La tecnología digital tiene la capacidad de crear mundos virtuales, paralelos, alienantes, al margen del mundo real, justamente con la intención de que el mundo real siga siendo lo que es: un espacio de explotación y dominio de los poderosos contra los débiles.
Mientras el transhumanismo crece como ideología del poder capitalista, los detractores y apologetas del mismo generan espacios de debate donde la realidad de los que más sufren está de nuevo al margen. El transhumanismo es un anti-humanismo generado por poderosos para controlar el alma y los cuerpos de la humanidad. Sin duda, hay que combatirlo a muerte. Sin embargo, esta lucha puede convertirse, paradójicamente, en un aliado del mismo transhumanismo si no se plantea desde los principios adecuados. Uno de estos principios fundamentales es la solidaridad con los empobrecidos de la tierra. Una falsa lucha contra el transhumanismo puede convertirse en la disidencia de salón que el propio neocapitalismo necesita.
Los agujeros negros del sufrimiento
No muy lejos de la zona universitaria madrileña (zona norte y noroeste), una de las más ricas de España, en donde se debate habitualmente sobre la guerra real entre la antropología cristiana y la antropología transhumanista capitalista, podemos encontrar auténticos campos de exterminio corporales y espirituales donde seres humanos son torturados y sacrificados en el altar del capitalismo más corrupto. Nos estamos refriendo al Polígono Marconi en el distrito madrileño de Villaverde. Es el lugar de Europa donde más prostitución callejera hay, con un nivel de sufrimiento difícilmente imaginable. La mayoría de las prostitutas están secuestradas o por las mafias o por las drogas o por ambas. Los precios de la carne humana son los más baratos del continente; muchas veces se pide la voluntad o poco más. La mayoría de las mujeres andan semidesnudas y ejercen en cualquier sitio: en la calle, en los coches, en los descampados, en los vertederos…El polígono Marconi es un agujero negro del sufrimiento, de un dolor infinito, donde seres humanos, personas con derecho a una vida digna, la mayoría mujeres inmigrantes empobrecidas, son vendidas, o secuestradas y/o torturadas para satisfacer a otros seres humanos convertidos por el propio sistema capitalista en depredadores.
Uno de los principios biopolíticos fundamentales del capitalismo es que unos seres humanos son devorados literal e impunemente por otros seres humanos para estos vivan, y vivan lo mejor posible. Esta impunidad no está oculta sino todo lo contrario, forma parte sustantiva del principio
El principio de antropofagia capitalista
Uno de los principios biopolíticos fundamentales del capitalismo es que unos seres humanos son devorados literal e impunemente por otros seres humanos para estos vivan, y vivan lo mejor posible. Esta impunidad no está oculta sino todo lo contrario, forma parte sustantiva del principio. Es más, este principio está socialmente consentido y promovido como precio necesario del bienestar, pero se silencia cuando se habla de la eficacia y de la eficiencia del sistema capitalista, sea en su versión liberal o estatista. Y aunque hay muchos cristianos que defienden el capitalismo, el magisterio católico es meridianamente claro: el capitalismo es un orden moral invertido inaceptable. (cf. Laborem exercens)
La antropofagia capitalista toma muchas formas, muchas de ellas desconocidas o deliberadamente ignoradas. La expresión más masiva de este proceder es el holocausto del hambre y de la miseria en el que más del 80% de la humanidad (Tercer Mundo empobrecido) sufre y muere para que una minoría disponga de los recursos necesarios para una vida consumista. (cf. La sociedad de la externalización)
Existen otras formas muy llamativas del imperativo antropofágico. Por ejemplo, muchos productos cosméticos y muchos aditivos alimenticios, especialmente potenciadores del sabor, están fabricados con materiales biológicos humanos provenientes de la industria del aborto. También los niños genéticamente seleccionados producidos en laboratorio son el resultado de la selección, congelación y eliminación de otros tantos embriones humanos concebidos como carne de cañón. O los vientres de alquiler, que son otra expresión del principio de antropofagia capitalista donde madres e hijos son auténticos productos humanos en venta y/o alquiler. O los flujos de inmigrantes empobrecidos que proporcionan la mano de obra barata que el norte enriquecido y envejecido necesita para sostener su escandaloso e injusto bienestar son también un corolario propio de esta dinámica necrofílica.
La eutanasia viene a ser la culminación final de este principio, en el que eliminan literalmente viejos y enfermos crónicos que consumen recursos materiales y emocionales que podrían servir para los vivos sanos y productivos, siempre que estos estén empoderados adecuadamente, por supuesto. Un buen ejercicio de análisis político sería detectar y desvelar este imperativo antropofágico en un montón de prácticas sociales de la sociedad capitalista, incluso en aquellos que se otorgan a sí mismos ser la conciencia moral de la sociedad.
