Id y Evangelizad 145 «Creed en los pobres» -promoción y militancia cristiana-

En memoria de Teresa Cáceres que siempre creyó en la promoción de los empobrecidos

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Editorial

¿Qué es ser pobre? En la gran Tradición cristiana, los pobres son los que han sido privados injustamente de las condiciones básicas para una vida digna; también se denomina así a los que consciente y libremente se han desprendido de sus bienes por imitación de Cristo. A ambos se les considera bienaventurados porque son los legítimos herederos del Reino de Dios. A los que acumulan riquezas se les compadece, en la lógica cristiana, por ser unos desgraciados que ponen su esperanza en las seguridades materiales. En esa misma Tradición, la miseria, la exclusión o la injusticia son rechazadas como frutos del pecado.

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El cristianismo es, por tanto, una religión que ensalza a los pobres y que combate las causas de la miseria y lo hace por la contemplación del Verbo encarnado –por el encuentro con el Amor–, no por razones ideológicas, ni siquiera por motivos exclusivamente morales o sociales. La razón de la centralidad cristiana de la pobreza es que en ella se unen tres hechos fundamentales: la manifestación más hiriente del pecado del mundo; la conmoción más profunda de las entrañas misericordiosas de Dios y, como tercer hecho, la respuesta voluntaria de los que quieren vivir al estilo de Cristo. En la relación que tengamos con la pobreza se juega la autenticidad de nuestro cristianismo, de manera semejante a lo que ocurre con la liturgia, con la enseñanza apostólica y la vida comunitaria.

Gracias a los aportes del Movimiento Obrero de raíces cristianas y no ideologizado, del apostolado de S. Carlos de Foucauld, Cardijn y Rovirosa y del magisterio reciente, hoy día hemos recobrado la conciencia de que el amor asistencial hacia los pobres es subsidiario y, por tanto, limitado y transitorio. Lo asistencial puede ser necesario en situaciones especialmente graves y extraordinarias, pero convertirlo en algo habitual es una forma de manipular, controlar y dividir a los empobrecidos, que es el fin del entramado de ONG y entidades filantrópicas dependientes de la ONU, de las multinacionales y de la mayoría de los gobiernos.

El Movimiento Obrero y los otros grupos y creyentes arriba citados nos recuerdan que –según Cristo– el único modo verdadero y legítimo de amar a los pobres de forma habitual es desde la promoción o evangelización integral, que implica reconocerlos como protagonistas de su propia liberación en lugar de como destinatarios de nuestra supuesta caridad. Implica no obstaculizar – como hace el asistencialismo– su acceso a la militancia cristiana ni a las formas de vida solidarias que les son propias; ni a las organizaciones, métodos y medios que les caracterizan y les permiten ser autónomos; decidir solidariamente por ellos mismos y ser fuertes hasta vencer al Goliat que les pisotea.

El amor de promoción a los pobres supone, en palabras de los discípulos de S. Carlos de Foucault, cuatro cosas: conocer, comprender y vivir la vida de los pobres y, en cuarto lugar, compartir sus luchas de liberación, no dirigirlas.

En este número de la revista, profundizaremos en lo que supone el amor de promoción a través de un testimonio contemporáneo que lo ha encarnado: Tere Cáceres, virgen consagrada, que hizo de su vida un continuo descenso en imitación de su Esposo, por el cual procuró dar los cuatro pasos que acabamos de describir, y que nos dejó un testimonio invalorable de promoción de los empobrecidos, a los que amó profundamente sin crear dependencias, buscando que fuesen libres para Cristo, la Iglesia y la Solidaridad.