Hablarán las piedras. Sobre la persecución religiosa en el mundo.

Sobre la persecución de los cristianos en cada una de las zonas y culturas del mundo

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La «Lista Mundial de Persecución», elaborada desde 1990 por una ONG de confesión cristiana protestante llamada «Puertas Abiertas», documenta cada año la persecución padecida por cristianos de todas las confesiones. La lista publicada en 2025 contiene datos recopilados entre octubre de 2023 y septiembre de 2024. La LMP identifica las víctimas y sus victimarios, así como las formas de persecución padecidas, y nos permite hacernos una idea cabal del enorme sufrimiento de las víctimas, de la crueldad de los victimarios y de las causas subyacentes a tanto mal.

Por Miguel Ángel Ruiz (Publicado en la revista Id y Evangelizad)

La Lista Mundial de Persecución y su documentación

Junto al documento resumen, la Lista Mundial de Persecución (LMP), en la que aparece el famoso ranking de 50 países donde la persecución es más grave, Puertas Abiertas elabora una completa documentación de respaldo, desglosando los datos de persecución disponibles para cada país, identificando las fuentes utilizadas y realizando un análisis serio de cada uno de los factores implicados, tratando de comprender su dinámica y sus causas.

Niveles de persecución

La persecución se clasifica en la LMP en tres niveles: alto, muy alto y extremo, ponderando para ello tanto los aspectos de la vida que se ven afectados (la privada, familiar, social y ciudadana de la persona, así como la vida de la Iglesia como institución), como los métodos de persecución empleados (violencia, incluida la sexual, medios legislativos y administrativos, sociales, etc.).

Entre los países en los que la persecución es calificada de muy alta o extrema hay 19 africanos, 22 asiáticos (incluido Oriente Medio) y 4 de América Latina.  Si nos ceñimos a los países de persecución «extrema», cinco son de África: Somalia (puesto 2 en la LMP), Libia (4), Sudán (5), Eritrea (6) y Nigeria (7) y siete son de Asia: Corea del Norte (puesto 1), Yemen (3), Pakistán (8), Irán (9), Afganistán (10), India (11), Arabia Saudita (12) y Myanmar (13).

Formas de persecución violenta

En todos los países en los que la persecución es extrema se emplea la violencia para oprimir a los cristianos. Una de las formas más graves de persecución son los crímenes de asesinato y de agresión sexual. La ONG es consciente de que al recoger solo aquellos hechos perfectamente contrastados y documentados gran parte de la realidad de persecución queda sin reflejar, pues acontece en países y en modalidades que impiden su verificación. Con esta limitación, el informe identifica 4.476 asesinatos por razones religiosas, de los cuales el 69% (3.100) corresponden a Nigeria, 7,9 % a República Democrática del Congo (355), 4,4 % a Burkina Faso (201), 1,5 % a República Centroafricana (67), 1,25 % a Mozambique (56), 1% a Mali (47) y 0,9 % a Sudán (44). El resto de los países representan menos del 1 % de los casos.

En cuanto a las agresiones sexuales (en su mayoría violaciones), los datos ofrecidos son considerados meramente «simbólicos», en palabras de Puertas Abiertas, ante la imposibilidad o gravísima dificultad de denunciar y el difícil acceso de las organizaciones a las víctimas. Es decir, aunque en la LMP se cuentan por miles, probablemente se trate de decenas o centenares de miles.

Los victimarios y sus «motivos»

Grupos armados no estatales

Entre las modalidades de la violencia sobre los cristianos se cuenta la que el informe denomina opresión islámica. Se trata de grupos fanatizados como Al-Qaeda, Estado Islámico o Boko Haram que realizan una interpretación radical de la religión musulmana aspirando a exterminar a los cristianos o a forzar su conversión por medios violentos e inmorales. Próximas a estos grupos se encuentran las milicias que ejecutan la denominada hostilidad étnico-religiosa, hostilidad unida con frecuencia a intereses económicos de su grupo étnico que se tratan de satisfacer con la depredación de los recursos de los cristianos. Es el caso de los pastores fulani de Nigeria y Mali, cooptados por el islamismo radical.

Caso paradigmático de estas dos modalidades de persecución es Nigeria, donde mueren más creyentes por su fe que en ningún otro lugar del mundo: 3.100 asesinatos en el periodo estudiado. En los campos de refugiados, un 40 % de las mujeres declara haber sido violada. Los principales martirizadores de los cristianos son los terroristas yihadistas de Boko Haram, ISWAP (Provincia de África Occidental del Estado Islámico, una escisión de Boko Haram), Lakurawa (vinculado a la rama de Al-Qaeda que opera en Mali con las siglas JNIM) así como pastores de etnia fulani islamizados y radicalizados que buscan pastos para su ganado o vivir de la rapiña y el bandidaje.

