Testimonio de Imre Kertész: Una respuesta a la persecución y al totalitarismo.

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Del libro “MEDIO PAN Y UN LIBRO”, Voz de los sin Voz

“¿Crees que quien no tiene la culpa ya es inocente?”

Campaña de promoción de lectura social

Escritor húngaro de origen no practicante (1929-2016), premio Nobel de Literatura en 2002. Superviviente a los dieciséis años de los campos de exterminio nazis, reflejaría tres décadas más tarde su experiencia en la novela “Sin destino” (1975), que pasó inadvertida en su momento y desarrolló una obra literaria y ensayística que no obtuvo reconocimiento hasta la caída del comunismo.

Con apenas quince años fue internado en Auschwitz y posteriormente trasladado a Buchenwald, campos a los que consiguió sobrevivir, para, de vuelta a su país, encontrarse con un nuevo horror: el recién instalado régimen estalinista de Hungría.

Él era el hijo de un pequeño burgués, un intelectual, un enemigo del pueblo. Sobrevivió de nuevo, y los libros fueron en gran medida facilitadores de su resistencia a un sistema opresor:

“Por aquellas fechas leía un tratado de Schopenhauer que capturé en la tienda de un anticuario durante las liquidaciones de bibliotecas ocurridas tras las turbulencias nacionales y la ola de emigraciones, a un precio tan bajo que incluso un servidor pudo pagar esos cuatro volúmenes negros y gordos que sobrevivieron a la censura, a la quema, a la conversión en pasta, a todo tipo de Aushwitz de libros”.

Treinta años tardó en poder hablar de lo vivido en los campos, y lo hizo a través de su primera novela “Sin destino”, obra que tardó trece años en escribir y que fue rechazada por el editor tachándola de antisemita. En la nota de rechazo se dice entre otras cosas: “…Su actitud y sus comentarios perversos repugnan y ofenden al lector, que también lee molesto el final de la novela, dado que la postura mostrada por el protagonista, su apatía, no lo autoriza para emitir juicios morales”.

Finalmente se editó en 1975, pero su publicación no cambió su vida, a pesar de que hoy es por muchos considerada la mejor pieza escrita sobre los campos de exterminio.

A “Sin destino”, le siguieron otras dos novelas en las que planteó terribles interrogaciones éticas que todavía hoy rodean los hechos acontecidos en la segunda mitad del siglo veinte.

El mundo concede más importancia a la inmovilidad de sus ideas morales que a la aceptación de la verdad…en vez de mirar a lo hondo de las cosas, prefiere resolverlas con unos cuantos tópicos eficaces”.

Una de estos dilemas éticos, fue que pudo comprobar en propia persona la llamada por Hannah Arendt “banalidad del mal”, cuando al regresar a su ciudad natal desde el campo de Buchenwald quiso subirse en un autobús vestido todavía con el uniforme del campo: “Hubiera podido conseguir un abrigo mejor, pero me quedé con el mío, el de las rayas…No me podía desprender de él, así no habría lugar a dudas”.

Kertész, al igual que le pasó a Arendt, recibió duras críticas desde su propia comunidad, la judía, y las recibió principalmente por no estar de acuerdo en dividir aquella sociedad en verdugos y víctimas, defendiendo, siempre envuelto en dudas, la teoría de que tal vez los hechos se hubiesen desarrollado de otra manera, si el comportamiento de la población judía hubiese sido otro.

En este punto coincide con los planteamientos del doctor Viktor Frankl, también internado en Auschwitz. Frankl escribió que “allí nadie vivía sin que otro muriera”.

Otra característica de su análisis es insistir en la importancia de que cada uno asumamos nuestra propia responsabilidad.

Y siguiendo la línea de Dostoievski, uno de sus escritores favoritos, abunda en la idea de que todos tenemos la culpa de todo y de que somos responsables los unos de los otros.

 “…Dejad de decid que Auschwitz no tiene explicación, el mal siempre tiene una explicación racional, es posible que Satanás sea irracional, pero sus criaturas si son racionales, todos sus actos se derivan de algún interés, del afán de lucro, de la pereza, del deseo de poder y de placer, de la cobardía….lo verdaderamente irracional, lo que en verdad no tiene explicación es lo contrario: el bien. Por eso mismo hace tiempo que sólo me intereso por las vidas de los santos, por cuanto los considero interesantes e inconcebibles y no les encuentro ninguna explicación racional.”

Kertész vivió durante treinta y cinco años en un piso de 29 metros cuadrados, junto a la compañera de su vida, víctima también de un sistema devastador:

Ella también venía de la guerra, como refugiada; su familia había sido exterminada, su herencia diseminada; su marido había sido encarcelado el principio de los procesos estalinistas, su dinero y sus bienes habían sido requisados, ella tuvo que empezar de cero, hasta que también la detuvieron y pasó un año en cárceles y campos de internamiento…”.

En aquel hogar vivieron su particular historia de amor, marcada por el dolor, los recuerdos y la imposibilidad de tener hijos. Allí devoró libros a modo de búsqueda liberadora y escribió sus grandes novelas sobre lo vivido en los distintos regímenes totalitarios que le tocó soportar. Se preocupó también de otros temas, pero en su obra vuelve una y otra vez al gran tema que marca su existencia: la persecución y los regímenes totalizadores. A través de su obra nos presenta una explicación detallada de las razones que nos llevan a experimentar y a soportar este tipo de sistemas.

Con  la caída del muro, comenzó a publicar más asiduamente, pero esto ocurrió sobre todo en el extranjero, ya que seguía siendo un autor rechazado por las autoridades culturales húngaras, que a menudo intentaron obstaculizar su carrera.

 

Dios creó el mundo, el ser humano creó Auschwitz…Es imposible abordar Auschwitz salvo que sea partiendo de Dios; Auschwitz es uno de los grandes toques de atención que se presentan en forma de golpe terrible para advertir a los hombres…siempre que estén dispuestos a prestar atención… Si Auschwitz ha sido en vano, Dios se ha declarado en quiebra; y si hemos llevado a Dios a la quiebra, nunca entenderemos Auschwitz”.

Una frase interesante de Kertész para pensar es la siguiente: «La libertad no se puede experimentar en el mismo lugar donde uno ha sido esclavo».