PARABOLAS con HUMOR

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Parabola de la perfecta alegria ( Francisco de Asís) y una historia de humor: Deformación de versiones del eclipse de sol…


ORDEN INICIAL DEL CORONEL AL COMANDANTE: «Mañana a las nueve y media habrá un eclipse de Sol, hecho que no ocurre todos los días, que formen los soldados en el patio en traje de campaña para presenciar el fenómeno. Yo les daré las explicaciones necesarias. En caso de que llueva, que formen en el gimnasio».

EL COMANDANTE AL CAPITÁN: «Por orden del señor coronel, mañana a las nueve y media habrá un eclipse de Sol, según el señor coronel, si llueve no se verá nada al aire libre, entonces en traje de campaña el eclipse tendrá lugar en el gimnasio, hecho que no ocurre todos los días. El dará las órdenes oportunas».

EL CAPITÁN AL TENIENTE: «Por orden del señor coronel, mañana a las nueve y media en traje de campaña inauguración del eclipse de Sol en el gimnasio. El señor coronel dará las órdenes oportunas de si debe llover, hecho que no ocurre todos los días. Si hace buen tiempo y no llueve, el eclipse tendrá lugar en el patio».

EL TENIENTE AL SARGENTO: «Mañana a las nueve y media, por orden del señor coronel lloverá en el patio del cuartel. El señor coronel en traje de campaña dará las órdenes en el gimnasio para que el eclipse se celebre en el patio».

EL SARGENTO AL CABO: «Mañana a las nueve y media, tendrá lugar el eclipse del señor coronel en traje de campaña por efecto del Sol. Si llueve en el gimnasio, hecho que no ocurre todos los días, se saldrá al patio».

EL CABO A LOS SOLDADOS: «Mañana, a eso de las nueve y media, parece ser que el Sol en traje de campaña eclipsará al señor coronel en el gimnasio, lástima que esto no ocurra todos los días».

PARÁBOLA DE LA VERDADERA Y PERFECTA ALEGRÍA.

» Hermano León, escribe cuál es la verdadera alegría.

Llega un mensajero y dice que todos los maestros de París han venido a la Orden.

No es verdadera alegría.

Y también que han venido a la Orden todos los prelados ultramontanos, arzobispos y obispos; también el rey de Francia y el rey de Inglaterra.

Escribe: no es verdadera alegría.

Igualmente que mis hermanos han ido a los infieles y han convertido a todos ellos a la fe. Además, que he recibido yo de Dios una gracia tan grande, que curo enfermos y hago muchos milagros.

Te digo que en todas estas cosas no está la verdadera alegría.

Pues, ¿cuál es la verdadera alegría?

Vuelvo de Perusa y, ya de noche avanzada, llego aquí; es tiempo de invierno, todo está embarrado y el frío es tan grande, que en los bordes de la túnica se forman carámbanos de agua fría congelada, que hacen heridas en las piernas hasta brotar sangre de las mismas. Y todo embarrado, helado y aterido, me llego a la puerta; y, después de estar un buen rato tocando y llamando, acude el hermano y pregunta:
– ¿ Quién es?
Yo respondo:
– El hermano Francisco.

Y él dice:
_ Largo de aquí. No es hora decente para andar de camino. Aquí no entras. Y, al insistir yo de nuevo, contesta:
– Largo de aquí. Tú eres un simple y un paleto. Ya no vas a venir con nosotros. Nosotros somos tantos y tales que no te necesitamos. Y yo vuelvo a la puerta y digo:
– Por el amor de Dios, acogedme por esta noche.

Y él responde:
– No me da la gana. Vete al lugar de los crucíferos y pide allí.

Te digo: si he tenido paciencia y no he perdido la calma, en esto está la verdadera virtud y el bien el alma.»

(Francisco de Asís)