Antes, los cristianos solo eran vulnerables a estos grupos en los estados del norte donde rige la Sharía, pero esta violencia se ha ido extendiendo al centro del país e incluso más al sur. Las armas utilizadas por estos grupos proceden de Turquía y de elementos corruptos del propio ejército de Nigeria.

Yihadistas y fulani matan a hombres y niños. Pretenden de este modo eliminar una generación de hombres y debilitar la existencia de las familias cristianas. Las milicias fulani se apropian, además, de sus pastos y tierras. Las mujeres suelen ser secuestradas, violadas y sometidas a matrimonio forzoso o a esclavitud sexual; a veces son asesinadas. Esto ocurre incluso en campos de refugiados. El secuestro extorsionador se practica habitualmente con la intención deliberada de desestabilizar a familias e iglesia cristianas. Algunos optan por mantener a sus hijas en casa y no enviarlas a la escuela, donde los secuestros son frecuentes.

En situación análoga se encuentran otros países africanos donde operan los yihadistas. En Somalia, Al Shabab, en guerra con el Gobierno, controla amplias zonas; este grupo, decidido a erradicar el cristianismo de Somalia, suele matar a los cristianos en el acto; busca activamente a sacerdotes, pastores y líderes cristianos para asesinarlos. En Yemen, en las zonas en manos de Al Qaeda, del Estado Islámico o de los hutíes (musulmanes chiitas radicales apoyados por Irán), las mujeres corren un alto riesgo de sufrir agresiones y esclavitud sexual, sobre todo las migrantes procedentes de África. En Libia, hay grupos radicales en la región que rodea a la ciudad de Sirte (Estado Islámico), en zonas de la ciudad de Trípoli y de sus alrededores (grupos vinculados a la desaparecida Coalición Amanecer Islámico) así como en Bengasi. En Sudan, la guerra ha otorgado a las extremistas más oportunidades para los secuestros y asesinatos de hombres cristianos y para el abuso sexual de sus esposas e hijas. En Mali, desde 2012 actúan los yihadistas y las milicias fulani en el norte del país, pero la violencia yihadista se va extendiendo hacia el sur. La incapacidad de las autoridades para frenar la insurgencia ha provocado protestas públicas y ha contribuido a dos golpes de Estado militares (2020 y 2021); los misioneros cristianos viven bajo la amenaza constante de secuestro por parte de los yihadistas. En República Democrática del Congo y en Uganda operan grupos islamistas radicales (Fuerzas Democráticas Aliadas -FDA-, afiliadas al Estado Islámico) en estados del noreste (Kivu Norte e Ituri) y asesinan a los cristianos.

Estados y sociedades opresoras

El informe denomina nacionalismo islamista a los casos en que un Estado (nacional o regional) es el agente de la violencia con la intención de anular o suprimir la relevancia social de la fe cristiana, impidiendo su expresión y transmisión. Se trata de estados que imponen la Sharía (ley islámica) como ley penal, proscribiendo toda forma de proselitismo, así como cualquier conversión desde el islam. Rige la Sharía en este sentido en países como Irán, Afganistán, Pakistán, Arabia Saudita, Somalia, Yemen (tanto en la región controlada por el gobierno suní apoyado por Arabia Saudita como en las zonas dominadas por los hutíes apoyados por Irán), diversos estados del norte de Nigeria; también rige como derecho consuetudinario o de hecho en áreas rurales de Mali.

El informe denomina opresión de clan a la violencia ejercida por la propia familia o el clan sobre sus miembros conversos por «deshonrar a la familia», ya que se considera deshonroso el abandono del islam. Esta violencia adopta la forma de palizas, torturas o asesinato («crímenes de honor»); para las mujeres, además, la violación o el matrimonio forzoso y diversas formas de violencia doméstica; los sacerdotes, pastores o religiosos cristianos supuestamente implicados en la conversión pueden ser encarcelados y torturados. Esta violencia ocurre con frecuencia en todos los países citados en que rige la Sharía, por lo que las autoridades no intervienen contra estos crímenes e impera la impunidad.

