunciado a su buena vida. ¿Qué nos muestra esta realidad? Que para ellos el Bien Común no existe. En la casta no hay ni un ápice de conciencia social auténtica. Este es el sustrato, el humus sobre el que se apoya nuestro régimen político y por ende, los criterios de funcionamiento de la casta que gestiona los asuntos públicos. Sin una presencia fuerte y radical del Bien Común lo normal es la corrupción social y política.

La historia de España y de Iberoamérica está repleta de hechos políticos donde la falta de conciencia del Bien Común ha producido verdaderas tragedias. Sin duda una de las mayores, la guerra civil española del 36 al 39. Sin embargo, parece ser que algunos están forzando la tensión intentando que la actual crisis institucional de España pueda desembocar en un conflicto civil del cual puedan sacar tajada personal y política.

La prensa alemana llega a tachar a España de «estado fallido», no sin razón, del cual no se pueden fiar a la hora de conceder los 170.000 millones de euros del fondo de reconstrucción sin unas garantías muy exigentes. Es decir, no confían en la mínima estabilidad política de España.

La nefasta gestión de la pandemia por parte de la inmensa mayoría de la casta política -sin excluir a nadie- ha puesto de manifiesto la falta de educación y conciencia política de la sociedad española. Nuestra clase política es el reflejo perfecto de un país que sufrió una guerra civil hace 80 años; 38 años de dictadura; decenas de años de terrorismo; un conflicto nacionalista crónico; un estado autonómico desintegrador; dos generaciones de materialismo consumista; infinitas leyes educativas partidistas; un desempleo salvaje, especialmente entre los jóvenes; una manipulación informativa perenne y creciente; una xenofobia y una aporofobia escandalosas; una desintegración de instituciones básicas como la familia; y un proceso de secularización que ha rebajado el nivel moral a cotas inimaginables  etc…

Por ello es muy urgente (e importante) que el pueblo, la sociedad asuma el protagonismo político y ello empieza  necesariamente adquiriendo conciencia del Bien Común. La necesidad, por tanto, de disponer de un concepto de Bien Común auténtico y compartido es lo único que puede generar una cultura política basada en la honradez.

Por ello es muy urgente (e importante) que el pueblo, la sociedad asuma el protagonismo político y ello empieza  necesariamente adquiriendo conciencia del Bien Común.

La tan extendida corrupción política no solo es la que infringe las leyes positivas más elementales. Es sobre todo una corrupción de fondo, no necesariamente ilegal, que se basa en la despreocupación del bien común incluso bajo el concepto de “interés general”. Así la clase dirigente convierte el campo político en el ámbito de la consecución de intereses personales y corporativos para lo cual promueve sistemática y deliberadamente que el pueblo se muestre indiferente y escéptico ante el compromiso político.

La aversión a lo político por gran parte de la sociedad esta promovida por el poder para conseguir un nivel de abstención e indiferencia que deje en muy pocas manos la responsabilidad política común favoreciendo la corrupción del sistema. Además, la indiferencia política, es una forma de romper la amistad social o cívica la cual es fundamental para que la sociedad funcione adecuadamente.

La pandemia ha desnudado a la casta

Con la gestión de la pandemia se está poniendo en evidencia más que nunca la corrupción moral intrínseca de la casta política que lo único que busca es su interés ya sea personal, partidista, de grupo de presión o nacionalista.  Enumeremos los hechos más relevantes que han sucedido:

  • Falta de transparencia y de amor a la verdad sobre los datos más elementales de la pandemia. El nivel de confusión, desinformación y manipulación ha sido un escándalo.
  • Ausencia de profesionalidad científica y de gestión que ha estado y está subordinada a intereses de poder y de partido en cada nivel político empezando por el nacional.
  • Manipulación de la opinión pública por parte del poder político y los medios de comunicación subvencionados incluso utilizando a las fuerzas de seguridad del estado.
  • Comportamientos paternalistas tratando al pueblo como carente de responsabilidad y racionalidad. Promoción de un emotivismo alienante.
  • Utilizar el tiempo de pandemia y confinamiento para legislar aspectos socialmente muy controvertidos aprovechando las restricciones de derechos para un mayor control social. Por ejemplo, las leyes sobre la eutanasia y el aborto.
  • Un poder judicial carente de criterios comunes al interpretar de manera opuesta los mismos textos legales generando más nivel de desconfianza si cabe.
  • Maltrato social, sanitario y administrativo del pueblo, especialmente de los más vulnerables. Desmantelamiento coordinado del llamado estado del bienestar.
  • Instrumentalización de las instituciones del estado para intereses partidistas.
  • Imposición de medidas de control social bajo pretexto de controlar los contagios.
  • Lanzamiento de cortinas de humo políticas como falsas mociones de censura para pescar en río revuelto.

No podemos mirar hacia otro lado pensando que esto se va a solucionar solo o que son otros los responsables. El Bien Común de la sociedad empieza, en primer lugar, siendo responsables todos de todos y generando un compromiso efectivo.  La auténtica política consiste en hacer posible lo moralmente necesario.

Carlos Llarandi

(Continuará)