El colaboracionismo político con el biopoder capitalista
Una de las cuestiones que más me han impactado personalmente fue conocer el grado y la extensión del horror de la venganza que sufrieron muchos colaboracionistas de los nazis tras la II Guerra Mundial en los países ocupados. Fueron meses, ¡años!, de venganza de unos ciudadanos contra otros. El buenismo propio de occidente ha intentado silenciar uno de los capítulos más oscuros de la historia moral de Europa. Si los crímenes nazis son algo que la humanidad nunca debe olvidar, tampoco se puede silenciar y olvidar que, si no hay promoción del perdón y la reconciliación, la venganza de las víctimas está asegurada y esta no es menos inmoral que los crímenes que la provocaron. Traigo a colación este hecho histórico porque el sistema capitalista tiene la antivirtud de hacernos a todos cómplices y colaboracionistas de su antropofagia. Como estructura de pecado con un campo de estructuración ubicuo y planetario, digitalmente masivo al mismo tiempo que individualizado, el capitalismo nos convierte a todos en víctimas y en victimarios. Todos tenemos alguien por encima y por debajo en la degradante cadena trófica.
Guillermo Rovirosa, el gran apóstol de la clase obrera española del siglo XX, nos decía que este capitalismo que destruye la vocación profesional y condena al 98% de la población a “trabajos forzados”, está abocado a llenar las cárceles, los manicomios y los prostíbulos
En el caso de la prostitución, especialmente la de calle, como la referenciada del polígono Marconi, las mujeres son literalmente devoradas por sujetos que también son objetivamente víctimas del propio sistema capitalista. Guillermo Rovirosa, el gran apóstol de la clase obrera española del siglo XX, nos decía que este capitalismo que destruye la vocación profesional y condena al 98% de la población a “trabajos forzados”, está abocado a llenar las cárceles, los manicomios y los prostíbulos. Muchos de los depredadores han sido destruidos económica, moral y espiritualmente por el capitalismo de tal forma que su sufrimiento, en lugar de servir para liberar solidariamente a otros, es descargado brutalmente sobre alguien más débil como si de esa forma su dolor se aliviase. Y sin embargo se produce todo lo contrario. Esta disposición está muy conectada con el proceso bioquímico que regula las adicciones. Este mecanismo es de una perversión diabólica y el capitalismo biotecnológico lo promueve deliberadamente mediante la propagación salvaje e incontrolada de la pornografía. Por ello, la lucha contra la prostitución debe incluir la lucha contra la pornografía, la lucha contra las adicciones de todo tipo y promover al mismo tiempo una cultura y una espiritualidad del perdón y la reconciliación.
Una oposición adecuada al transhumanismo
No existe capitalismo bueno, inclusivo, sostenible… El tigre no es vegetariano. De igual forma que sostenemos firmemente que el ser humano está dotado de una naturaleza que tiene un mensaje moral inscrito que debe respetar si quiere ser feliz personal y socialmente, también debemos ser radicalmente coherentes a la hora de luchar contra el transhumanismo neocapitalista. Si es verdad, y creemos que es así, que el ser humano descubre el verdadero sentido de su vida en la donación sincera de uno mismo a los demás, ello implica el rechazo teórico y práctico de las formas de vida capitalistas.
El bienestar, la buena vida, la calidad de vida, etc. son expresiones existenciales de la cultura materialista propia de la ideología transhumanista.
El bienestar, la buena vida, la calidad de vida, etc. son expresiones existenciales de la cultura materialista propia de la ideología transhumanista. Frente al individualismo/colectivismo liberal o comunista, propio de los diferentes modelos capitalistas actuales, hay que fomentar la familia y la comunidad de familias en donde el bien de cada persona y el bien común de la comunidad concuerdan y se construyen responsablemente.
También es muy importante el cultivo vocacional de la profesión de tal forma que, teniendo como referencia a los últimos y más débiles de la sociedad (los preferidos de Jesús), y defendiendo la prioridad del trabajo sobre el capital, colaboremos con otros profesionales asociadamente en la construcción y en la gestión del bien común.
Finalmente, no es posible condenar el transhumanismo con “la mano” teórica del debate intelectual y universitario y al mismo tiempo, con “la otra mano”, vivir y defender existencial e institucionalmente los principios del liberalismo siendo indiferentes a la injusticia estructural que produce millones de víctimas por hambre, desempleo, aborto, precariedad, inmigración forzada o eutanasia.
La esperanza no es un sentimiento, es una virtud.
Frente al Leviatán cibernético que se está levantando hay que cultivar activamente la esperanza que no es un sentimiento pueril, sino una virtud. Y como virtud es una disposición estable hacia el bien construida con acciones concretas y habituales, y con la ayuda imprescindible de la gracia divina. La virtud de la esperanza corresponde al anhelo de felicidad puesto por Dios en el corazón de toda persona; asume las esperanzas que inspiran las actividades de los hombres; las purifica para ordenarlas a la Justicia; nos protege del desaliento; nos sostiene en todo desfallecimiento y dilata el corazón en la espera de la felicidad eterna. La esperanza es un arma imprescindible que nos protege en el combate. El impulso de la esperanza preserva del egoísmo y nos conduce a la dicha de la solidaridad-comunión. La esperanza hay que vivirla.
Carlos Llarandi Arroyo
Militante del Movimiento Cultural Cristiano
Profesionales por el Bien Común. Grupo Sanidad y Biopolítica