En Pakistán, las leyes contra la blasfemia son utilizadas contra grupos minoritarios, siendo los cristianos los más afectados.  La blasfemia conlleva pena de muerte. Aunque rara vez suele ejecutarse, los acusados pueden ser atacados o asesinados por turbas. En este país, niñas cristianas de tan solo siete años, especialmente de familias pobres, son secuestradas, casadas a la fuerza, convertidas en víctimas de abuso sexual y obligadas a convertirse al islam. Son especialmente graves los abusos en Punjab y Sindh. En Irán, las comunidades cristianas históricas, como los cristianos armenios y asirios, están protegidas por el Estado, pero los conversos suelen ser condenados a largas penas de prisión por «delitos contra la seguridad nacional» y sometidos en prisión a abusos y torturas; las mujeres conversas pueden sufrir acoso sexual durante los interrogatorios. En Afganistán, los talibanes, tras la toma de Afganistán en agosto de 2021, suprimieron el margen de libertad religiosa existente. Los líderes religiosos cristianos fueron golpeados, torturados y asesinados; muchos han desaparecido, otros han sido.  Abandonar el islam se castiga con pena de muerte; además, la familia, clan o tribu pueden intentar preservar su «honor familiar»; a los hombres, es probable que les quiten a sus esposas e hijos; una mujer, puede ser vendida como esclava sexual o ser forzada a casarse con un musulmán (a menudo, de mayor edad). En Arabia Saudí, son habituales los casos de violación y agresión sexual para las miles de empleadas domésticas no saudíes que no profesan la religión musulmana.

India tiene su propia modalidad de nacionalismo religioso, construido en torno al hinduismo. La agenda de los extremistas hindúes es limpiar la nación del islam y del cristianismo, a menudo con gran violencia.  El partido nacionalista Bharatiya Janata Party (BJP), de Narendra Modi, se suma a estas pretensiones. Sin embargo, tras las elecciones de 2024, el BJP se vio obligado a formar una coalición con partidos políticos defensores de la libertad religiosa. Pese a todo, la violencia ha continuado. Muchos Estados de la India adoptan las leyes anticonversión, de modo que cualquier cristiano que comparta su fe puede ser acusado de delito y condenado (cadena perpetua en Uttar Pradesh) o ser víctima de violencia por turbas que actúan impunemente. También es frecuente que se presenten contra los sacerdotes y pastores cristianos cargos falsos de blasfemia o de intento de convertir a los hindúes, pudiendo ser encarcelados durante meses. Los conversos del hinduismo suelen sufrir agresiones físicas y asesinato. Las mujeres conversas se enfrentan a arresto domiciliario, vejaciones, violaciones, secuestro, matrimonio forzoso, divorcio, pérdida de la custodia de sus hijos y violencia física, que puede incluir ataques con ácido, palizas e incluso la muerte; también son víctimas de violencia doméstica. Los cristianos que practican abiertamente su fe pueden sufrir brutales palizas, violencia colectiva y tortura emocional, como ser obligados a presenciar agresiones a sus familiares. Los cristianos que asisten a las iglesias domésticas pueden ser atacados por turbas durante las reuniones de culto. Las hijas, hermanas y esposas de los líderes religiosos cristianos son muy vulnerables. La situación es muy grave en el Estado de Manipur. Incluso la persecución contra tribus cristianas, catalogadas como Tribus Registradas, ha aumentado.

También Myanmar tiene una modalidad de opresión basada en el nacionalismo religioso, en este caso construido en torno al budismo. Desde el golpe militar de febrero de 2021, los cristianos se han enfrentado a una mayor violencia. Se ha asesinado a creyentes y se han atacado iglesias de forma indiscriminada, incluso aquellas que se encuentran en estados predominantemente cristianos (Chin, Kayah y Kachin) o en zonas con importantes minorías cristianas (Sagaing, Yangon e Irrawaddy). Hay informes de mujeres cristianas del Estado de Kachin, de mayoría cristiana, que son víctimas de tráfico con destino a China, donde son vendidas a hombres chinos. Los conversos son perseguidos por sus familias y por las comunidades budistas, musulmanas o tribales por haber abandonado su antigua fe.  El ejército de Myanmar también persigue a las mujeres cristianas kachin que viven en campos de desplazados internos. Las mujeres desplazadas de los Estados de Kayah, Shan y Chin, de las divisiones administrativas de Sagaing y Mandalay. Laslas que viven como refugiadas, también son víctimas de trata y explotación como mano de obra barata.

Otra forma de opresión protagonizada por el Estado es la denominada opresión comunista aplicable a China y a Corea del Norte. En Corea del Norte, a los cristianos se los puede matar en el acto o deportar a un campo de trabajo como criminales políticos. Tras años de trabajos forzados, son pocos los que sobreviven. Las mujeres cristianas recluidas en los bárbaros campos de trabajo del país son muy vulnerables a la violencia sexual a cargo de los guardias. Ni siquiera los ciudadanos norcoreanos que han huido del país están a salvo: los espías chinos colaboran con las autoridades norcoreanas para devolver a los refugiados, incluidos los cristianos.

Para concluir, la LMP y su documentación de respaldo, de la que hemos espigado tan solo algunos de los datos más dolorosos, constituye una aportación muy valiosa para combatir la persecución y la intolerancia religiosa contra los cristianos en todo el mundo. Su rigor hace de ella un instrumento necesario para contrarrestar la censura de los medios de comunicación dominantes, que se niegan a reconocer y difundir la existencia de esta lacra.

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